Un par de tazas de café esperan dispuestas sobre la mesa de una terraza junto a la ermita de San Antonio de la Florida cerca del hospital en el que padre e hijo acaban de conocer el diagnóstico del neurólogo. Para Ángel simplemente es la certificación de algo que ya intuía y por eso había decidido llevar a cabo su plan. Para ello necesitaba a su hijo, Mateo. Un hombre que no gestionába bien la incertidumbre y que solo quería vivir de certezas.