rosapasapagina.es
«Un cuadro que está hecho a través de la inteligencia artificial, no tiene la sutileza, ni la intención»

«Un cuadro que está hecho a través de la inteligencia artificial, no tiene la sutileza, ni la intención»

Javier Sierra "El plan maestro"

jueves 06 de marzo de 2025, 08:23h
"Para entender, por qué y para qué se inventó el arte, tuve que viajar a la prehistoria, al origen de la pintura"

“El arte no vale nada si no está acompañado por un relato”, nos decía Javier Sierra, mientras teníamos el lujo de visitar con él, algunos de los cuadros que se exhiben en el Museo del Prado, en una visita nocturna, a propósito de la publicación de su nuevo libro “El plan maestro”(Planeta)

Hace años que Sierra tuvo su primer encuentro con Luis Fovel, de manera fortuita, mientras el autor contemplaba “La Sagrada Familia con San Juanito”, cuando era apenas un adolescente, y nunca volvió a verlo. Reconoce que fue él quien le enseñó a mirar las pinturas con otros ojos, una segunda visión con la que descubrir los secretos que ocultan. Una obsesión, la de encontrarlo que provocó “El maestro del Prado” y que culmina con “El plan maestro”.

Después de la visita, Rosa pasa página ha quedado con Javier Sierra para una entrevista. Está segura que será interesante y provechosa.


"No me persigas.

Tengo la llave.

Mi nombre anhelas

ignorando su clave.

Guardo los cuadros

desde el inicio.

Entre ellos, aclaro,

está mi principio.

Aunque revientes

seguiré desgarrando

con uñas y dientes

el velo nefando.

Bosco, Brueghel, Tiziano,

Goya, Velázquez, Giordano.

Todos han ido en pos

del gran deseo mundano.

Afronta la muerte.

Arranca tus vendas.

Confía en la suerte

y haré que comprendas".

P.--Estos versos los escribió a mano, Fovel, y están escondidos en el forro de un viejo libro de astrología.

R.—Muy emocionado de escuchar esos versos que me han tenido en jaque durante muchos años para resolver ese misterio.

P.—¿Cuál era el misterio?

R.—El misterio era averiguar la identidad de aquella persona, que me encontró paseando por el Museo del Prado, y me enseñó a secuenciar la pintura que estaba colgada en la pared y comprenderla.

Nosotros solemos acercarnos al arte con una mirada global, y muchas veces nos gusta, nos parece armónico, pero no seguimos un orden en la comprensión, o en fijarnos en los personajes de la pintura.

Aquel hombre me enseñó que había que hacerlo, me pidió que me fijara en muchas cosas, no solamente en la dirección de las miradas de los personajes, de los cuadros, también en el origen de la luz, por ejemplo, en los códigos de colores, en la geometría subyacente, en la disposición de las figuras, y claro me abrió un mundo de entendimiento del arte que yo ni imaginaba.

Lo malo es que aquella persona no se volvió a cruzar en mi camino y me dejó con las ganas de mucho más. Regresé al Prado muchas veces, y no lo encontré. Tomé muchas notas imaginando aquel encuentro hasta que, finalmente decidí convertirlo en personaje literario, que es como los escritores consolamos nuestras penas y construí una primera novela que era el plan maestro, de "El maestro del Prado" donde me refería a aquel encuentro.

P.—Digamos que de alguna manera lo idealizaste.

R.—Sí lo idealicé, aquel personaje terminaría en la novela dejándome unos versos escondidos en un viejo libro, como pista para volver a encontrarlo, y a partir de esos versos es de donde parte, de donde surge el plan maestro, de tratar de identificarlo.

Esto se ha convertido en un universo literario, en el que lo importante es cambiar la mirada del lector respecto al arte, de la misma manera que cambió mi mirada cuando yo me tropecé con aquel inesperado maestro.

Y en el camino, por supuesto, están los requiebros del thriller, de la novela intensa, de las sorpresas y los cambios de paradigma que tiene que haber, pero creo que es un universo del que no sales igual que entras, sales con esa mirada cambiada.

P.—Buscar respuestas, es tu misiva. Pero no estoy segura de si “El plan maestro”, atará cabos y traerá más respuestas o más preguntas, una vez que concluyes el libro.

R.—Es inevitable que cuando alcanzas una respuesta en cualquier ámbito del conocimiento, surja la siguiente pregunta.

En este caso he intentado responder a cuestiones como ¿por qué y para qué se inventó el arte? . Y para responder a esas dos preguntas, que me parecen muy interesantes, tuve que viajar a la prehistoria, al origen de la pintura, y ahí es donde me tropecé con una visión que tienen algunos antropólogos sobre el origen de esta expresión de comunicación humana.


Y es que el arte nació para marcar el más allá. Esto a mí me llamó mucho la atención.

Las pinturas rupestres se hacían palpando las paredes de las cuevas y en esa actividad, cuando encontraban una zona más abultada, el hombre o la mujer de las cavernas, lo que hacían era pensar que aquello se correspondía con la panza de un animal, que estaba al otro lado de la piedra y lo subrayaba, lo marcaba con sus tizones o con sus pinturas y lo hacía visible al resto de la tribu.


Me pareció muy evocador que la pared de una cueva como una membrana, separa el mundo y entonces me surgió otra pregunta:


¿Fueron los maestros del renacimiento decenas de miles de años más tarde, conscientes de esa función del arte como frontera entre mundos, eran sus tablas o sus lienzos, los que hoy vemos colgados en los museos, también las puertas que comunicaban mundos? y si lo eran, y si ellos tuvieron en algún momento ese instinto pintor, ¿tenían alguna llave para abrirlos?

Y en esa búsqueda surge una ficción literaria que tiene mucho de histórico porque obviamente es marca mía de mi trabajo, está asentada con mucha documentación y muchas referencias históricas que se pueden seguir incluso desde el punto de vista académico, pero también una ficción que nos lleva en alguna ocasión al terreno de la fantasía, porque complementa lo que la realidad nos hurta.

Desde ese punto de vista creo que es una novela del plan maestro muy poliédrica.

P.—Dices que sin el arte no seríamos lo que somos, pero ¿Qué somos?

R.— Somos una especie capaz de convertir nuestros mensajes complejos en símbolos, y hacer que se transmitan a la velocidad o más allá incluso de la velocidad del pensamiento.

Esa capacidad de reducir mensajes complejos a símbolos, solo la tiene el ser humano. No es el ser humano el único ser inteligente de la tierra, convivimos con otras muchas especies inteligentes, lo que pasa que somos nosotros tan torpes, que no hemos desarrollado la capacidad de comunicarnos todavía con ellas, pero las ballenas son inteligentes, los delfines son inteligentes, los perros y los gatos, las aves son inteligentes, pero ninguna de esas especies tiene la capacidad de reducir su capacidad comunicativa a un símbolo. Eso es lo que nos hace distintos.

Por lo tanto, en el proceso de elaboración y de reflexión para el plan maestro, caí en la cuenta de que el arte es lo que nos hace humanos. Y vi que no estaba tratando con una materia cualesquiera, era o es una materia troncal que debemos estudiar y valorar en lo que vale de verdad.

P.—Hemos hecho un recorrido por algunos de los cuadros, los tenemos también en el libro. No sé si esa segunda visión se puede educar o es algo parecido a un don.

R.—Diría mejor, des-educar, porque la segunda visión, es una visión primitiva, del instinto casi infantil de captar algo que no es racional. Cuando un niño sale de paseo con sus papás y mira al cielo y descubre en las nubes el perfil de un oso o de un dinosaurio o de sabe Dios qué, está aplicando esa segunda visión. No está cortocircuitado por la educación, ni por la razón, ni por lo que le han enseñado los mayores, sino que deja que sus conexiones neuronales funcionen de manera libre, y en esa asociación libre, ve cosas.

Eso, algunos pintores lo incorporaron en sus obras de arte. Está la interpretación racional pero luego está la interpretación instintiva en las geometrías del cuadro, en las formas de los paisajes.

Dalí se colocaba muchas veces delante de "El Jardín de las Delicias" para mirarse a sí mismo porque él había descubierto en "La tabla del paraíso", de "El Jardín de las Delicias" ,del Bosco una roca, un perfil que se parecía a él, tenía su misma nariz o en la roca podías interpretar la nariz, había unos bigotes que en realidad eran como unas serpientes, pero que él entendía como bigotes que eran él, había un armadillo que era como su ojo, en fin, se reconoció en esa imagen.

Dalí obviamente aplicó la mirada instintiva de niño, la segunda mirada al arte. La pregunta es ¿quiso pintar un perfil Bosco realmente camuflado en esa roca? Yo creo que sí, lo que me costaría aceptar instintivamente, es que se adelantara 500 años a Salvador Dalí, que de alguna manera creó su estilo de pintura sobre los delirios y los espantos de Bosco.

P.—¿Te has dejado llevar por muchos elementos? Una parte histórica real y luego viene la fantasía, la física cuántica. En realidad es un juego.

R.—Sí. Es un juego incluso lo que hice hace 12 años con "El Maestro del Prado" en relación a "El Plan Maestro". "El Plan Maestro" no es una segunda parte de "El Maestro del Prado", es, no sé, por definirlo, una extensión del universo de "El Maestro del Prado". "El Maestro del Prado", en la primera novela, está dentro de la segunda, pero como personaje. Se la cita, se la menciona, se la busca, se la subraya, se la estudia, pero no tienes por qué haberte leído esa novela.

Es como cuando lees a Lovecraft y menciona el Necronomicon. El Necronomicon no está en las librerías, es un libro maldito que él se inventó. Lo que ocurre es que en este caso, mi maldito, mi personaje, es un libro que sí existe y que está asociado a algunas cosas que pasan en el plan maestro.

Así que sí, he jugado.


P.— Has jugado, y estás dando pistas con los cuadros.

R.—Sí, y sé que el lector va a jugar mucho con esta novela, porque es una novela en la que he estado muy encima también en el proceso de producción. Las imágenes están justo donde deben de estar, los desplegables están donde tienen que estar.


Todo forma parte de una visión, inmersiva de la literatura. La literatura es inmersiva por siempre, lo ha sido desde la noche de los tiempos, pero si en esta época de imágenes y de estímulos tú incorporas esas imágenes dentro de la narración, la haces, esto sí que es neologismo, re-inmersiva.

P.—Arcanón.

R.—Sí, es un neologismo, es el canon de las obras maestras de un museo, el canon de los libros fundamentales en un tiempo, en una generación.

Un canon es una lista y un arcano es algo oculto de obras maestras que actúan como puertas entre dimensiones, y que sólo un grupo de maestros, de instructores, conocen y van confiando a alumnos despistados como yo, que se cruzan ocasionalmente con ellos y que toman nota cuidadosamente de dónde están esas obras que son puertas.

P.—Y tenemos para abrir esas puertas cuadros que contienen personas, que contienen llaves. Por ejemplo, a Luis Veldroff.

R.—Luis Veldroff es un cuadro poco conocido. También he querido jugar con eso y ofrecerles esta visión a mis lectores.

Por supuesto, en El Plan Maestro hablo de Las Meninas, porque es imposible hablar del Prado en algún momento y no hablar de "Las Meninas" o de "El Jardín de las Delicias", pero quería que se saltaran el tópico y entrarán en cuadros que no son tan conocidos, pero son espectaculares. Y uno de ellos es este retrato de Luis Veldroff, que fue aposentador de palacio ya entrando en el siglo XIX, en tiempos de Goya, inicios de Vicente López Portaña que fue un discípulo de Goya.


Vicente López Portaña lo retrató, que era el retratista de Fernando VII. Era un regalo que le hizo el rey, al portero del edificio, por entenderlo en nuestro concepto actual. Y lo retrató con su uniforme de gala y con una llave en la mano. Una llave que estaba apuntando al espectador y que me parecía como un ejercicio casi de provocación, es como si ese personaje estuviera a punto de abrirla y salir al museo donde yo estoy.

P.—El pez próximo a la mano.

R.— Hay una escena, un momento de las escrituras que los pintores repitieron una y otra vez, hay muchos artistas que hicieron eso, que es. Tobías y el pez. Remite a un episodio de la Biblia bastante curioso donde aparece un maestro.


Tobías tiene que emprender un viaje para ver a unos familiares, en principio para pedirle la mano a una chica de otra familia, y antes de emprender ese viaje su padre, preocupadísimo, le dice que se tiene que buscar a un compañero que camine con él, porque los senderos son peligrosos, pueden ser asaltados, le pueden matar, puede no llegar a su meta. Y cuando sale de la casa, para buscar a ese compañero, hay un señor en la puerta que se ofrece, como si ya lo supiera, a acompañarlo. Y hacen el viaje y en el camino se detienen junto al río y del río salta un pez que parece que quiere agredirles. Tobías lo coge y el compañero de viaje le dice: “bueno guárdalo porque lo vas a necesitar". Y efectivamente cuando llegan finalmente a su destino, la chica con la que quería casarse estaba como embrujada por un demonio, y de este compañero de viaje hierve las entrañas del pez y con el humo espanta al diablo y así se puede casar con la chica. Es entonces cuando descubre que ese compañero, es un arcángel.

El arcángel Rafael.

En realidad cuando reconoce cuál es su identidad, se desvanece, se va y lo deja allí tirado ya con su destino. Pero ese arquetipo de alguien que te aparece en el momento adecuado, que te acompaña y te ayuda, que te enseña algo que va a ser importante en tu vida y que después se desvanece, ese modelo de relato es exactamente lo que me pasó a mí con aquel anciano en el Maestro del Prado.

P.—Tú eres un personaje dentro de la novela.


R.—Resultaba muy difícil contar esta historia sin hacerlo a través de la mirada que yo he tenido de todo esto. Es más, creo que en ese sentido le facilito mucho las cosas al lector, porque el lector yo creo que puede empatizar rápidamente con conmigo en esas circunstancias, y hay una parte de la novela de "El plan maestro" que tiene que ver con mi visión ,es una primera persona, aunque luego hay otras partes que son en tercera persona.


La dificultad cuando escribes un libro así es que el ritmo se mantenga y que no te saque de la historia. Es lo que más he trabajado desde el punto de vista de la carpintería, de la novela, y creo que al final convergen todas, la tercera y la primera persona, de una manera muy bonita. Así que, bueno, espero que ese truco de ponerme como protagonista funcione.


P.— ¿Qué sería de esa ocultación y de la llave si lo que tenemos delante es un cuadro que está hecho a través de la inteligencia artificial?

R.—Yo creo que no tendría la sutileza ni la intención. Al menos de momento. La inteligencia artificial, la estamos llamando inteligencia, pero yo la llamaría la coctelera artificial.

Porque lo que hace es aprovechar, se alimenta de cosas que se han hecho por inteligencias naturales, las mezcla, las agita y saca su producto. Es verdad que hay cosas en el desarrollo creativo humano que funcionan así, pero las grandes cosas no funcionan así.

Por lo tanto, la sutileza simbólica, la intención, la profundidad, creo que tardará todavía un poco, no digo que no lo consiga, digo que tardará todavía un poco en lograrlo.

P.—¿Cuando miramos un cuadro es como mirar un espejo, te tienes que ver reflejado de alguna manera en ese cuadro?.

R.—Sí, pero es exactamente igual que lo que podría decir de una novela. Solo que estamos hablando de arte pictórico.

En estos días, bueno, he sabido los detalles, digamos, incluso técnicos del lanzamiento, sé que han puesto en circulación un cuarto de millón de ejemplares del libro, pues voy a tener 250 mil libros distintos. Ninguno va a ser igual, es decir, es que los lectores van a, cada lector, va a leer una cosa diferente, cada lector se va a sentir impelido, impactado por algo distinto, por un matiz, un adjetivo, un punto y aparte, no sé, distinto.

Y eso me causa mucho estupor y mucha admiración y mucha alegría, porque yo hablo mucho con mis lectores y participo mucho en presentaciones, en actos, en tertulias, en cosas y cada uno me cuenta su novela. Así que me encanta tener tantos planes distintos con mis lectores.


P.—Algo tan interesante como por ejemplo Velázquez, que no firmaba sus cuadros, me parece que es bueno ver un cuadro sin saber quién lo ha firmado. Darle el tiempo y la admiración por lo que estás viendo, no por quién lo firma.

R.—Me encanta que digas eso porque es verdad que como funcionamos en esta época por grandes etiquetas, por grandes marcas, tendemos a no prestarle atención a las cosas que no llevan esas grandes etiquetas o grandes marcas.

Mira te voy a decir una cosa que también es aplicable al mundo del libro, hay muchísimos buenísimos libros en las librerías que no están firmados por Javier Sierra o por grandes autores contemporáneos, que son libros firmados por alguien que no has oído nunca su nombre y no te acercas a ellos porque no tienen esa marca, pero son magníficos libros. Creo que tenemos que aprender a arrinconar de vez en cuando las etiquetas e irnos a la profundidad de lo que hay en la obra.

Eso lo he intentado también con mi propuesta de "El plan maestro", hablo de un cuadro redondo, que es una alegoría de la agricultura, que está lleno de símbolos curiosísimos. Está en el Prado, pero no lo ha visto casi nadie. Muchas veces ni siquiera está expuesto, está en los almacenes, pero me parece que es un cuadro interesante.

Ese tipo de cosas. A mí me gustaría que un libro como este, enseñara o sugiriera al lector una manera de mirar más profunda. Dentro de que es una novela y de que se lo va a pasar muy bien y que es entretenimiento y que es thriller y que es... pero que al terminar el libro y cerrar la última página dijese:

“Voy a mirar el mundo de otra forma”

Escucha la entrevista en Youtube y Spotify

Entrevista: Rosa pasa página

Fotos: Javier Ocaña

Editor de sonido: Manuel Muñoz

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios