"Lubna, fue una esclava intelectual andalusí que ostentó el cargo de conservadora de la Gran Biblioteca de Córdoba"
Hubo un tiempo en el que sólo los libros podían cuestionar la sabiduría y por ello, se convirtieron en tesoros. Para protegerlos, nació en Córdoba la mayor biblioteca de la historia de Occidente. Andrea Morales, trae de vuelta una biblioteca importantísima y nada reconocida. “La Biblioteca de Córdoba”.
P.—Si hablamos de una biblioteca de estas características, rápidamente, nos vamos a la Biblioteca de Alejandría. ¿Porqué no conocemos apenas nada de una biblioteca como la de Córdoba?
Aquí impacta mucho el tema, de que tenemos una herencia muy grecolatina. Cuando miramos hacia atrás nos reflejamos en Grecia, en Roma, también con muchísima razón, evidentemente, porque tenemos un bagaje muy importante.
Solemos mirar mucho a lo extraño. Nunca miramos lo que tenemos dentro, nunca vemos las cosas que aquí hemos creado y de las que tenemos que enorgullecernos. La Biblioteca de Córdoba no tenía nada que envidiar a la Biblioteca de Alejandría, pero no ha terminado de calar en el imaginario colectivo, no hemos terminado de absorber que fuimos una gran potencia desde un punto de vista cultural.
P.—¿Cómo y cuándo empezó a funcionar esta Biblioteca?
R.—Empezó en época de Abdel Rahman I, cuando llega a la península después de hacer su larguísima huida siendo perseguido por los abasidas, y llega a las costas de Almuñécar, que es una de las cosas que narra en la novela, y se autoproclama emir en la mezquita Archidona y empieza a intentar asentar un gobierno, además muy complicado porque en aquellos momentos era un crisol de etnias, y de religiones.
Entre sus herramientas políticas está precisamente la construcción de la biblioteca, porque ya desde muy temprano, los poderes islámicos empiezan a rivalizar para ver quién tiene precisamente la biblioteca más grande y más espléndida.
P—¿Cómo se fue enriqueciendo la biblioteca?
R.—Varias cosas. Por un lado, la cantidad de ejemplares que tiene, que muchas veces no es tanto la cantidad como la calidad.
Llegan muchísimos ejemplares de oriente, otros provienen de la propia Córdoba porque se incentiva mucho culturalmente en todos los aspectos culturales.
Entonces, por un lado la calidad y por otro lado, otras dos cosas, la cantidad de gente que trabajaba allí, que era gente con un gran conocimiento, y la gente que venía de fuera a estudiar dentro de la biblioteca, a participar de la sabiduría, y que en muchos casos llegaba para estudiar y se quedaba allí trabajando, se quedaba de copista, de miniaturista y de traductor, y de repente te encuentras con una biblioteca que tenían los mejores traductores, los mejores copistas, unos libros de calidad increíble, libros que eran tesoros literarios porque estaban escritos en oro.

P.—Lo que daría yo por visitar esa biblioteca. Has dicho que llegaban de muchos sitios. Tenemos un personaje, que es Nasir, que procede de Bagdad. Fíjate qué necesidad de conocimiento, qué necesidad de aprender, qué intriga recorrer tantísimos kilómetros, tanto recorrido, por supuesto en medios que no tenemos ahora.
R.—Sí. Y era algo que interesaba a bastante gente porque además los califas promovían mucho precisamente el mandar a sus esclavos, a sus esclavas, que las tenían dedicadas al tema cultural, los mandaban de oriente a occidente, o de occidente a oriente para que estudiaran con los mejores de ese momento aunque estuvieran lejísimos y que cuando volvieran después de cinco años fueran los mejores, los más excelentes y entonces a partir de aquí podemos hacer una escuela en la que tú seas la maestra y seguir promoviendo lo propio.
P.—Choca que la esclavitud, pueda conceder a una mujer la mayor de las libertades. No solo aprender a leer, sino ser capaz de llevar una biblioteca, cuando se limitaba el conocimiento a una mujer, porque podía ser más libre.
R.—La gente se sorprende mucho con el tema Andalusí, porque normalmente tenemos esta idea preconcebida, de la mujer sometida, sobretodo la mujer musulmana, con unas normas muy estrictas, la segregación de género, una casa dedicada a la crianza es completamente distinta. Hay mucha libertad, lo que pasa que cuanto más gozas de poder económico, de poder social, más restringidos tienen los movimientos. No es igual la radio de acción de una campesina que la radio de acción de una princesa y, por ende, la esclava, que podría parecernos, precisamente, que por ser esclava está muy limitada, es casi la que más libertades tiene, pese a haber nacido con cadenas.
P.—¿Cuáles son las obligaciones de una esclava?
R.—Varían muchísimo, dependiendo a lo que se dedique. Podríamos decir que las esclavas tienen diferentes destinos. Está la esclava destinada a tareas serviles, en un entorno muy doméstico, ir a recoger agua del pozo, dar de beber a los caballos, cuidar de los niños, de la señora, cocinar, limpiar, lo típico. No se saldría de las tareas domésticas que hacemos de forma habitual.
Luego están las esclavas destinadas a la arena, que son normalmente las más hermosas,
que no tengan imperfecciones físicas y que además han estudiado una serie de artes y de saberes que hace que se eleve muchísimo su precio de compra, que sean expertas en canto, en música, en baile, en lucha de cuchillo.
Y luego están las esclavas que se dedican más a temas culturales por ejemplo el caso de Lubna, la protagonista se dedica a ser secretaria del califa.
Algunas son copistas, miniaturistas, también estudian medicina.
Hay un bagaje cultural muy amplio al que también pueden ir enfocadas.
P.—¿Lo hacen porque tienen esa inquietud cultural o por obligación esclavista?
R.—Habrá, por ejemplo, esclavas que tendrán una tendencia, una inclinación a los saberes, a un valedor personal que les permite dedicarse a esto porque también ve que se le da bien. Y luego habrá otras que a lo mejor a ellos no les interesa, pero que es su única opción, porque en este caso, el califa ya ha decidido que no es lo suficientemente bonita para dedicarse al Haren, te vamos a dedicar, bueno, pues a copiar libros.
P.— Rescatas a Lubna, personaje real, ¿cómo es ella?
Si nos atenemos a las fuentes históricas, no podríamos saber cómo es en cuanto a personalidad, porque tenemos muy pocos datos de ella. Pero sí que sabemos que era una mujer muy inteligente, muy sabia y muy diestra.
Se dice que era la mejor calígrafa de la dinastía Omeya y que se encargaba de la correspondencia personal y estatal de Al-Hakam II, que dominaba un amplio abanico de saberes, gramática, métricas, ciencias profanas, ciencias religiosas.
En mi ficción, Lubna, reúne todas estas características y además la doté de otras tantas, como por ejemplo una mujer muy lógica, muy cuadriculada, con mucho miedo al sentimiento. Tenía que defenderse. Lubna trae un bagaje de una vida tormentosa en muchos aspectos. Entonces, de repente, tener la posibilidad de dedicarte a algo en el que no tengas que poner el corazón, te anula cierta parte sentimental que es quizás lo que le pasa a ella.
P.—¿Nasir va a compensar o va a sacar, va a saber sacar lo mejor de ella en esa parte emocional?.
R.—Totalmente, Nasir es una persona muy conectada con sus propios sentimientos, muy conectada con su propia vulnerabilidad, es algo que a Lubna no le pasa. Él sí, está muy en consonancia con el sentimiento de la pérdida, del luto, del duelo, de la ambición y ella, eso es una parte que tiene muy apagada.
P.—¿Biblioteca es igual a poder?
R.— Sí, completamente. Los libros al final aportan un gran conocimiento, el conocimiento es poder, siempre. Por ello, la Biblioteca de Córdoba es el símbolo de la aceptación de poder, sobre todo de los poderes islámicos que empiezan a competir, desde muy temprano por ver quien tiene una biblioteca mejor.
Y hay un hecho, que es que cuando la Biblioteca de Córdoba empieza a caer en desgracia una y otra vez como la de Alejandría. Los libros, muchos libros importantes pasan de biblioteca en biblioteca, se los reparten entre los poderes.
Muchos libros acaban luego en gobiernos de las taifas, bibliotecas pequeñas. Algunos en el Magreb. Entonces, lo de la biblioteca es igual a poder, es una ostentación.
P.—¿Por qué empezó esa decadencia?
R.—Empieza por Almanzor, porque hay una necesidad de buscar apoyo a la hora de hacerse con el poder, entonces podía satisfacer a un porcentaje de población de los más ortodoxos quitándose muchos libros de por medio, libros que se consideraban reprobables, que no deberían estar ahí.
Y todos esos libros se los quitan de en medio, los entierran, los destruyen, los queman y luego llega una guerra civil, hay que vender libros que son tesoros literarios, se paga mucho dinero por ellos y se consigue dinero para subvencionar la guerra. Cuando llegan los almorávides, los libros se dispersan, quedan muy pocos y la biblioteca se destruye, se asedia, las taifas se los reparten también.
P—¿En Córdoba, se propulsa mucho un género propio?.
R.—Tenemos que entender, no solamente que en la biblioteca había ciencia, astronomía, literatura, tratados de matemática. Martirologios traducidos, el libro de las cruces, muchos temas religiosos, muchos temas profanos, y también había crónicas, sobre gobiernos anteriores, que esto también es muy interesante, porque incluso a día de hoy los usamos para el estudio.
P.— Diríamos que la Biblioteca de Córdoba, nos abre los ojos hacia la esclavitud y también hacia una Edad Media más luminosa?
R.—La tenemos encasillada en una época oscura, y llena de calamidades, en una época de pobreza y creo que tiene mucha más luz que todo eso. Yo siempre digo que son mil años. En mil años pasan una barbaridad de cosas. Hay periodos de bonanza, de esplendor y hay periodos de carestía, de guerra, de hambruna, de peste, de enfermedades, de desolación absoluta. Pero también hubo años que fueron muy prolíficos.
P.—Eres medievalista. ¿Por qué te gusta tanto esta época?
R.—La edad media me ofrece sobre todo visión de miras. Y luego llevo trabajando con Lugna desde 2018.

P.—¿Crees que a partir de ahora, la Biblioteca de Córdoba va a empezar a ganarle un poquito el pulso a la de Alejandría?
R.—Creo que la Biblioteca de Córdoba nunca va a ser reconocida mundialmente como la de Alejandría. Eso es un hecho. Pero yo me contento, por ejemplo, con que aquí, en España, sepamos que teníamos una biblioteca que podía echarle el pulso a la de Alejandría y que tenemos que enorgullecernos de ello.
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Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega
Editor de sonido e imagen: Manuel Muñoz