"El vacío es un espacio de libertad y silencio necesario para el bienestar y la plenitud"
Ignacio Mateos es licenciado en Bellas Artes y máster cum laude en Mercado del Arte por el Sotheby’s Institute of Art de Nueva York. Ha trabajado en galerías y casas de subastas internacionales, y es fundador de Artpath, un proyecto que une arte y meditación. En Meditarte (Planeta, 2025), este experto en arte y meditación propone un método único que une contemplación artística y práctica meditativa para reconectar con lo esencial de nuestro ser. Inspirado en tradiciones como el zen y los ejercicios espirituales de San Ignacio, este libro nos invita a encontrar calma y sentido a través de la observación consciente.
P.— La verdad es que sorprende cómo consigues unir el arte con algo tan cotidiano y necesario como la capacidad de contemplar la belleza del día a día. ¿Lo ves así?
R.— Efectivamente. Y no se trata de algo que yo haya inventado o unido de forma artificial. Esta conexión entre arte, contemplación y vida está presente en muchas tradiciones del mundo. En mi caso, me he quedado con tres pilares fundamentales que me han acompañado en mi camino personal: el zen, los ejercicios espirituales de San Ignacio y el arte. Son las que más me han inspirado y las que, con el tiempo, he visto que encajan de manera muy natural.
P.— ¿Cuál ha sido tu relación con la práctica del zazen y con los ejercicios espirituales?
R.— Empecé a practicar zazen en 2017, cuando tuve la suerte de aprender esta técnica de meditación con el Venerable Samu Sunim, fundador del templo budista zen en Nueva York y una figura muy relevante del budismo en Estados Unidos. Por otro lado, los ejercicios espirituales de San Ignacio también han influido mucho en mí, sobre todo gracias a un familiar jesuita que pasó toda su vida como misionero en Japón. Él me transmitió esa forma de meditación cristiana, y fue revelador comprobar que el zen y los ejercicios ignacianos no están tan alejados como podríamos pensar. Ambos comparten una esencia contemplativa.
P.— ¿Y en qué momento entra el arte como vía de meditación en tu vida?
R.— El arte ha estado presente siempre. Estudié Bellas Artes y más tarde hice un máster en Art Business en el Sotheby’s Institute de Nueva York. Allí tuve la oportunidad de profundizar en el mundo del arte desde muchos ángulos: museos, galerías, subastas… donde también trabajé. Y un día, observando obras de arte, me di cuenta de que las sensaciones que se despiertan son muy parecidas a las que se experimentan al meditar. Esa fue la semilla que luego me llevó a fundar ARPAD, una organización dedicada a divulgar metodologías de meditación contemplativa, y más recientemente a escribir Meditarte, que resume todo ese recorrido vital y profesional.
P.— El libro está ilustrado y tiene un diseño muy cuidado. ¿Cómo pensaste su estructura? ¿Se lee como un manual o como un ensayo?
R.— Quería que fuese un libro útil pero también disfrutable. Por eso tiene dos niveles de lectura: se puede leer de principio a fin como un libro breve, fluido y ameno. Pero también está planteado como un manual al que puedes acudir cuando lo necesites, buscando inspiración, como si fuese un oráculo. En ese sentido, me inspiré un poco en libros como El arte de la prudencia, de Baltasar Gracián, donde uno abre una página al azar y encuentra un pensamiento que le acompaña. Aquí también hay imágenes, sugerencias visuales y ejercicios. No solo teoría, sino también práctica.
P.—¿Dónde trazas la línea entre el consumo pasivo de imágenes y la contemplación activa que propones?
R.— Es una línea abstracta, como el arte abstracto que también trato en el libro. Hay prácticas meditativas más regladas, como el zazen en la escuela Soto, donde uno se sienta frente a la pared con disciplina. Ese tipo de estructura puede ser muy beneficiosa.
Pero también defiendo que la meditación no se limita a eso. Muchas personas meditan sin saberlo, por ejemplo, cuando se ponen una serie tras un día difícil y logran desconectar del estrés. Ese momento puede ser meditativo si se vive con conciencia.
La diferencia está en la actitud: incluso en un día durísimo, si en lugar de abrir TikTok o Instagram miras por la ventanilla del autobús y te detienes en una montaña del horizonte, ya estás meditando.
P.—En el bloque del agua, usas El mar en calma de Courbet para hablar de respiración y fluidez. ¿Por qué escogiste este cuadro y cómo conecta con la meditación?
R.— Elegí El mar en calma porque representa de forma muy clara el ritmo sereno y pausado que buscamos en la respiración meditativa, que es la base de toda práctica contemplativa. En muchas tradiciones, especialmente en el zen, la respiración se compara con el movimiento de las olas del mar: un vaivén natural, suave y constante que ayuda a centrar la mente y calmar el cuerpo.
Lo interesante de esta obra de Courbet es que, aunque él solía pintar mares tempestuosos y cielos dramáticos, en esta pieza opta por mostrar una escena de total quietud y serenidad. Esa elección no es casual, pues transmite una sensación de calma profunda que invita a detenerse y conectar con el momento presente. Esa experiencia visual acompaña y refuerza la práctica meditativa que propongo, haciendo que el espectador no solo mire la imagen, sino que también sienta ese ritmo de respiración y fluidez que necesitamos para reencontrarnos con nosotros mismos. Por eso, es una puerta de entrada perfecta para el primer paso de Meditarte.
P.—¿Cómo se utiliza la metáfora de la montaña para explicar el papel de la amígdala en nuestro mundo emocional?
R.—La metáfora de la montaña es un recurso visual y simbólico muy potente para entender cómo funciona nuestra mente frente a las emociones. En este caso, la montaña representa la estabilidad, la firmeza y la quietud interna, un estado mental que permanece inalterable frente al cambio externo. Por otro lado, las emociones son representadas por las nubes que rodean la montaña, en constante movimiento y cambio. Esto refleja cómo nuestras emociones, reguladas en parte por la amígdala (una estructura cerebral que procesa el miedo, la ansiedad y otras respuestas emocionales), tienden a fluctuar y moverse rápidamente. La idea es que, al igual que la montaña permanece sólida y firme, nosotros podemos aprender a observar nuestras emociones sin que nos arrastren, manteniendo una estabilidad interna a pesar de las variaciones emocionales externas. Así, la amígdala sigue actuando, pero no condiciona completamente nuestro equilibrio porque hemos aprendido a estar “como la montaña”, estables y conscientes.
P.—¿Qué importancia tiene la postura corporal para lograr esa estabilidad emocional y qué relación tiene con la meditación?
R.—La postura corporal es fundamental en la práctica meditativa y en la gestión emocional porque la mente y el cuerpo están íntimamente conectados. Mantener una postura erguida, con la espalda recta y firme, como la de una montaña, no solo facilita la respiración profunda y el flujo de energía, sino que también envía señales al cerebro para mantener un estado de alerta tranquilo y enfocado. Esta postura física ayuda a que las emociones puedan observarse sin reaccionar impulsivamente, ya que el cuerpo está estable y preparado para sostener la mente. Cuando el cuerpo está relajado pero firme, las emociones pueden “fluir” como las nubes en el cuadro, pasando sin que nos dominemos por ellas. Por eso, en la meditación se recomienda adoptar posturas que sean cómodas pero con la columna recta, porque esto ayuda a cultivar la estabilidad mental y emocional, favoreciendo la observación serena de nuestros pensamientos y sentimientos.

P.—¿Por qué el arte japonés, en particular los grabados que representan el monte Fuji, son adecuados para la meditación?
R.—Los grabados japoneses tradicionales, como los que representan el monte Fuji, fueron concebidos con una fuerte intención meditativa y estética. Estos grabados son el resultado de una práctica artística profundamente centrada en la belleza, la simplicidad y la contemplación. La repetición de ciertos motivos, la composición equilibrada y la armonía de los elementos visuales están diseñados para atraer la atención de quien los contempla y facilitar un estado mental calmado y concentrado. En este sentido, el arte funciona como un “ancla” para la mente, ayudándonos a enfocar y ralentizar los pensamientos dispersos. Mirar un grabado de Hokusai, por ejemplo, puede convertirse en un acto meditativo porque nos invita a conectar con la naturaleza y con un símbolo de estabilidad (el monte Fuji) a través de una experiencia estética y sensorial. Además, la simplicidad y la profundidad del arte japonés permiten que cada detalle tenga un significado y una función para evocar calma, presencia y reflexión.
P.—¿Cómo el haiku funciona como una herramienta para la meditación y el control de la mente?
R.—El haiku es una forma de poesía japonesa caracterizada por su brevedad y precisión: solo 17 sílabas distribuidas en tres versos. Esta estructura rígida obliga a condensar la expresión en una forma muy compacta, lo que es un ejercicio de concentración y síntesis mental. Al intentar escribir o incluso leer un haiku, la mente debe enfocarse intensamente para captar la esencia de un momento, una sensación o una imagen con el menor número posible de palabras, pero con gran profundidad. Este proceso estimula la capacidad de atención plena, que es la base de la meditación, porque obliga a estar presente en el instante exacto que describe el haiku. Además, el haiku suele estar vinculado a la naturaleza y a momentos concretos y efímeros, lo que ayuda a conectar cuerpo, mente y paisaje en una experiencia integral de contemplación.
P.—¿Qué mensaje sobre el tiempo y la atención plena se puede extraer del estudio de las obras de Monet?
R.—Claude Monet es conocido por su obsesión con capturar el momento presente a través de la pintura, representando un mismo motivo en diferentes momentos del día y bajo distintas condiciones de luz y color. Esto nos enseña que la realidad cambia constantemente y que cada instante tiene su propia belleza única, que solo puede ser apreciada si estamos atentos al “aquí y ahora”. En términos de meditación y bienestar, esta visión artística resalta la importancia de vivir el presente sin quedar atrapados en recuerdos del pasado o preocupaciones sobre el futuro. Monet, a través de sus series, nos invita a experimentar la impermanencia y la novedad constante de la vida, un principio esencial para la práctica de la atención plena y la aceptación. En ese sentido, su obra es un reflejo plástico de la filosofía meditativa: el valor de vivir el momento presente con conciencia plena.
P.—¿Qué es un mandala y cómo ayuda a la mente y al alma en la práctica meditativa?
R.—Un mandala es una representación simbólica, generalmente circular y simétrica, que ha sido utilizada en distintas tradiciones espirituales, especialmente en el budismo tántrico, como herramienta para la meditación. Más que una simple imagen decorativa, el mandala es una “arquitectura del alma” que ayuda a ordenar y concentrar los pensamientos y emociones. Su diseño equilibrado y detallado facilita la concentración mental, ya que dirigir la mirada y la atención hacia el mandala puede ayudar a calmar la mente dispersa y estructurar el flujo mental. Los colores, patrones y símbolos del mandala tienen significados profundos y promueven la integración emocional y espiritual. Además, colorear mandalas o contemplarlos puede ser una práctica meditativa que facilita la relajación, el enfoque y la conexión con uno mismo, contribuyendo a una mayor claridad mental y bienestar emocional.
P.— ¿Por qué situas en el bloque de madera a Van Gogh?
R.— Sería el siguiente bloque, el de Van Gogh, y tiene que ver con la vida y con, ese elemento que es la madera, con la creatividad y con el surgir es decir es esa idea de la vida que va digamos creciendo como una planta ,que la planta pues va creciendo poquito a poco poquito, y poco a poco se va haciendo grande y va yendo por caminos insospechados entonces esta idea que yo creo que viene muy bien reflejada en las pinturas de Van Gogh, no sólo en la que propongo del paisaje de los cipreses en un campo de trigo, sino en toda la obra de Van Gogh.
Es una pintura desbordante, ya no sólo por la textura de la pintura que parece salir del cuadro, sino también por... No sé cómo explicarlo. Está en movimiento, se ve... Es decir, cuando tú dices creatividad, en el mundo empresarial, por ejemplo, ponen a Picasso o a Van Gogh. O sea, es como las dos personas más creativas del mundo, las personas que han sido capaces de visualizar cosas que no existían y han sido capaces de plasmarla en la pintura.
Y bueno, es una propuesta a la visualización creativa también, creo que es otra herramienta que propongo ahí, y al poder de la imaginación al final.
P.— Vamos con el último bloque: vacío, compasión, desapego y plenitud. ¿En el vacío habita la libertad?
R.— El vacío es un concepto desde luego muy tratado por todas las culturas, todas las religiones. El silencio del que hablábamos al principio de la entrevista, que es tan necesario liberar, tener espacios de silencio, tener espacios de vacío para poder estar mejor y para poder rendir en cualquier actividad.
En ese sentido escogí a Agnes Martín, que es una artista americana absolutamente volcada en la meditación sobre el vacío, muy atractiva, con unas paletas de color muy sutiles y muy sugerentes muy muy suaves que te llevan a ese espacio de casi de rem no de estado elevado.
Y bueno es el último capítulo del libro, o sea que yo creo que tal vez tiene un componente emocional fuerte, no quiero destripar la herramienta final cuál es porque es como el final del libro no y creo que es bonito creo que cierra muy bien el libro y es un canto también a que desarrollamos una capacidad de estar mejor con nosotros mismos que mucha gente hoy en día que no se encuentra a gusto ya sola en silencio con ella misma y con los demás también, porque es fundamental crear empatía entre nosotros porque estamos todos aquí viviendo en este planeta y si no colaboramos los unos con los otros, pues nos estamos echando como los políticos la culpa de todo y pensando que la culpa siempre es de los demás y nosotros sin hacer nada pues bueno, que no es lo mejor.
Creo que el libro tiene esa vocación también un poco de un mensaje de efectivamente de concordia y de que la meditación contemplativa creo muy firmemente que tiene muchas posibilidades y que es muy bueno que la gente conozca todo lo que propongo en el libro porque además lo van a disfrutar.
P.—¿Crees que es más necesario que nunca contemplar el arte teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos tan saturado de estímulos, urgencias, ruidos, risas, en no tener tiempo para sentarte a respirar?
R.— 100%, o sea, de hecho he estado antes hablando con gente más joven que yo y es una auténtica epidemia todo lo que hay ahora con, sobre todo, los más jóvenes de la falta de concentración que tienen, el sufrimiento que tienen, y esto es todo porque han hecho una práctica no de meditación contemplativa positiva como la que yo propongo en el libro, sino que han hecho la práctica inversa que es estar todo el día en TikTok dejándose controlar por dios sabe qué algoritmo.
No es peligroso, yo creo que vivimos en una fase de la historia de la humanidad absolutamente increíble con todas las herramientas, todas las tecnologías, todo lo que hay a nuestra disposición que es brutal para aprender, para divertirnos, para compartir, pero como no usamos las cosas con moderación, pues podemos acabar en radicalismos, en fanatismos, en sufrimiento. Y esto es lo que está pasando.
Yo por eso creo mucho en el arte, porque el arte al final es un legado de toda la humanidad y es un reflejo, es la expresión artística de todas las civilizaciones.
Y hay que aprender del pasado. Así como digo que no hay que pensar en el pasado cuando estás buscando el momento presente, hay un tema ahí de hay que aprender del pasado y el arte nos lo muestra y todo este saber ancestral que viene resumido en el libro es un saber que hay que tener muy en cuenta y que está de más actualidad que nunca y que yo espero que tenga un cierto calado en el sentido de que bueno, hay que parar, hay que encontrar nuevos métodos y saber silenciarnos y para eso la meditación.
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Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega