Lo que sucedía entre nosotros empezó a ser tan perverso que nos estaba haciendo adictos el uno al otro. Al querer jugar a lo fugaz, a lo sexual, y al "ahora mismo" Todo daba igual porque todo giraba entorno al goce y a la ansiedad por la consumación. La palabra futuro la enterramos en el jardín junto al viejo cenador, donde luego enterraríamos también el pasado.