"Si pudiera vivir otra vida me hubiera gustado ser músico de verdad. Yo fui un guitarrista que no conocía bien la guitarra"
Rosa pasa página acude a la cita de hoy, ilusionada. Luis Landero la espera en su casa, para hablar, de su último libro publicado: “La última función” (Tusquet 2024)
Al hacer sonar el timbre es el propio escritor quien me abre la puerta y me advierte medio en broma que no le gustan nada las entrevistas, pero charlar, sí. Y eso es justo lo que haremos durante el tiempo que dure la conversación. Aunque anticipo al lector que después de cerrar el micrófono, la conversación se alargó felizmente, mientras me mostraba con entusiasmo algunos de los libros que descansaban en sus estanterías.
“Tiempo de esplendor, bullicio y trasiego de gente. San Albín o sólo Monte Albín, un lugar hace tiempo abandonado de la mano de Dios. Y Tito Gil, el niño, prodigio y afamado actor, regresaba a su lugar de nacimiento, donde era aún recordado por un grupo de jubilados incapaces de olvidar su voz. Aquello fue una tarde de domingo de enero de 1994”
P.—La vuelta de Tito, simboliza de alguna manera llenar un pequeño espacio de la España medio vacía. Llegar al bar donde se concentra todo. Casi un confesionario.
R.—Efectivamente es un lugar obligado de encuentros y donde se difunden noticias, y se cuentan historias, y que probablemente sea el único bar del pueblo.
No hay pueblo sin bar, y sin farmacia.
P.—Lugares de encuentro de amigos y de otros que no lo son tanto.
R.—Sí, ahí se juntan... Además el que quiere...
Yo me acuerdo cuando era pequeño, en mi pueblo que no había radio, porque no había luz eléctrica, y no se habían inventado los transistores. La gente para enterarse iba a la plaza, donde a veces se reunía gente y hablaba. La barbería era otro lugar donde también se informaba, o sea que era teletipo, era periódico. Y los bares por supuesto, son redacciones de periódicos cuando no hay otra manera de informarse.
He leído que en algunos pueblos ya pequeñitos se han quedado sin bar y han entrado en una especie de orfandad y se ha agravado la soledad de todos.
P.—Tito Gil, nació como un niño prodigio. Esa voz, esa forma de expresarse, ese vocabulario impropio de esa edad.
R.—Sí. Un niño extraño que nace efectivamente con una voz excepcional, y además es verosímil, porque desde muy pequeño, tiene una voz muy bonita, e incluso nada más nacer, en los llantos; la manera de llorar, ya se sabía que era un artista y que iba a llegar lejos, bueno eso es un dicho de cuando tienes un bebé y llora con ganas sin parar que decían: “madre mía, este chico tiene unos pulmones que llegará a barítono”. (risas)
También hay quien nace con un don, a veces para la música, o para las palabras.
P.—Escribes:«Hasta los animales se quedaron sorprendidos con esa voz, que parecían entenderle»
R.—Como soy hijo de campesinos y he vivido en el campo, he conocido a campesinos que hablan con los animales, y no sé si se entienden, pero hablan con ellos y existe una voluntad de comunicación, hay complicidad. Los animales además se quedan sorprendidos de la voz humana. Yo me imagino que a menudo temen a esa voz.
P.—Vamos con otro de los personajes, si te parece. “Paula, pies ligeros y manos ocupadas. Culpa y rabia contra sí misma por haber desperdiciado su vida sin llegar apenas a vivirla pero sin embargo no había cosa que no le sirviera para ser feliz” .
R.—Hay un momento en la vida de todos en el que hay un corte. En que se acabó la infancia y aparece el monstruo del futuro y el monstruo de la responsabilidad…y a mí siempre me ha asombrado la gente, que sabe forjarse ilusiones de cualquier cosa y que se enamora de la vida, pero se enamora de las pequeñas cosas, y sabe mirar más allá.
P.—“Pies ligeros y manos ocupadas” mujeres, amas de casa que trabajaban mucho, que iban y venían.
Pienso en mi madre que era muy buena costurera, hacía vestidos de novia.
Se pasó la vida cosiendo y bordando, cortando telas. A mi me encantaba estar con ella, me ponía a su lado y recuerdo, no lo olvidaré nunca, cuando leí los cuentos de Edgar Allan Poe, que me daba un miedo enorme, y no me iba de su lado por si aparecían los personajes de aquellas historias.
P.— Paula, es veterinaria, y está en la tesitura de tener que elegir, entre la vida rural y la de ciudad.
R.—Desde luego no es lo mismo ser veterinaria en un ámbito rural que tener una clínica de perros y gatos, mascotas, esto es otro tema. Entonces hay ahí una contraposición, una diferencia vida rural-vida ciudad.
Vivir en el pueblo, es un ideal para muchos, pero vivir en la ciudad también es un ideal para muchos.
Porque, mucha gente se llena la boca hablando de los pueblos y tiene una visión idílica, un poco tontorrona. Pero vete a un pueblo y ya verás cómo ahí la vida puede ser dura, como en todas partes, y puede llegar a ser aburrida y te cansas de tanto canto de pájaros y de tanto balar de ovejas.
P.—La influencia de tener un buen profesor durante tu infancia.
R.—Muy importante los profesores, a menudo en la vida de cada uno. A veces han decidido la vocación influidos por ellos.
Cuando vienen a verme mis antiguos alumnos a la feria del libro y me dicen, que hicieron filología hispánica por mí, me siento culpable, porque igual no te les ido bien en la vida o igual le hubiera sido más útil hacer cualquier otra cosa, pero sí, es verdad que hay profesores que te marcan para toda la vida y son experiencias fundamentales.
P.—¿Querías estudiar una cosa y tu padre tenía preparado otro futuro para ti?
R.—Sí, mi padre era campesino, apenas había ido a la escuela. En mi familia eran todos campesinos sin excepción y fueron a la escuela lo justo para aprender a leer y a escribir y algunos eran analfabetos.
Mi padre, sin embargo, tenía unas cualidades extraordinarias, un verdadero genio de hombre, con ideas de hombre que hablaba bien, que pensaba bien. Él veía que dentro de sí vivía un mundo lleno de promesas pero no tuvo ocasión de desarrollarlo, porque se vio abocado a trabajar en el campo y él debió ser un hombre profundamente amargado con una conciencia muy acusada de fracaso.
Yo soy el único varón de la familia, tengo tres hermanas, así que era el destinatario del proyecto de mi padre, y en ese empeño épico quería que yo llegase a ser el hombre que él no fue. Quería que fuera por encima de todo abogado porque él los admiraba mucho.
Pero fui un estudiante muy malo, y hasta un poco golfillo.
Cuando mi padre murió había un desencuentro terrible entre nosotros y yo la había decepcionado completamente, y entonces le prometí cuando ya estaba muerto, que sería como él decía siempre: “un hombre de provecho” y ahí contraje una deuda con mi padre que no he terminado de saldar todavía y que no saldaré nunca.
P.—¿Tito está basado en un hecho real?
R.—Sí, en un amigo mío, que ahora tiene 86 años, y con el que yo hice giras, porque yo he sido guitarrista, y lo acompañaba con la guitarra . Él era abogado, pero no porque su padre se empeñase en ello, sino porque hizo derecho aunque su verdadera vocación era la de artista, pero su vida no tiene nada que ver con la de mi padre.
En esta novela aparece mi padre porque es uno de mis demonios literarios por no haber hecho lo que él esperaba de mí.
P.—Pero tú si eres un hijo de provecho, aunque no hayas sido abogado.
R.—Sí, pero no lo ha llegado a ver. Además no sé hasta qué punto los escritores somos hombres de provecho.
Pero sobre todo es terrible cargar a un niño con la responsabilidad de que tú seas el proyecto de vida de tu padre, eso es una cosa tremenda.
Yo con el objetivo de que estudiara y mis hermanas que aprendieran algún oficio. Pero las mujeres dentro de la mentalidad rural de entonces, era que tenían que casarse con un marido que las mantendría.
P.—Vamos a hablar de Tito y de esa representación. ¿Representamos a diario en cada momento un papel distinto según en qué momento estemos, o con quién estemos.?
R.—Claro, así tiene que ser. Nos mostramos diferentes en distintas situaciones y con personas diferentes. Todos tenemos varios “yoes”
Yo mismo he dicho a veces que el que está aquí no es el que ha escrito la novela.
El que ha escrito la novela es otro yo, que es el que se sienta ahí todas las mañanas, y que es un hombre arisco, huraño, solitario de pocas palabras, y que sería incapaz de responder a ninguna pregunta.
P.—“La vida es como viajar en un globo aerostático que va soltando aquello que pesa para que puedas subir” Esa imagen es muy bonita.
R.—Sí. Yo es que siempre he tenido dificultades para entender el lenguaje abstracto. Yo me muevo mucho mejor en lo concreto.
A mí me encanta la filosofía, soy muy lector de filosofía, pero me acuerdo de una vez en clase, en primero de la facultad, que el profesor hablaba de la esencia, yo no sabía qué “coño” podía ser la esencia de algo, el ser, la esencia, era muy Heideggeriano, y yo que entonces trasformaba en imágenes las cosas para poder entenderlo y me imaginaba a la cigüeña, encima de la torre y esa era la esencia y de ahí me salían frases muy bonitas.
P.—¿Un total de lo que veías?
R.—Pues sí, un total pero que tenía un sentido porque esa filosofía tan metafísica, pues encajaba muy bien. Y entonces me inventaba frases pero pensando siempre en la cigüeña, o en otra cosa. Y es muy bonito porque sí, son de esas imágenes que te marcan.
P.—¿Desde tu globo estático, has tenido que soltar muchas cosas?
R.—Siempre he ido soltando cositas. La guitarra, por ejemplo.
Yo fui guitarrista y no me hubiera importado serlo siempre, pero la literatura era demasiado fuerte para mí. Y además empecé a tocar la guitarra con 16 años, es decir, muy tarde, porque a los 16 años un guitarrista ya tiene que estar hecho.
Pero tenía muy buenas facultades y muchísima voluntad, y estudiaba 20 horas diarias. Y en dos años y pico, empecé ya a trabajar en las academias de baile, a acompañar el baile, el cante.
Llegué a tener repertorio de Paco de Lucía, tocaba seis o siete piezas. Era un buen guitarrista, hasta que de pronto oí un diálogo de Lucía y entonces “se me cayeron los palos del sombrajo”, como se dice en nuestra tierra. Y pensé dónde iba yo, sí él es un genio absoluto, con una sabiduría ancestral que no hay otra para definirlo.
P.—¿Pero podría haber sido compatible tu guitarra con la literatura?
R.—No podía ser porque una cosa es un hobby y otra es lo serio. Aparte la literatura me gustaba mucho más.
Me hubiera gustado ser músico, si pudiera vivir otra vida. Aprender música de verdad y ser compositor. Yo fui un guitarrista que no conocía bien la guitarra.
P.—¿Dónde podría verte tocando la guitarra?
R.—Me da un poco de vergüenza decirlo, pero en YouTube, si pones “Mesón del Segoviano, Paco de Alba", ahí aparece que es una cosa que nos dio la voz para el Nodo.
Y luego yo aparezco con un bailaor que es Paco de Alba y aparecemos tres guitarristas que nos pintaron con carboncillo unas patillas de hacha y nos pusieron unas camisas de lunares. Yo estoy con una camisa, yo soy el guitarrista del medio y tengo una camisa creo que roja con lunares blancos. Hicimos muchos viajes por ahí, también con “Manzanita”.
P.—Si hubiera que escribir, cómo lo haces tú, porque hay un ejercicio, que es escribir como Shakespeare, o escribir como Hemingway, pero si hubiera que escribir como tú, ¿cómo crees que habría que hacerlo?
R.—Yo he intentado escribir como los escritores que acabas de nombrar. He admirado a tantos escritores que los imitaba. Imitaba a Wirginia Wolff, a Borges, Garcia Márquez, Valle Inclán, y a otros tantos, y lo hacía precisamente para aprender a escribir, no para hacer obras, sino para aprender a escribir o para dejarte influenciar por ellos e incluso dejarte contagiar, empapar por ellos.
También en la poesía de Bécquer, Neruda, Salinas, Juan Ramón, escribía a la manera de ellos, según como vinieran las cosas, hasta que luego vas a encontrar tu propia voz.
Yo he aprendido de todos ellos, lo veo y reconozco sus huellas, me recuerda a mis maestros.
Pero escribir al modo mío, no sabría decirte porque no sé cómo escribo, no sé si tengo un estilo reconocible, o no porque yo creo que el escritor es el que menos se conoce a sí mismo. Es como nuestra cara en realidad no la conocemos. Nos tienen que decir los demás cómo somos.
Y a veces cuando vamos por la calle, alguna vez nos hemos mirado en un espejo y nos hemos extrañado. ¿Quién es ese? Y eres tú. Son momentos especiales en los cuales de pronto tú te ves como desde fuera, como si fueras otra persona.
Del mismo modo que tampoco el escritor se puede leer a sí mismo. ¿Cómo te vas a leer si ya lo has escrito, ya sabes todo, no hay capacidad de sorpresa?. Lo único que conoces son sus variantes, cómo podría haber sido esta frase o este hecho. De modo que un escritor no se puede leer a sí mismo, ni reconoce su propio estilo.
—Un placer Luis.
—Un gusto de veras hablar contigo porque efectivamente no ha sido una entrevista temida, sino una charla muy agradable e interesante.
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Entrevista: Rosa pasa página
Editor de sonido:Manuel Muñoz