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«La exposición en redes es una especie de autoengaño necesario para el éxito»

«La exposición en redes es una especie de autoengaño necesario para el éxito»

"El fracaso de mi éxito" Gervasio Posadas (Espasa)

martes 20 de mayo de 2025, 00:07h
"Desde mi punto de vista, vivimos bajo la dictadura del algoritmo"

Con El fracaso de mi éxito, Gervasio Posadas firma una sátira brillante y melancólica sobre el mundo literario actual. Su protagonista, un escritor venido a menos, alcanza la fama cuando empieza a publicar poemas en Instagram bajo una identidad falsa. Un retrato ácido sobre el éxito, el autoengaño y la necesidad desesperada de ser vistos. Hablamos con el autor sobre el mercado editorial, la dictadura del algoritmo y el olvido como forma definitiva del fracaso.

“¿Cómo podían haber rechazado mi libro? Una vez más. Yo no soy de los que creen que todo lo que escriben es genial, es más, casi puedo decir que soy el más implacable de mis críticos. Y sin embargo, estaba convencido de que aquella novela era una de mis mejores obras. Vibrante, evocadora, llena de acción y al mismo tiempo de intensidad literaria”.

P.— ¿Crees que el éxito verdadero es necesariamente efímero o se puede sobrevivir dignamente al olvido?

R.—Depende de lo que consideremos el éxito. Si la cosa es el éxito personal, pues, yo qué sé, tener un trabajo que te gusta, tener una familia con la que te sientas a gusto, tener buenos amigos, todas esas cosas, y luego el éxito como reconocimiento de los demás. Yo creo que el éxito como reconocimiento de los demás tiende a ser efímero. Y si no es efímero, yo creo que la persona que lo tiene siempre está temiendo que se acabe. O sea, que siempre estás esperando que esa suerte que te ha sido tan propicia, de repente te surja algo malo, o saques un libro nuevo y no tengas el mismo éxito, o saques un disco si eres un cantante, que sea un fracaso, o que tu programa te lo quiten por falta de rating si eres un presentador de televisión. Siempre se juega con eso y es muy difícil reinventarse todo el rato y siempre tener éxito.Creo que siempre estás un poco jugando con el olvido y el olvido muy difícilmente se lleva con dignidad.

P.—Estamos hablando además de un personaje, de Gonzalo, que casi triunfó en su momento.

R.— Es un casi triunfador. Pero no se da a conocer de repente en el mundo literario. Él ya tiene un recorrido. Ese fracaso lo sufre.
A veces es casi peor en el mundo literario haber tenido varios libros que no han sido muy exitosos que tener una primera novela. Que normalmente la selección de novelas siempre está buscando nuevos autores y a lo mejor es más fácil pensar que... apostar por un nuevo valor que no por alguien que lleva 5 o 6 novelas y que no han sido todas las exitosas que necesariamente podían haber sido. Si estás ya en la cincuentena y estás en esa categoría como de la clase media-baja de la literatura, es muy difícil salir de ahí.


P.—Cerca de la cincuentena, o sea, que la edad sí que es importante.

R.—Bueno, sí que es importante a la hora de publicar. Es verdad que las editoriales muchas veces tienden a buscar perfiles. Al final no es lo mismo una chica de 20 años que un señor de 50 años que al final parece que ya lo tiene todo contado y que no va a sorprender a nadie. A lo mejor luego si es una obra genial, pero de primeras parece que es más aburrido.


P.— El autor tiene que sobrevivir, y hacer algo que no quiere, pero que se ve obligado, como es escribir una autobiografía de un futbolista importante.

R.—Sí, tiene que trabajar como negro de un futbolista que tiene 23 años, con lo cual la autobiografía no puede ser muy divertida.

Además a Gonzalo Montenegro, mi protagonista, no le gusta el fútbol, es más, tiene un odio profundo por el fútbol, como suele pasar en determinados intelectuales que consideran que es el opio del pueblo. Y además es que ese libro, como suele pasar muchas veces con los libros de los grandes personajes mediáticos, en realidad no es un libro destinado a ser leído, sino es un objeto de merchandising.

Entonces, considera que ya no se puede caer más bajo en su trayectoria y que ha llegado el momento de dejar de escribir o a lo mejor dejar de intentar publicar, por lo menos.

P.—¿Puede alguien reinventarse sin llegar a traicionarse en este marco?

R.—Absolutamente. Si te dedicas a una cosa que no tiene nada que ver con lo que hacías, o sea, si de repente Gonzalo Montenegro, escritor de 50 años, se mete a fontanero, no está traicionando su vocación para nada, porque está haciendo otra cosa completamente distinta, pero eso es un tema, y otro tema es escribir como negro, y por dinero, como decía Quevedo, “quien escribe para comer, ni come ni escribe”.

P.—La novela parece, fíjate, casi un ajuste de cuentas entre el mundo literario que premia más la visibilidad que la calidad.

R.--Curiosamente, de repente ha surgido esta polémica por una serie de artículos recientes, uno de Rosa Montero que hablaba también un poco de lo difícil que era la vida de los escritores cuando ya no conseguían publicar. Ahora, este fin de semana, Pérez Reverte vuelve a hablar de este tema con más fuerza y tal. Y bueno, no es que sea un ajuste de cuentas, porque, al final, yo creo que casi todas las profesiones, en algún momento, si, por lo que sea, no llegas a un mínimo de ventas o de generar unos ingresos o de generar un rendimiento, normalmente te dejan caer, pero... en el caso del escritor es particularmente penoso, sobre todo porque es una vocación muy marcada y es un poco, la sensación de que nadie quiere escuchar las historias que tú cuentas, que ya es bastante triste y por otro lado ya llega un momento en que ni siquiera tienes dónde publicarlas, pues ya es dramático completamente. Entonces, que es comprensible, a lo mejor, que las editoriales no publiquen a determinados escritores que no venden demasiado, pues a lo mejor, pero no deja de ser doloroso.

P.—Sí, lo que pasa que, claro, por un lado, está la parte poética, la parte de bohemia, la parte de la novela en sí, y por otro lado está lo que es el negocio.

R.—Sí, no deja de ser un negocio. Y tienen que mirar por las ventas, lógicamente. Claro, pero siempre te queda un poco la esperanza de llegar a ser un gran autor póstumo y pensar que a lo mejor dentro de 100 años alguien vuelve a descubrir tus obras y te conviertes en un gran fenómeno literario como ha habido tantos, ¿no? Bueno, ha habido el caso de Nemirovsky, y otros que alcanzan después de muertos la fama que no obtuvieron en vida, pero claro, no es mucho consuelo. Nemirovsky además, cada vez publica un libro nuevo. Yo no sé dónde sacaría tanto libro. Era un baúl muy profundo.


P.— Bien, Gonzalo desprecia las redes sociales, pero tiene que abrazarse a ellas. No sé muy bien si lo quieres retratar como una rendición, como una transformación o como una enfermedad colectiva.


R.—Bueno, en este caso Gonzalo, yo creo que generacionalmente las redes sociales, es verdad que hay gente mayor de 50 que se engancha a las redes sociales, pero, en general, la gente ya de una determinada edad nos da más pereza. Y en este caso, además, existe un poco, entre los escritores de la vieja escuela, como es el caso de Gonzalo, la sensación de que tienes que estar haciendo el mono todo el rato para llamar la atención. Y que esto no es, digamos, lo que tiene que hacer un escritor serio. O sea, que el tema de que tengas que contar que desayunas por la mañana o de repente, pues, sacar una foto del viaje que has hecho y tal, pues esto me parece que no lo hacía ni Borges, ni Cortázar, ni ningún escritor serio que se ha reconocido. Pero digamos que él lo acaba haciendo no por un motivo literario, sino él siendo muy egoísta, por fin hace algo por una motivación distinta que es intentar conectar con una hija que tiene de un matrimonio que acabó en un divorcio, hija de 17 años con la que no consigue de alguna forma entablar una relación fluida porque primero porque es la edad siempre es complicada y por otro lado porque la descuida por dedicar mucho tiempo a escribir. Entonces, cuando quiere retomar ese contacto se da cuenta que no hay forma de hacerlo y se le ocurre hacerlo a través de una cuenta falsa que habría haciéndose pasar por un poeta joven de 19 años y conseguir pues alguna forma de decirle cosas que no le puede decir porque no tiene ninguna autoridad paterna.

P.— Por cierto esa página existe.

R.—Sí, existe esa página que se llama El gatopardo19 en el que recogemos algunas de las frases del libro, algunas curiosidades.

P.—Acabas de decir, la relación con respecto a su hija es una cosa que se repite no solamente en la literatura sino en la vida, que es la edad. Pero claro, fíjate, yo voy a ser beligerante, quiero pensar que es la edad de los dos, tanto del padre como de la hija. Porque siempre nos anteponemos a la edad de la adolescencia como algo muy complicado.

R.— Sí, o sea, es evidente que ya a partir de una determinada edad tenemos más manías, somos más raros y menos flexibles, pero bueno, en este caso aparte de lo que existe es una distancia muy grande entre la gente que ya somos analógicos, difícilmente reconvertibles, y los no nativos digitales, ya es otro concepto distinto, prácticamente su entorno no se entiende sin el mundo digital.

Entonces, lo que venía siendo siempre una brecha normal entre generaciones, pues ahora ya es un abismo, porque los hábitos de todo tipo son completamente distintos por esa integración de la tecnología desde tan pronto.

P.—Volviendo al tema de los autores jóvenes de los youtubers, digamos que se está valorando más un like, que una buena novela, que una buena escritura.

R.—Bueno, es que al final lo que importa más es que el escritor o la persona que va a publicar ese libro pues tenga muchos seguidores y ya tiene asegurados una cantidad de libros metidos. Es una plataforma muy importante para saber qué vas a hacer con ese autor. Y el contenido del libro, muchas veces con los libros de los youtubers pasa lo mismo que con el libro del futbolista, no es tan importante lo que cuentan como tener pues una parte, un objeto que de alguna forma te identifica como seguidor de alguien.

Pero muchas veces la verdad es que pienso que ahora mismo que es difícil es para alguien que escribe, ya igual si es la primera vez que escribe o ya has escrito otras veces, si no tienes ninguna plataforma de nada, si no estás en las redes, porque hay mucha gente que no apetece estar en las redes, si no tienes una trayectoria que te avale y que de alguna forma te permita ya construir sobre éxitos pasados.

P.— ¿Vivimos bajo la dictadura del algoritmo?

R.—Sí, la dictadura de los seguidores totalmente. Yo creo que en todo. Incluso los medios de comunicación están condicionados por el algoritmo. El comprador está condicionado por el logaritmo. Estamos todos condicionados por los algoritmos, mucho más de lo que pensamos.

Y yo creo que al final es un poco raro, porque muchas veces no sabemos en qué consiste ese algoritmo.


Nos tienen totalmente localizados, pero no sabemos qué es eso. Hay también para ofrecernos determinados productos. A lo mejor es por otro tipo de motivos por el que nos inducen a comprar determinadas cosas.

P.—¿Crees que estamos, condenados a entendernos con nuestros hijos precisamente en esta era digital?

R.—Bueno, condenados, no tenemos más remedio. Por eso, estamos condenadísimos.

Al final, entendernos con nuestros hijos más allá de todo, porque al final son nuestros hijos y los queremos, y queremos entenderlos. O sea, que en ese sentido tiene bastante razón de ser que este personaje tan egoísta como es Gonzalo Montenegro rompa esa frontera digital e intente comunicarse a través de las redes sociales, porque es que, de alguna forma, ya ha pasado, siempre ha pasado en todas partes, que hay un momento determinado que los padres no entienden nada de los hijos. Y ahora es que, pues, directamente, cuando llega tu hijo y se mete en la habitación con un teléfono móvil, no tienes ni idea de lo que está pasando. Puede estar robando un banco, puede estar cayendo en una red de pederastas, puede estar pasando cualquier cosa que ni te puedes suponer.

P.—Jesús y su madre, esa relación que tienen tan, voy a decir, materialista.

R.—Es que claro, en este caso es un futbolista multimillonario, el Messi de nuestros tiempos, que tiene como agente a su propia madre. Entonces, bueno, ya es un tema que trasciende la relación paterno-filial y entra en el mundo de los negocios, pero es que es un fenómeno muy habitual en el caso de los futbolistas porque pues tienden a ser víctimas de desaprensivos normalmente y la familia intenta estar, digamos, representar sus intereses para que no les timen.

P.—Muchas veces acaban siendo timados por su propia familia.

R.—Sí. Había algunos casos frecuentes que hemos visto de padres de deportistas o de artistas que son luego demandados por los propios famosos porque se aprovechan en un momento determinado que se acaban creyendo que el dinero es suyo cuando en realidad es de sus hijos por mucho que ellos los hayan orientado y tal. Entonces, Paqui, digamos, por un lado intenta hacer todo lo que él quiere que es mejor para Jesús, pero también de alguna forma lo que es mejor para ella.


P.—El humor en esta historia, de Gervasio Posadas, es necesario.

R.—Siempre, desde luego, pero es necesario para sobrevivir dentro de lo que es el personaje de Gonzalo.

P.—¿Cómo definirías a un escritor maduro?

R.—Es que depende, claro, si es un escritor que le va bien o un escritor que le va mal. Son dos cosas muy distintas. Si es un escritor que le va bien, pues bueno, es una persona que, de alguna forma, tiene una vida bastante metódica y bastante organizada en torno a su trabajo como escritor.

Y, aparte, tiene una serie de recompensas como que bueno no tiene que estar pensando dónde va a publicar su próxima novela ya tiene una cierta presión editorial para entregar un manuscrito cada equis tiempo, pero tiene una poco digamos una maquinaria hecha, también las promociones suelen ser muy estructuradas y organizadas con tiempo, etc. Y, bueno, en el caso de un escritor de clase media, al final, el éxito es conseguir seguir publicando, conseguir mantener el interés suficiente como para seguir publicando las historias que a ti te gusta contar. Creo que es muy distinto y, por otro lado, tienes que ganarte la vida en otras cosas y tienes que también dedicarle mucho tiempo a eso. La escritura acaba siendo más bien un hobby que no un trabajo.

P.—¿Qué relación tiene El gatopardo con Gervasio Posadas?

R.—En primer lugar, es una novela que me gusta mucho y que entra dentro de ese grupo pequeño de novelas que he releído varias veces. Y, por otro lado, tiene esa... Es un poco esa historia del hombre maduro que llega a tener un momento de sabiduría, pero que a la vez ve como los cimientos de esa sociedad en la que él dominaba un poco todos los palos, de repente se resquebraja por los cambios. Y al final, primero, siempre estás en una situación de cambio, pero ahora mismo estamos en una situación de cambio realmente dramática y creo que ese pragmatismo y esa tranquilidad con la que el príncipe de Salinas se toma los cambios de época creo que es un referente interesante para tener en cuenta en estos momentos. No es que yo sea ni aristócrata, ni tenga que defender mis tierras como el de Salinas, pero sí que de alguna forma tienes que defender tus valores y hacerlos valer en estos tiempos.

P.—Dime una cosa, cuando no puedes dormir, en lugar de contar ovejas, o te vas a la feria del libro e intentar aniquilar todo el que sobra.

R.—Es curioso porque hay bastante gente que me ha dicho que a ti también te pasa. Para dormir te tienes que imaginar que estás matando gente desde un tejado. Pero no exactamente desde la feria del libro, pero sí que alguna vez he utilizado esta especie de imagen para dormir. No sé por qué, me resulta muy relajante.

Es horroroso porque suena muy paranoico y enloquecido, pero...

P.—¿Y tus víctimas tienen nombres y apellidos?

R.—No, no, normalmente siempre es una cosa que estoy como en una muchedumbre de gente muy grande y de repente pues por lo que sea hay una figura que te llama la atención y disparas y tal, pero no, no es una cuestión de revanchismo contra nadie en concreto. No sé, no estoy mal de la cabeza.

P.—No, es que imagínate que pones nombres y apellidos y al día siguiente fallece por otra razón. Dices, ¿cómo puede ser esto?

R.— No, no estoy lanzando maldiciones a nadie en concreto, pero no sé, debe ser que tiene una especie de premisa onírica ese sueño, que tampoco han sido millones de veces que lo utilizo, me he quedado dormido muy rápido.

P.—A mí me parece muy original la forma en la que comienzas, porque claro simulas una especie de thriller, un asesinato en masa.

R.—Bueno, es que en principio pretende ser un poco una parodia de los thrillers modernos. Es verdad que muchas veces, como lectores, tendemos a buscar un sobreestímulo que durante la primera página del libro pasan muchas cosas para engancharte. Que haya un gorila asesino, un terremoto, varios muertos en un accidente de tren... Entonces, esto de alguna forma es una parodia de cómo podría arrancar un thriller como los que en cierta forma detesta Gonzalo.


Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega


Editor de sonido: Manuel Muñoz

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