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«Escribir sobre la guerra me ha cambiado. Ya no soy la misma»
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«Escribir sobre la guerra me ha cambiado. Ya no soy la misma»

"Paloma Sánchez-Garnica viaja a Berlín y cierra su trilogía con Victoria (Premio Planeta 2024).

viernes 04 de julio de 2025, 19:14h

"Berlín como testigo de la humanidad rota"

Paloma Sánchez-Garnica y los ecos de la historia: Berlín como testigo de la humanidad rota.

Viaje a Berlín, 4 y 5 de julio de 2025

Las calles de Berlín guardan aún la memoria del estruendo. Aquel que dejaron las bombas, los gritos, los juicios y los silencios. Y es precisamente entre esas ruinas, físicas y emocionales, donde la escritora Paloma Sánchez-Garnica ha decidido cerrar su trilogía con Victoria, novela ganadora del Premio Planeta 2024, tras La sospecha de Sofía y Últimos días en Berlín.

En la ciudad donde los muros cayeron más de una vez, la autora madrileña camina con la serenidad de quien ha aprendido a mirar la historia con ojos humanos. “Me interesan los sentimientos universales —dice—, cómo una mujer como yo actuaría en un contexto tan adverso como la posguerra”. Así, construye a Victoria, una madre, una luchadora, una sobreviviente, que huye del miedo solo para encontrarlo vestido con otro uniforme, en otro idioma, con otros nombres.

La entrevista ocurre tras un recorrido emocional por la capital alemana. Durante dos días, Paloma ha ejercido de guía improvisada para un grupo de periodistas que, cuaderno en mano, la seguimos por los escenarios que inspiraron su historia. En el Alliierten Museum, entre reliquias de la ocupación aliada y los restos del espionaje de la Guerra Fría, la autora nos habla de “un aire denso, lleno de necesidad y miedo”, que respiraban sus personajes en 1946.

La caminata prosiguió hacia la antigua Radio RIAS, emisora creada por los estadounidenses en plena posguerra, donde trabaja la protagonista de la novela. Hoy transformada en sede cultural, el edificio aún conserva la carga simbólica de las voces que moldeaban la verdad según el lado del muro desde el que se hablaba. “También había que sobrevivir al discurso”, nos comenta Paloma, con una mirada que va más allá de la fachada.

Paseamos por la Karl-Marx-Allee, esa arteria monumental que el régimen comunista erigió como vitrina del supuesto progreso socialista. Pero a pocas calles, el contraste con los bloques de hormigón prefabricado deja claro que la utopía era solo fachada. En la novela, esa tensión entre apariencia y realidad atraviesa toda la trama.

Subimos a la terraza del aeropuerto de Tempelhof, hoy reconvertido en parque público. Desde allí, observamos una ciudad que aún se recompone, mientras la autora nos recuerda cómo aquel aeropuerto fue un símbolo de resistencia cuando los aliados lo utilizaron para abastecer Berlín occidental durante el bloqueo soviético de 1948.

En el puente Oberbaumbrücke, que durante décadas fue frontera para peatones entre Este y Oeste, se detiene el grupo en silencio. Allí, en la ficción, sucede un momento clave de la trama. En la realidad, sigue siendo una cicatriz visible. Hoy cruzado por ciclistas y turistas, aún guarda en sus arcos el eco de despedidas y vigilias.

Las comidas, como la literatura, también sirvieron para compartir impresiones. En el París Bar y el Ständige Vertretung, dos espacios cargados de historia política y cultural, los debates se alargaron entre platos y copas, con la certeza de que estábamos recorriendo algo más que localizaciones: estábamos adentrándonos en una ciudad rota, compleja, pero siempre dispuesta a contarse.

Sánchez-Garnica no oculta su emoción: "He tenido la suerte de no vivir una guerra, pero la literatura me ha permitido ponerme en los zapatos de quien sí lo hizo", confiesa. Victoria es, como sus otras novelas, un intento por comprender la condición humana más allá de las ideologías, más allá del juicio fácil. “La línea entre víctima y verdugo es muy fina”, afirma.

En la novela, el miedo es omnipresente. En el Berlín destruido, en los mercados negros, en el corazón de los Estados Unidos racistas donde la protagonista busca una tierra prometida. Ahí, en esa América de promesas rotas, la autora descubre, durante su investigación, el horror del experimento de Tuskegee: “400 hombres negros, enfermos de sífilis, fueron utilizados como cobayas humanas. Ni siquiera sabían que estaban enfermos”, relata con indignación.

Para Paloma, contar estas verdades implica una gran responsabilidad: “La memoria histórica es esencial para no repetir los errores. No se trata de justificar, sino de comprender”. A través de la ficción, se obliga a mirar de frente a los fantasmas del pasado. Porque, como recuerda, “los males del ayer nos pueden volver a pasar”.

El silencio, sin embargo, también tiene su papel. En Victoria, y en la vida. “Hay verdades que, si no arreglan nada, prefiero callarlas”, confiesa la escritora al final del encuentro. “El silencio a veces también es un acto de amor”.

Al preguntarle si ya piensa en otro libro, sonríe con reserva. “Llevo 150 páginas. Pero todavía es mía”.

Paloma Sánchez-Garnica ha construido más que una trilogía sobre la guerra. Ha tejido un testimonio emocional sobre el alma humana en tiempos oscuros. Y aunque cada historia es independiente, juntas forman el retrato de una Europa herida, pero no vencida. Porque como dice la autora, “si no hay esperanza, no hay nada”.

Entrevista y crónica: Rosa Sánchez de la Vega

Fotos: Javier Ocaña

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