"Él, siempre buscaba esa zona liminal en la que Dalí aparece en lo prohibído y lo explícito"
“Quiero que mi próximo Cristo sea el cuadro que contiene más belleza y más alegría de cuanto se hayan pintado hasta hoy”.
El Cristo de San Juan de la Cruz como el mejor de los pretextos para acercarnos a Dalí. Hoy estamos en el Museo Thyssen con dos de los autores de : ¿Por qué Dalí? una maravilla de libro, con quien tengo el gusto de charlar con ellos: Javier Sierra y Montse Aguer. El escenario en el que vamos a desarrollar la entrevista es el propio Thyssen, así que entiendo que estamos muy ambientados, el sonido un tanto hueco por la ausencia de personas, un privilegio, que le dará más misterio.
—No hay nada tan evocador como un museo vacío a deshoras que te permite acercarte a los cuadros con un temor distinto y escuchar los susurros de los grandes maestros que nos rodean, que no son pocos en este lugar. Un privilegio.
Lo es. Además, un privilegio al que hay que sumar la presencia de Dalí, porque Dalí también tiene obra en la colección Thyssen y desde luego nos sirve de excusa maravillosa para hablar de una de sus grandes obras maestras que marchó de España muy pronto, porque Salvador Dalí la pintó en 1951 y de ahí ya pasó a propiedad de un museo en Escocia, en Glasgow y esta es esa oportunidad histórica en la que el cuadro ha regresado a nuestro país.
Está en Figueras, en el Teatro Museo Dalí, y con esa efeméride tan particular se ha publicado este libro, ¿Por qué, Dalí? con Montse Aguer, y con el maestro Antonio López, y con algunas líneas mías. afirma Sierra.
—Bien, vamos a viajar con vuestro libro, arrancando con este Cristo que a simple vista te envuelve, pero que tal y como lo habéis descrito, es verdad que no se le ve la cara, ese INRI que no está, pero sabes que tiene que estar, esas manos que no tienen clavos, no hay sangre, no hay ese sufrimiento de un Cristo muerto en la cruz.
Dalí nos hablaba de belleza metafísica, en este caso quería reflejar la belleza, buscó como modelo a un doble de cine, había sido doble de Gene Kelly, Los tres mosqueteros, en cantando bajo la lluvia, y buscaba un Cristo sensual y que a la vez refleja muerte y resurrección, que mira hacia un mundo particular que es su mundo, el de Portlligat, y una vez más va desde lo local a lo universal. Su universo de Portlligat se convierte en el mundo.
—Nos conmueve y yo creo que es muy evocador, seamos creyentes o no, nos transmite una espiritualidad determinada, un enigma y un misterio también.
Sin duda, yo estaba muy familiarizado con el Cristo porque tenía varios matrimonios amigos de mis padres, que lo tenían colgado en su dormitorio. Es un Cristo cuyas reproducciones han corrido como algo muy popular, muy cercano entre muchas familias desde hace muchos años.
Pero es muy distinto ver una de estas reproducciones a ver el original. Cuando tuve la ocasión hace unas semanas de poder contemplarlo, no verlo, contemplarlo en la sala que se ha preparado en el Museo Dalí de Figueres, la verdad es que me quedé muy impactado. Hay una profundidad, si me permite el término, diría que hay una profundidad metafísica, algo que va más allá de los colores, de las texturas, de la intención del artista, es fácil caerse dentro de esa perspectiva tan particular que tiene el Cristo.
Y si además, como es mi caso, y como pretendo que sea el caso de los lectores de ¿Por qué Dalí? conocer el contexto en el que se pintó y lo que le llevó al maestro Dalí a hacer esa perspectiva.
--Es un cuadro que parte de un trance místico que tuvo San Juan de la Cruz y que llevó a otro trance artístico al propio Dalí a la hora de pintarlo.
Es una obra que marca un antes y un después en la trayectoria de Salvador Dalí que viene de una pintura más surrealista, más simbólica, aquí sigue habiendo un simbolismo muy grande y sigue habiendo un poco de surrealismo, pero de repente da un salto hacia la temática religiosa que nadie se lo esperaba en Salvador Dalí. Así que, de alguna manera, Dalí revoluciona a Dalí con el Cristo y eso convierte a esta pintura en algo impactante.
—Dalí quiere viajar a Castilla, quiere reencontrarse con esa parte mística de Santa Teresa, pero lo que halla no se lo esperaba.
Sí, él hace un viaje en el año 48 a Madrid, él viene de Italia, ha estado mucho tiempo fuera en los Estados Unidos y aprovechando su estancia en Madrid quiere hacer lo que muchos turistas hacen cuando vienen a la capital ya que están aquí, pues se van a Toledo que está cerca, se van a Segovia que también está muy cerca y se aproximan con suerte a Ávila.
Él lo hizo, se acercó a Ávila y allí quiso ver el convento de la Encarnación que es donde vivió muchos años Santa Teresa de Ávila.
Hizo algunas declaraciones a la prensa, porque ya Dalí era una celebridad en aquel tiempo, diciendo que él planeaba rodar una película sobre la mística de Ávila y con esa idea seguramente llegó al convento y llamó a las puertas del convento. Pero una vez dentro, en la visita que le hicieron las monjas por los tesoros del lugar, le aproximaron a un relicario de plata. Es un relicario pequeño con un huesecillo del santo y que tiene enmarcado en cartón un dibujo que se atribuye a San Juan de la Cruz. Es el dibujo que está expirando, que está agonizando, se queda tan impactado por ver a aquel hombre clavado en una cruz desde arriba que lo pinta. Y esa perspectiva aérea es la que de alguna manera se incrusta en la imaginación de Salvador Dalí.
Esto ocurre en el año 48, en diciembre, en las navidades de aquel año. y se dedica unos años en materializar el Cristo, pero en ese tiempo, entre el 48 y el 51, escribe el Manifiesto Místico, se enreda en las profundidades del alma católica más española de la época y la destila en forma de arte sublime con aquella figura hipercúbica, el Cristo hipercúbico, que también es un Cristo, como tú decías antes, sin Inri, sin heridas, es un Cristo al que tampoco le ves el rostro, eso ya está prefigurado ahí, pero se sublimará en el Cristo de San Juan de la Cruz.
—Además es interesante porque también se habla un poco del proceso de creación de Dalí, porque seguramente cuando acaba su vida secreta, que dice que busca la fe pero que no la encuentra. Luego pinta el pan, la cesta del pan, en 1945, que es una obra icónica.
Yo creo que es su primer intento de obra maestra, tal como busca en aquellos momentos. Y luego ya cuando pinta el Cristo, también hablamos de perspectiva, de cromatismo, de enigma, o sea que él enlaza las dos obras, diciendo que incluso a posteriori se dio cuenta de que cuando estaba pintando la cesta del pan, ya tenía el concepto de Eucaristía.
—Es curioso; el cuadro más enigmático y que ya al pintar esa cesta del pan ya tiene esa perspectiva, ya tiene ese enfoque. Es que se hablan, la cesta del pan y el Cristo se hablan.
Es que la cesta del pan parece una naturaleza muerta, pero va mucho más allá. Él había visitado el Prado, siempre cuando viajaba a Madrid regresaba le decían, ¿qué hay de nuevo? y decía Velázquez, para él el Prado y Velázquez eran sus grandes referentes y entonces naturalmente él nos habla de Zurbarán, Velázquez... Esta cesta es muy enigmática. Él quiere que desfile misterio. Hay representadas varias cosas dentro del pan. Es un pan en una perspectiva que nos sorprende. Es una luz.
Es una obra que regaló a Gala. Y la llevaban siempre consigo. Hay fotos de los dos llevando el pan. Entonces, bueno, hemos querido que estas dos obras dialogaran como Dalí había querido en su tiempo.
Y, por tanto, en el libro queríamos explicar también que el Cristo no aparece porque sí, sino en un contexto determinado, un poco disruptivo, como decía Javier, porque quiere volver a lo místico, busca esta trascendencia. Y al mismo tiempo hay un dato interesante, porque en estos momentos él se autodenomina Salvador de la pintura moderna.
—Cuando vuelve de Estados Unidos unos meses antes la fe católica, que es cuando empieza a pintar escenas de la última cena, por ejemplo, ¿no? Digamos que hay ese también, ese cambio, ese camino.
Yo creo que ahí Dalí, corrígeme si me equivoco, Montse, porque tú conoces mucho mejor la figura, pero yo creo que Dalí ahí siempre quiso mantenerse entre la ortodoxia y la heterodoxia. En ese equilibrio de equidad. Sí, él no era el creyente típico, ni el converso típico, en absoluto. Él siempre busca esa zona liminal en la que él aparece lo prohibido o lo no explícito, incluso en estas últimas cenas que te evocas, no son las normales, es decir, no es la última cena tradicional en absoluto y Cristo mismo no es el tradicional. ni muchísimo menos.
—Cuando profundizas en sus lecturas de aquel tiempo, descubres personajes que aparecen en nuestro libro, en ¿Por qué Dalí?, como el padre Bruno, que es un personaje que escribe una biografía de San Juan de la Cruz muy famosa en los años 30, que a Dalí le impactará profundamente, le obsesionará tanto que terminará en París para conocer al padre Bruno.
Sí, y tendrán una conversación maravillosa que yo conocí gracias a Montse, una conversación en la que divagaban sobre el misticismo, el propio padre quiere saber hasta qué punto Dalí es un místico en sí mismo y le hace preguntas capciosas. Dalí, como siempre, es un genio, escapándose de las preguntas que lo acorralan y da respuestas maravillosas y termina desvelando que hay un poco una perspectiva pues casi de, permíteme el término, elisiaca, es decir, de Elías, el profeta Elías, el arrebatado, una visión aérea.
Todos esos elementos han sido tan ricos a la hora de confeccionar la parte que yo asumí del libro, que he disfrutado inmensamente. Y la convertí en una interpelación con Dalí. A mí lo que me pedía el cuerpo con todo esto era hacerle preguntas, era interrogarle sobre por qué, de ahí viene el título, por qué tomó las decisiones que tomó y derivó en la creación de ese giro copernicano en su trayectoria pictórica.
—Un apunte que no quiero que se me olvide ya que ha nombrado a Bruno, describe también ese vértice de la cruz, perdido, pero que se está invitando a profundizar en su obra.
Pero mira, lo que no se ve en el arte cuando un artista, me refiero sobre todo a artistas del Renacimiento, pero es que Dalí era un renacentista también, o sea, podría ser un surrealista, pero era un renacentista. Cuando un pintor de ese periodo pinta la ausencia, es decir, hay algo que no ves pero que sabes que está por una proyección, por lo que sea, te está invitando de alguna manera a que lo imagina, a que te implica, a que no haya esa distancia tradicional entre el objeto creado y el que lo contempla, a que haya una fusión y eso es a lo que invita ese Cristo de Dalí, está colgado, de dónde, y esa pregunta, esa inquietud es lo que te hace abrazar la cruz porque piensas que se te va a escapar volando y por eso te metes dentro.
--"El surrealismo soy yo" ¿Habríamos conocido a un Dalí bien distinto si no hubiera hablado tanto?.....
Sigue la entrevista en Spotify y Youtube de Rosa pasa página.