"La culpabilidad de ser hijas en algún momento porque cambiamos la vida de nuestras madres"
La literatura no es infancia, ni origen, sino el horizonte de destino para Paula, que sueña con tener una biblioteca propia, educada en una familia donde los libros son peligrosos para la salud y donde su madre tuvo hijos y escondió, como pudo, su frustración.
—¿Cómo es una infancia sin libros?
Bueno, una infancia de búsqueda justamente. Una infancia en la que en un momento determinado los libros llegaron desde afuera. Había un señor que tocaba el timbre una vez al mes de mi casa, vendía libros por catálogo. Parece que estamos hablando de una prehistoria. Eso era hace unos treinta y pocos años en un pueblo de la provincia de Buenos Aires,
—Donde no había biblioteca.
No solamente en mi casa no había biblioteca, sino que en el pueblo tampoco había biblioteca, tampoco había librería, tampoco había cine. Entonces ese señor que todos los meses tocaba el timbre de mi casa y vendía libros por catálogos, era para mí una de las visitas más esperadas en el mes y después me pasaba días y días enteros mirando esos catálogos para elegir libros. Por suerte sí lo que me dieron mis padres es la posibilidad de... me dijeron que sí a todos los libros que yo quisiera pedir. Entonces, a partir de ahí, los libros siempre fueron esa cosa que ocurría fuera de mi casa, ¿no? Fuera de ese primer ámbito de intimidad, de ese núcleo primero al que llegamos. Me permitieron ampliar la porción de mundo que me había tocado, como construir una ventana para poder ver otras vidas, otras posibilidades, que otro tipo de vidas eran posibles. Y a partir de ahí siempre fue un modo de búsqueda, un modo de ir hacia afuera, de ir a ver qué otra cosa tenía la vida para mí y es siempre digo que es la relación más estable que tengo en la vida es con los libros , es con la lectura, es con la literatura.
—La madre de Paula se casó muy joven, tuvo hijos y escribe diciendo que estrujaba ese paño de cocina quizás amortiguando algo que tiene, bueno, que ya ha sufrido, que ya ha vivido.
Sí, sí, para mí, yo creo que tenía que ver con esa frustración de una vida que anhelaba y que no pudo tener. Mi madre era una mujer muy inteligente, que estudiaba, que se estaba siguiendo una carrera universitaria y que en un momento determinado, bueno, su padre fallece, ella tiene que volver a trabajar al negocio familiar, acompañar a su madre, y ahí conoce a mi padre, muy rápidamente se casa, muy rápidamente me tiene a mí, y bueno, a partir de ese momento su vida quedó un poco reducida al ámbito de la intimidad familiar, a ser madre, a ser esposa, esposa a desde un marido de estructura típica patriarcal que muy machista, en donde entonces hasta los recursos económicos eran una fuente de poder, de desigualdad entre ellos. Entonces crecí con esa visión de entorno a la maternidad que no me devolvía un espejo de felicidad, esa experiencia de maternidad.
Entonces yo creo que por eso el deseo de maternidad no formaba parte de mi vida, sino más bien quise construir una vida un poco opuesta a cómo había sido la vida de mi madre. Entonces por eso me fui de mi casa muy chica.
Bueno, los libros, los libros fueron un gran nacimiento de mi vida para la libertad, para la independencia, el trabajo también, la carrera universitaria, la carrera profesional. Me construí una vida de una mujer independiente que no se planteaba la posibilidad de una maternidad, porque bueno, la maternidad que yo conocí era una maternidad que terminaba en eso, estrujando un paño de cocina por frustración, por bronca, por enojo y no era eso lo que yo quería para mi vida.
—Caminar con tacones en un mundo de hombres, lo describe porque acabas de decir que has sido abogada, profesora, has ido caminando y querías crear una librería desde un principio.
Una librería, yo casi diría, a distancia, porque empiezas a dividir tu mundo en tres puntos distintos, Madrid-Barcelona y tu lugar de origen. Y pisar fuerte con tacones finos.
— Has hablado de la muerte de tu madre, de ese duelo, de esa tristeza y también del sentimiento de la culpa, la culpa de ser hija que reflejas en tu libro.
Sí, es una partida muy pequeña la que estás apuntando pero es una partida muy pequeña que apunta a un tema muy importante, muy profundo, que tiene que ver con con que las hijas en algún momento empezamos a sentir esa culpa de ser hijas, ¿por qué? Básicamente porque nosotras estamos más conectados con la vida y nuestras madres empiezan a estar más conectadas con, bueno, con una despedida de la vida, el envejecimiento, la disminución de ciertas facultades, así sea en un proceso natural que no sea por una enfermedad o por una muerte violenta o lo que sea, o sea hay un proceso natural en donde nuestros hijos, mi hijo, viene de alguna forma es así, es la ley de la vida, ¿no? Entonces, lo que digo en el libro es que esa culpa, esa culpa de sentir esa conexión con la vida, ese disfrute de la vida, recrudece cuando la madre no está, porque mi madre ya nunca más va a poder sentir ese contacto con lo vital que yo hoy siento.
Y también tiene que ver con qué forma de maternidad va a ser la mía, con la reflexión de cómo voy a ser yo como madre. En ese momento lo pensaba con una hija porque mi madre siempre decía que yo iba a tener una hija, finalmente tuve un hijo, pero eso con una reflexión sobre esto que decía, nuestros hijos vienen de alguna forma a tomar nuestro lugar en la vida y hay que hay que lidiar con eso también.
--en tu libro abunda el sentimiento de maternidad, es un sentimiento que se tiene mucho antes de quedarte embarazada, por alguna razón.
Bueno, supongo que para las mujeres les ocurre de forma diferente. En mi caso me costó mucho llegar a darme cuenta del deseo de maternidad, no fue algo con lo que crecí para nada, justamente por esto de construir una forma de vida muy en oposición al modelo de mi mamá. Me costó mucho darme cuenta de que estaba ese deseo en mi interior y no pasó mucho tiempo entre que me di cuenta de eso y que empecé a buscar un embarazo con mi marido y de hecho en el proceso de las pérdidas, perdí dos embarazos en ese proceso, que ahí empezó la escritura de este libro, empezó siendo como una especie de diario, de registro de ese tiempo de pérdidas, de búsqueda y de pérdidas. Para mí era muy importante dejar asentado que mi deseo de maternidad no quedara identificado con una falta. En ese momento de incertidumbre, de que yo no sabía si efectivamente en algún momento iba a poder ser madre o no, no sabía ni siquiera si había alguna causa específica biológica en lo que a mí me pasaba en esas pérdidas repetidas que tuve de embarazos. Bueno, era importante para mí que eso que me había costado tanto identificar dentro mío el deseo de maternidad pudiese ser gozado como un fin en sí mismo, como un bien en sí mismo. Haber descubierto el deseo de maternidad para mí era algo digno de ser celebrado independientemente de qué pasara después en ese trayecto.
¿Las pérdidas son un acontecimiento que nos impone por defecto o por sabiduría de la naturaleza? ¿Qué crees?
A ver, en mi caso por las dos cosas creo que fue. Por defecto porque lo podrían realizarse con un defecto biológico que tiene que ver con que tengo una condición que es la trombofilia que es lo que hace que perder embarazos a repetición y de hecho tuve que hacer un tratamiento para que el embarazo valentín llegara a término con heparina que todos los días me tienen que inyectar entonces por un lado de un defecto de la naturaleza.
—¿Por defecto o por sabiduría de la naturaleza?
Por sabiduría de la naturaleza. Por sabiduría de la naturaleza, en mi caso, porque sí que creo que me faltaba hacer un proceso, un proceso final sobre, que lo hice en psicoanálisis, porque eso hacemos los argentinos. Españoles también.
—¿También últimamente?
Sí, creo que se hace bastante. Mira, bueno, para mí fue una cosa muy importante en mi vida, el psicoanálisis, y creo que en ese momento me hacía falta volver sobre ciertas cosas que me habían quedado como abiertas, como no resultados, sobre todo de mi vínculo con mi padre. También hubo un trabajo intenso que tuve que hacer en ese tiempo de las pérdidas, entonces creo que por sabiduría de la naturaleza, porque además incluso el tratamiento que tuve que la heparina es algo que te tenés que inyectar todos los días, entonces para mí eso. También fue un modo de reafirmar todos los días mi deseo de ser madre, todos los días yo tenía que hacer un gesto, un gesto que me significaba incomodidad, que me significaba dolor, de decir si quiero, quiero todos los días. Entonces, bueno, las dos cosas.
—Si pudiéramos añadir algo al título de tu libro, ahora que ya lo has escrito, que ya eres madre, ¿qué le pondrías? ¿La librería y la diosa?
No sé si agregaría, sí te puedo decir un título alternativo, un título anterior alternativo, que se llamaba Arte Solar porque la cerámica es un arte solar que requiere de la luz, del calor, para que algo se frague, para que la pieza adquiera su forma final y pueda permanecer en el tiempo. Y creo que la maternidad también. La maternidad es algo que uno tiene que hacer de alguna forma de la esperanza.
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