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«En política se usa mucho el tema de la herencia para tirar los balones fuera»

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"Los alemanes" Premio Alfaguara 2024

domingo 21 de abril de 2024, 09:39h
"Todos los potentados industriales se tienen a sí mismos como benefactores de la humanidad"

Rosa pasa página tiene una cita con el último ganador del Premio Alfaguara 2024 Sergio del Molino con “Los alemanes”

“Sepultar un cadáver al estilo antiguo, una tumba excavada en la tierra. No sería en un nicho, ni siquiera en un panteón. Nuestra familia tenía pedigrí para elegir uno. Pero mi familia prefería la gloria íntima de esa parcela aneja al Camposanto municipal, hecha de tierra alemana. Allí estaba mi madre pegada a la tapia y bajo un tilo que se alimentaba de ese rico abono. Al otro lado del árbol, el abuelo, muy cerca de él, su padre, el bisabuelo Hans, el Schuster primigenio. Allí buscaron el hueco para Gabi, allí cabrá mi hermana y si no tomo precauciones, allí acabaré yo”

P.—Así es como arranca la novela, en el cementerio alemán de Zaragoza. Una historia ficcionada cuyo origen se sitúa en 1916, al acabar la Gran Guerra y que descubriste de forma fortuita.

R.—La descubrí en el transcurso de unas crónicas, unas investigaciones que hice acerca de la historia de un grupo de alemanes que vino de la colonia del Camerún y que se instaló en España en la Primera Guerra Mundial, en la primavera de 1916, y yo le dediqué unos reportajes, unas crónicas, e incluso hice una exposición en Zaragoza sobre esta historia que era prácticamente desconocida y aún hoy, aunque ya tiene un poquito de bibliografía, todavía sigue siendo un episodio muy marginal y muy poco conocido. Y desde entonces me fue acompañando.

P.—Con quien abría la entrevista es Fede, un hombre que se le resistió a su padre, que quería un nombre en alemán, pero que gracias a su madre, cito textualmente: “una mujer avasallada por ese animal que se camuflaba bajo la ausencia de un viejecito frágil” , pudo evitarlo.

R.—Fede, es el hijo pequeño de los tres de la familia Schuster y es el que tiene mayores problemas de integración tanto en su país, como en su ciudad, en su familia, en su campo académico. Él es germanista, en su propia vida sentimental, en todo, es un des ubicado en todas las facetas de su vida. Le incomoda absolutamente todo, le incomoda su legado, le incomoda pertenecer a su familia, le incomoda la ciudad donde vive, le incomoda la universidad en la que trabaja, todo le viene grande y se defiende de ello mediante sarcasmos y mediante distancias irónicas que le van pasando factura.

Y es un personaje que algunos lectores primeros de la novela identifican conmigo, me asocian y dicen ¡ay, te has proyectado! ¡Tú eres Fede!

P.—¿Y, es así?

R.—Bueno, yo soy todos, yo estoy en todos. Pero ahí hay una parte, la parte que tiene más que ver con lo intelectual, porque Fede es un intelectual, es un germanista más o menos fracasado, más o menos que no ha tenido una carrera brillante, pero bueno, que tiene su puesto en la universidad y tiene sus obsesiones y sus cosas, y una sensación de fracaso colectivo, de que él siente que las humanidades a las que él pertenece no son capaces de dar una respuesta al mundo. Y en ese sentido sí, es probablemente el personaje que con su discurso intelectual sí que me identifica más, aunque no lo comparto al 100%, pero sí que me identifico mucho con él.

P.—El entierro es de Gabi, que es uno de los hermanos.

R.— Bueno, Gabi es ese personaje, “la Rebeca de este libro”, que es un personaje que está muerto y cuya muerte además propicia la acción porque la novela empieza en su entierro y es cuando se encuentran sus otros dos hermanos, es el hermano. mayor de los Shuster, el que tendría que haber sido el heredero del imperio de las salchichas Shuster, que es de donde procede la fortuna familiar, pero ni él tenía disposición de darlas, ni la empresa estaba ya para heredarse porque estaba arruinada, ya estaba a punto de desaparecer y de hecho cuando empieza la acción de la familia y con todo lo que significa, y ha llevado una vida completamente ajena a los códigos de la colonia alemana, a los códigos. de Zaragoza incluso, y a los códigos del más mínimo decoro. Es homosexual, es un rockero, un gamberro musical que, contra todo pronóstico, ha tenido un enorme éxito a pesar de que no se cree su propia faceta de música y a pesar de no creerse nada de lo que hace.

Entonces, su vida la vamos conociendo a través de evocaciones que van haciendo algunos de los personajes acerca de su vida como músico, de su vida como adolescente, sus conflictos tempranos con el padre, es el eje que va vertebrando, que va amalgamando la relación de los dos hermanos. Los demás personajes, el punto de unión que tienen todos es a través de Gabi y Eva, y a través de la relación y la mirada que tenían con él…

P.—La manera de contar la historia me parece muy interesante. Hay un capítulo que casi se repite, pero lo que estás haciendo es ponerle voz a la otra persona. Estás repitiendo la misma acción en primera persona desde distintos personajes. Es una estrategia y es el germen de la novela.

R.—Yo quería que la novela fuera dos novelas en espejo. Y que se contase la misma historia desde el punto de vista estrictamente de los dos hermanos. Y que se jugara el enfrentamiento de los dos. Pero cuando empecé a armarla vi que necesitaba más voces y que funcionaba mejor con mayor polifonía. En general, la historia es un rompecabezas que sólo el lector conoce. La totalidad de la historia solo la conoce al lector porque los narradores, cada uno tiene una visión muy parcial, muy interesada y muy sesgada de lo que ocurre. Y el lector no solo lo conoce todo, sino que sabe los prejuicios que llevan algunos.

P.—Hay un momento, que no voy a desvelar, en la novela, en la cual una de las protagonistas toma una decisión con respecto a un mentor suyo, que es muy injusta. Y que está profundamente equivocada. Solo el lector sabe cuán equivocada está. Ella no tiene las herramientas para saber que ella se siente traicionada y el lector sabe que no la han traicionado. Entonces hay un momento en el que el lector se revela pero por qué es tan injusta.

R.—Me lo han dicho varios lectores y me gusta mucho que funcione. Porque eso es lo que yo quería conseguir. Que el lector supiera todo y que encima pudiera no sólo juzgar los comportamientos de los personajes, sino al tener más información saber lo equivocados que están en muchos aspectos.

P.—Si funciona. Hay otro personaje, Rapsoda, por ejemplo, hay una escena en la que dice que “el hambre tardaba un par de generaciones en borrarse de los genes”.

R.—Es cierto, él se sentía orgulloso de alimentar a esos españoles que aún llevaban en los huesos el rocío de los campos por cosechar. Carne para los pobres, carnes a un buen precio. Sus padres vivieron una cuaresma eterna.

Todos los potentados industriales se tienen a sí mismos como benefactores de la humanidad, y lo vemos cuando hacen declaraciones. Por ejemplo, no lo vemos en el caso de Inditex porque no sale nunca. De vez en cuando da unas máquinas, pero no tenemos su discurso, no sabemos cómo se ve a sí mismo.

Pero Juan Ros, se ve como un benefactor. Y en ese sentido pues tiene esa justificación y esa cosa de grandeza, para justificar que en realidad se están metiendo carne de malísima calidad y la riqueza de su familia procede de casi el envenenamiento masivo…

P.—Vamos con estos alemanes que llegaron del Camerún. Un puñado de familias muy bien asentadas porque en el fondo se habían establecido allí, cuando deberían haber regresado a Alemania, tendrían que haber sido repatriados.

R.—Estaban custodiados por el ejército español, pero bueno, en realidad, en la práctica, lo que eran ciudadanos que estaban haciendo su vida y podían tener sus empresas, sus negocios, casarse, hacer lo que quisieran. Y eso es lo que hicieron.

En lugar de volver a una Alemania en ruinas en el año XIX, buscaron todas las artimañas legales, y lo que hicieron fue casarse rápidamente para poder tener los papeles y quedarse en España. Entonces se quedaron y se quedaron en un limbo, porque ellos, su mundo colonial de Camerún había desaparecido, su Alemania de Bismarck había desaparecido también, y la España en la que no terminaban de reconocerla.

Y entonces, los años posteriores a la Primera Guerra Mundial son de mucha desorientación para ellos. Y cuando llega Hitler, cuando llega el Tercer Reich, lo que sienten ellos desde el exterior, desde España, y le pasa a todas las comunidades alemanas en el extranjero, lo que ven en Hitler es alguien que les devuelve la Alemania que ellos creen que han perdido. Entonces se vuelven nazis muy entusiastas, son los más entusiastas de todos porque además no sufren el desgaste de la política de Alemania, para ellos es un ideal, es algo que está ahí lejos y se vuelven muy entusiastas y cuando se produce el hundimiento de Alemania al final de la segunda guerra mundial y los nazis empiezan a huir despavoridos hacia Latinoamérica, pero también hacia España, en muchos lugares de España, pues la colonia alemana de Zaragoza, entre otras colonias, se convierte en un nodo, en un punto de refugio muy importante que les acogen, les dan recursos. y les facilitan la huida a todos los nazis porque ellos son, en fin, los consideran sus compañeros, sus correligionarios y los representantes de la verdadera Alemania que ha sido derrotada.

Y en España se les deja hacer…

P.—Volvemos al inicio del cementerio, porque la descripción es quiénes están sepultados ahí y quiénes lo estarán cuando mueran. Heredas también esa tierra, ese lugar, ese sentido de pertenencia incluso ya después de muerto, que un poco es el tema principal de la novela. Cómo se puede heredar todo lo que han vivido tus padres y tus abuelos.

R.—Claro, y eso en términos con música alemana, con bandas oro alemana, esto tiene mucho más sentido porque es un tema fundamental del legado cultural alemán. Los alemanes tienen una relación con los cementerios distintos a la que tienen otras culturas europeas. Los cementerios alemanes, incluso en grandes ciudades como Berlín, están en el centro, son parques, están integrados urbanísticamente dentro de la estructura de la ciudad. No se consideran sitios mórbidos, ni lugares que evitar ni poblados de fantasmas, sino que son lugares donde vas los domingos pues a ver la tumba del abuelo, o si no es la tumba del abuelo, es un lugar agradable donde se pasea y demás. Y en ese sentido lo trasladan los alemanes a su propio cementerio en Zaragoza y lo transmiten generación tras generación. Realmente eso todavía hoy, las pocas familias que quedan van de vez en cuando a cuidar su cementerio y además. Y eso está encadenado en la cultura alemana que tiene una relación con la tradición muy potente y la ejemplifica con esa relación entre los muertos y los vivos.

P.—El sentimiento de culpa también se hereda. Todo se hereda, de los padres heredamos todo, lo bueno y lo malo; siempre lo malo. La cuestión es qué hacemos con ello. Podemos vivir de espaldas a ello, podemos ignorarlo, muy poco rechazan la herencia, porque rechazar la herencia implica huir de los notarios, pero podemos dejar que se hunda, podemos hacer muchas cosas…

La idea de la novela es que nadie escape de la herencia de sus padres. Y heredamos también esas culpas porque nos las van a echar en cara. También la utilizamos para justificar nuestro comportamiento en un momento determinado.

P.--Soy así, y mi comportamiento es así porque lo he heredado, me libro de todo, me comporto así y punto.

Sí, lo interesante es lo que hacemos con ello. Hay gente que se pasa la vida echándole la culpa de todo lo que le pasa a sus padres, y políticamente también lo vemos, aquí hay una tendencia en España a echarle la culpa de todo lo malo que les sucede a los padres, es que claro, incluso se habla, hay un cliché político de los gobiernos en España que siempre se lo achacan todo a la herencia recibida. Siempre le echamos la culpa a la herencia, nos viene muy bien tirar balones fuera.

P.—Schubert suena mejor gracias a Rubén y teniendo la suerte de tener un melómano premium como la de Rubén.

R.— Pues suena muy bien…La música clásica es un descubrimiento relativamente reciente en mi vida, pero muy apabullante. Es de las cosas que más marcha me han dado en los últimos años. Eso y el judaísmo. Bueno. Sin haberme convertido en la cultura judía, en la obsesión por la cultura judía. Sí. Son las dos alegrías intelectuales y sentimentales que tengo cuando ya parece que tienes la vida hecha y ya parece que todas tus aficiones son del pasado, pues renovarlas y de repente ponerte a descubrir campos tan vastos, tan enormes, tan ricos y tan exugerantes, la verdad que es una maravilla.

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