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«La música es lo contrario del miedo, incluso del miedo a la muerte»

«La música es lo contrario del miedo, incluso del miedo a la muerte»

"Música en la oscuridad"

jueves 04 de julio de 2024, 08:58h

Rosa pasa página

"Me fascinó el clarinetista, sastre que lo tenía todo en contra y consiguió devolver la dignidad al caciquismo a través de la música"

“Rosa pasa página” charla con el escritor Antonio Iturbe, que ha publicado “Música en la oscuridad” (Seix Barral 2024). Ambientada en el invierno de 1930, Mariano es maestro clarinetistas y sastre de profesión, llega junto con su mujer al barrio de Casetas, va hacerse cargo de una banda municipal compuesta por campesinos sin formación, ni conocimientos de música. Quiere devolver la dignidad a una comunidad sumisa por el caciquismo a través de la música.

“No todos se han ido. En la explanada de tierra, atento a esa música que de tan alegre suena triste, permanece de pie bajo la lluvia un anciano solitario vestido con un impermeable azul oscuro. Sus manos ásperas de agricultor sujetan a sus dos nietos, que tiran de ellas, para librarse de esa tabarra metálica de trombones y platillos para poder pisar los charcos”

P.—Abríamos con esta escena que te traslada en el tiempo. Entiendo que uno de esos nietos eras tú.

R.— Efectivamente, estaba yo en otra vida, porque parece que la infancia es un mundo tan lejano y sin embargo está dentro de nosotros.

P.—Y años después ese nieto pequeño, ya en edad de regreso, al rebuscar en uno de esos armarios de esos que no se abren nunca, encuentra ese impermeable azul de su abuelo, cuyos bolsillos llenos de preguntas y respuestas. Una de ellas es, por qué nunca el oíste tocar.

R.— Al final de la vida arrastramos un saco gigantesco de preguntas. Y sobre todo a esas personas que cuando ya no están es cuando más querríamos preguntarles. Con el pequeño recurso de la literatura, intento poder responderme a aquellas preguntas que no hice en su momento.

P.—Magnificamos aquello que ya no podemos cambiar y nos quedamos con lo mejor. Y en este caso, esas preguntas te las respondes tú mismo. En todo caso hablamos de Jerónimo, pero en realidad este libro está quizá enfocado más a Mariano.

R.—Sí, al final es la propia historia la que emerge por sí misma. El hilo del que tiro es el de mi abuelo, que se decía en casa que había tocado el saxofón, pero yo nunca lo vi tocar, y me pregunto, lo que no le pude preguntar, cómo era posible que un agricultor rústico que apenas fue un par de años a la escuela fuera capaz de tocar un instrumento tan sofisticado como el saxofón. Y a partir de ahí fueron surgiendo una pregunta tras otra en cadena.

Y empecé a preguntarme sobre algo que para mí es un gran misterio y un gran enigma: ¿qué es la música? ¿De qué está hecha la música, eso que es invisible, que no tiene tacto, ni olor, ni forma y sin embargo nos transforma? Y a partir de ahí empezaron a surgir algunas respuestas y una de ellas fue ese personaje que mencionas, Mariano Lozano, un clarinetista que llega en el año 1930 a esa pequeña población de Casetas.

P.—Sí, además dices: “Mariano mira a Joaquina encogiéndose de hombros. Habría querido ofrecerle para empezar su nueva vida un transporte mejor que ese carro con olor a gallinero y ese cochero de malasombras”. Pero las sombras no se eligen, son ellas las que nos persiguen a nosotros.

R.— También hay muchas sombras en esta historia. Hay luces y hay sombras, como en todas las vidas, al final nuestras vidas tienen momentos luminosos y otros oscuros, sabemos que nacemos para morir y eso inevitablemente en cualquier momento de luz también genera sus sombras y aquí en los años 1930 en España hubo grandes luces, hubo ese afán de la república por cambiar el mundo y hacer una España más nueva y también enormes sombras también que cayeron, como sabemos, con la guerra.

P.—la música es universal, porque no necesita traducción, te transporta, de emociona, no es como en el caso de un libro, que necesitas entenderlo. Para conseguir las emociones.

R.—Sí, hay algo que no pueden explicar ni siquiera los científicos, ni los neurólogos, a los que les gusta mucho situar en nuestro cerebro las zonas, las que pertenecen al lenguaje, a un idioma, a otro idioma. Las músicas no son capaces de fijarlas un único punto. Oliver Sacks, el neurólogo, dice que la música depende de hasta una docena de redes neuronales en nuestro cerebro. Está un poco en la frontera de todo, porque al final no es más que una vibración de aire que hace mover nuestro tímpano, que es lo que causa emociones muy profundas. Nos enardece, esos himnos nos sumen en la melancolía, se nos agarra en la memoria. Hay algo enigmático en la música.

P.—Hay un encuentro que relatas en tu libro con Jerónimo al que llaman el Castro, va a lomos de su mulo, a quien prefiere hablarle porque dice que se entiende mucho mejor con los animales que con las personas.

R.—Bueno, a lo mejor en ese personaje, que es una proyección de mi abuelo, fue pionero respecto a lo que estamos viendo ahora que sales a la calle y hay todo tipo de animales de compañía. La gente está... vivimos una época en que la gente está súper apegada a sus mascotas, a sus animales. Y Jerónimo aunque es un hombre individualista, tiene más conexión con su mulo que con la gente.

P.—La bruja, la curandera, la que habla con el diablo.

R.—La bruja, es la curandera, esos personajes muy importantes que había en esa pequeña población rural como la había en todas las poblaciones de España, donde no llegaban los médicos, ellas curaban, eran personas con una enorme sabiduría sobre remedios naturales, sobre hierbas y también estaban un poco más allá de lo que podemos explicar racionalmente, esos conjuros, esa fina línea entre lo racional y lo irracional que estas personas traspasaban.

P.—El tema de las curanderas tan importante y tan contradictorio. Eran necesarias, pero al mismo tiempo se las repudiaba, se las quería mantener lejos.

R.— Bueno, hay personas que están fuera del estándar social. Decimos que su racionalidad, su ley, es otra. Obedecen un poco a esas intuiciones, a esa jerarquía de la naturaleza, de lo soñado, de lo percibido y, por tanto, chocan con el materialismo que ordena incluso hoy en día nuestras vidas.

Pero me parecen personajes extremadamente valiosos, porque al final también ven lo que nosotros en nuestro barullo diario no somos capaces de ver.

P.—Tierras y terratenientes, los duques y la servidumbre.

R.— Sí, esa es la España de los años 30. Esta es la historia de un pequeño pueblo, pero al final es una historia universal en España, quizá en Europa. Esa enorme cantidad de tierra en muy pocas manos, ese mundo pues de personas serviciales, serviles, al servicio del rico, del poderoso, y eso es algo que se muestra, obviamente, en la novela, ese choque, ese clarinetista, ese sastre de ideas republicanas, cómo tocar un poco con todos los caciques y con los poderes fácticos del pueblo.

P.—Con Joaquina representas a las mujeres de aquella época.

R.—Joaquina es una mujer de su tiempo, es una mujer muy importante, son mujeres fuertes, realmente en una época en que las mujeres ni siquiera pueden votar, están completamente excluidas del debate público, en realidad son ellas las que sostienen todo.

Joaquina es la que se asegura de que siempre hay un plato de comida en la mesa, la que saca a los hijos adelante, la que mantiene un poco el engranaje de la vida, mientras Mariano, bueno, pues es ese soñador, clarinetista, con sus grandes sueños que a veces son un tanto gaseosos. Igual que mi abuelo representa a esos agricultores que trabajan muchas horas en el campo y después, bueno, su función ahí, sea la taberna.

P.—Tenemos a Rogelio Custodio, que es el tiñoso, al regañado, el pintado, el badana y el trápala. Motes por los que se reconoce a la gente y el que no lo tiene pues, no es una persona normal. Además tampoco iban al colegio, casi siempre ayudaban en el campo a muy temprana edad. Y tocaban un instrumento de oídas.

R.—Sí, además no había otra, porque algunos no es que no supieran leer música, sino que no sabían ni leer, ni escribir letras. Pero la música, es importante partir de una base, de un conocimiento, del solfeo, sino te conviertes en un ejecutor de un instrumento, mueves ciertas teclas, haces sonar ciertas notas y eso, pues, más o menos funciona. Pero la música parte también de algo que está como mucho más atrás, mucho más adentro, mucho más intuitivo y esos agricultores como mi abuelo no tenían formación musical, pero había algo en ellos, había esa capacidad intuitiva como para coger moscas en el aire y atraparon lo que les enseñaba ese clarinetista esforzado, paciente, lo atraparon y milagrosamente, en un milagro laico, se convirtieron en músicos.

P.—La dificultad con la que se va a encontrar el profesor de música.

R.—Claro, esa persona era como mi abuelo. Él presumía cuando salía de la fábrica de azúcar. Tenían que poner su nombre en una lista, él ponía su nombre y su apellido, porque muchos ponían una cruz, porque no sabían escribir la mayoría.

Ellos inventaban sus propio lenguaje, su propia mitología, su propio universo, y efectivamente pues Mariano, que es un músico de academia, pues tiene que tener mucha paciencia con ellos.

P.—¿La música es lo contrario del miedo?

R.—Bueno, desde muy pequeños nos han dicho que el que canta su mar espanta y que cuando vuelves de noche a casa en esa soledad un poco angustiante, pues silbas un poco de la música que te acompaña, y entonces es como que crea una especie de membrana a tu alrededor, crea un mundo en el que te puedes meter. Y yo creo que sí, que es lo contrario del miedo, incluso, aunque suene así como muy rotundo, del miedo a la muerte. Porque cuando tú estás escuchando una pieza musical, bailando en una discoteca, escuchando una rumba, no te acuerdas que te vas a morir, estás en otro mundo, en otro momento, en otro lugar, en el tiempo de la música, tu vida durará lo que dure esa pieza musical.

Entonces, es algo que me parece muy asombroso y ese momento que dices en el que los dedos van más rápido que tu cabeza, que al final es un poco lo que buscamos los que escribimos, tú estás toda la vida sentado delante de una pantalla esperando ese momento en que efectivamente tus dedos van más deprisa que tu cabeza.

P.—En este libro entiendo que trata de homenajear a tu abuelo, a ese interminable azul por ponerle la parte del principio, pero también a Mariano Lozano, que murió asesinado.

R.—Sí, la verdad es que yo escribí empujado por lo que me asombra, por lo que me fascina, y este personaje me fascinó, está basado en hechos reales. Yo cuando comencé a indagar y a intentar responder esas preguntas sobre mi abuelo me encontré que efectivamente había llegado en el año 30 este clarinetista a hacerse cargo de la banda que estaba completamente dispersa y después esa banda pues tiene éxito no porque yo lo diga de una forma poética no es así porque hay reseñas de hemeroteca del Heraldo de Aragón de los años 1933-1934-35 que hablan de esa banda musical de municipal de casetas dirigida por el maestro Mariano Lozano, que actúa con gran éxito en los pueblos y los alrededores.

Bueno, pues ese personaje me fascina, sí, porque es alguien que llega, es un forastero que tiene que luchar contra todo, contra el recelo hacia los que vienen de fuera, contra los terratenientes que no les gustan sus ideas republicanas, contra, bueno , los propios agricultores rústicos que tienen que imponerse un poco, que tienen que auparse sobre la música, sin embargo, tira hacia adelante y consigue armar esa banda.

P.—Entiendo que en tu madre has encontrado algunas respuestas.

R.—Es la pequeña de los hermanos. Cuando ella nació después de la guerra ya mi abuelo había dejado de tocar, nunca lo vio tocar igual que yo tampoco lo vi, se sabe en casa que el saxofón había sido llevado a una casa de empeños. Pero efectivamente ella es un vínculo con muchas cosas con ese mundo que yo apenas entreví porque de muy pequeñito me trajeron a Barcelona, ​​mis padres emigraron desde Zaragoza, ese barrio rural que es Casetas. Yo pues ya he regresado algunos veranos pero de alguna forma un poco como un visitante, entonces mi madre sí que creció allí, sí que es un nexo que me une a todo ese mundo.

P.—Respuestas también mientras escribes.

R.—Sí. La literatura busca respuestas y busca agujeros en la realidad convencional, porque ya está en los archivos, nos la cuentan los historiadores, nos la cuentan los periodistas, pero es verdad que también para mí es importante auparme sobre la realidad, incluso para traspasarla, para dar unos pasitos más allá y rellenar con la imaginación los huecos de las cosas que no aparecen en los archivos, pero sí que las cosas hayan sucedido, es algo que me emociona mucho, que eso no sea producto de una invención sino que esa historia sucedería. Que sea algo tangible.

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