"Cuando se demoniza a las personas, las conviertes en monstruos y entonces ya no te cuesta tanto recluirlo en una playa, o en cualquier lugar sin comida, ni agua, sin una manta para que se protejan del frío"
“Rosa pasa página”, charla con Mireia García Contreras, licenciada en Sociología y máster en Periodismo que ha publicado su primera novela: “Palabras calladas” con Espasa 2024. El exilio republicano en Francia en la postguerra española y las huellas de un silencio, el de los que tuvieron que huir dejando a sus descendientes, muchas preguntas, e historias por las que seguir. Una novela que supone un ejercicio de la memoria de aquellos años. Contada con la realidad y la crudeza vivida.
“La primera vez que Rafael vio la bahía de Portbou tenía veintiún años, nueve dedos en las manos y muy pocas ganas de seguir viviendo. Aquel mar se le antojó como una enorme extensión cangrenada, pudriéndose entre las montañas, la tierra firme y el cielo ensangrentado del atardecer”
P.—No edulcoras lo ocurrido, el sufrimiento de los personajes, antes, durante y después.
R.—No quería, además el sufrimiento se ha prolongado dos, tres generaciones después. El sufrimiento no acaba con la muerte de los que lo vivieron en primera persona, en su piel, sino que ha sido capaz ese sufrimiento de traspasar el tiempo y la barrera de las pieles de las generaciones y es lo que han recibido en herencia los personajes. que vemos en la parte contemporánea.
P.—Abríamos con Rafael Fernández, que es un soldado republicano, hijo de agricultores.
R.—Rafael nació como el principal protagonista de la novela, lo que pasa es que después la novela se acabó convirtiendo en una historia coral de varios personajes, pero digamos que él sigue manteniendo a lo largo de toda la novela la batuta.
P.—En el hilo conductor.
R.—Sí, en el hilo conductor de toda la historia. Rafael se va a la guerra voluntario, muy jovencito, sin estar demasiado convencido ideológicamente, lo hace para no defraudar a su padre, que sí que era un hombre convencido de ideas republicanas muy claras, y el pobre durante esa guerra lo pierde todo, pierde a sus padres, pierde sus orígenes porque en su pueblo han vencido los nacionales y él se queda sin poder regresar, se queda sin raíces, se queda sin absolutamente nada.
P.—También sin amigos.
R.—Se queda sin amigos, sus amigos mueren y bueno, la única salida que tiene es atravesar la frontera. Y como metáfora de todas esas pérdidas, aparece en el primer párrafo ya de la novela la pérdida de ese dedo. El dedo índice de la mano derecha, que es una metáfora de la pérdida de todo porque ya no tienes ni siquiera un dedo con el que señalar.
P.— El éxodo republicano hacia Francia, ¿no? En realidad es hacia donde va Rafael.
R.—Hablamos de la retirada y una situación muy dura porque el gobierno francés la autorizaba. Ese paso, pero al mismo tiempo tenían mucho miedo por temas de enfermedad, epidemia, hambruna, por un lado, y por otro lado el tema de los anarquistas y comunistas que siempre podían cruzar también esa frontera.
P.—Se calcula que unas 500.000 personas atravesaron la frontera en esos 10-15 días antes del final de la guerra, y los que atravesaron la frontera, muchos eran soldados, muchos eran republicanos y otros eran familias que no se habían significado políticamente, pero que se vieron empujadas también a salir del país, a huir del país.
R.—El gobierno francés no lo recibió bien. Primero por una cuestión práctica, que es comprensible. De repente porque en una región en la que solo habitaban 100.000 habitantes, recibió en pocos días 500.000 personas. Eso es materialmente insostenible. Pero es que además el gobierno francés y la ciudadanía francesa también tenían mucho miedo de todo lo que venía de España, porque se había hecho una campaña de descrédito, ahora las llamamos fake news, pues bueno, ya también existían. Unas campañas de descrédito de aquellos republicanos que atravesaban la frontera. Los medios de comunicación franceses decían que llegaban los anarquistas, y los comunistas, y van a violar a nuestras mujeres, van a matar a nuestros niños.
Cuando se demoniza a las personas, las conviertes en monstruos y entonces ya no te cuesta tanto recluirlo en una playa, o en cualquier lugar sin comida, ni agua, sin una manta para que se protejan del frío.
Y…ahí estuvieron durante muchos días sin absolutamente nada. El gobierno francés no los aniquiló directamente, pero los ninguneó de tal manera que muchos acabaron muriendo.
P.—Pertenecer a ningún lugar y morir.
R.—Lo que ocurría o sigue ocurriendo pero apenas lo vemos en las Islas Griegas, y lo que está pasando con muchísimos refugiados en el Mediterráneo, que son los que tenemos más cercanos, y les damos la espalda, no queremos verlos, cerramos los ojos.
Pero están ahí, son gente que llegaron en el pleno siglo XXI, han atravesado el mar, huyendo de guerras, intentando sobrevivir, y se han encontrado en campos de refugiados que no son mucho, mucho mejores que aquellas playas del sur de Francia. —
P.— Vamos con otro párrafo y otro personaje. —¡Eso es mentira! ¡Todo lo que cuentas es mentira!
¡Nadie puede sobrevivir a tantas calamidades. Te lo has inventado todo, siempre, para hacernos creer que eres un héroe, y no un simple inmigrante español muerto de hambre, como los que vienen a la vendimia!
R.—Son duras palabras de Mathieu con respecto a su abuelo. Estamos en Portbou en 2019. Mathieu es uno de los tres protagonistas del otro plano narrativo de la novela. El nieto de Rafael.
Un personaje que es un poco frívolo, un tipo que no acaba de aceptar que ha cumplido 50 años, que no acepta la madurez y en esa aparente falta de profundidad del personaje, en realidad lo que esconde es un trauma de adolescencia relacionado con sus orígenes y de ahí viene este párrafo.
P.—Si hay algo que predomina en esta novela y en el título es el silencio. ¿Cuánto daño hace el silencio o esa falta de querer contar lo que pasó? ¿Puede ser por vergüenza o puede ser porque no quieres que tu descendencia, tus hijos, tus nietos, se vean lo que tú has sufrido?
R.—Ese silencio vino de aquella guerra, de aquel exilio, y se produjo por vergüenza y por miedo. Vergüenza por el caso de las mujeres que fueron violadas, por ejemplo, que abusaron de ellas, la culpabilidad también, ellas se sentían culpables, entonces lo silenciaron, no dejaron que eso traspasara a sus hijos y a sus nietos para proteger a sus hijos, a sus nietos, de sufrir lo que ellos habían sufrido por cuestiones políticas.
P.—Querías romper los silencios, dar voz a las palabras calladas?
R.— Sí, es una forma de intentar mostrar el dolor.
Es una novela desde luego de entretenimiento. No he escrito un libro de historia, no es un tratado filosófico tampoco, pero una novela con lo que juega, más allá de con las palabras, es con los sentimientos, con la empatía, y que al lector le llegue humanidad a través de las palabras, no calladas.
Sigue la entrevista en Spotify y Youtube.