Rosa pasa página charla con María Montesinos a propósito de su última novela publicada “Te llamaré Celia”. La autora novela los treces años en los que Fortün se convierte en la escritora más leída del país. Desde la Segunda República hasta su exilio, en el que fue capaz de alentar a todas las niñas a ser libres.
P.—Una mujer poco conocida como Elena, mucho menos como Encarna y sí como Celia.
R.—En mi cabeza, fíjate que yo la llamo Encarna.
P.—¿Por qué crees que sabemos tan poco y solamente nos quedamos con algo tan importante como fue Celia?
Era otra época y al final es importante que nos hayamos quedado con Celia y con sus libros. Lo que quizás es un poco chocante es que haya una serie de mujeres, en concreto Elena Fortún, que fue la autora, yo pienso, que la más vendida de su época, muy prolífica en libros, etcétera, que luego pues no se sepa nada de ella y no sólo eso, sino que haya caído un poco en el olvido, como otras mujeres que también son de aquella época de los años 20 y 30.
Y entonces, me parecía que recuperar su figura merecía la pena.
P.—Por supuesto que sí, arrancas con su final, final quizá intencionado, porque es cuando dejas de existir y empiezas a tirar de memoria.
R.—Sí, además es que fue un final un poco triste, la verdad, porque ella murió sola, acababa de volver del exilio, su hijo y su nuera estaban en Estados Unidos, su marido ya no estaba, ya se había muerto, se había suicidado.
Ella se instala en Barcelona por unas circunstancias y ahí en Barcelona, obviamente, pues ya no tiene tantas amigas alrededor como podría tener en Madrid.
P.— Y en ese final ella pide que cuando cuando muera ciertos manuscritos ardan en el fuego hasta que se conviertan en cenizas.
Había ciertos papeles que ella quería que... Sí, eran los manuscritos en concreto del libro Oculto Sendero de la novela y del pensionado de Santa Casilda, que eran dos manuscritos de temática lesbiana y que ella nunca había querido publicar.
Y bueno, son dos manuscritos que efectivamente ella no quería que vieran la luz y sin embargo sus amigas los guardaron, los conservaron hasta que llegó la profesora Marisol Dorae, que las rescató. Ellas se los entregaron.
P.—“Oculto sendero” creo recordar que se publicó en el 2016.
R.—Sí, porque ahora la Editorial Renacimiento está recuperando mucho de la obra de Elena Fortun, igual que de Santa Casilda, pero vamos que es así, con mucha historia.
P.—Su marido se suicida.
R.—Ella se casa con su primo Eugenio de Gorbea, con 19 años, él era militar y ella se casa casi por inercia, por obligación, por cumplimiento... Un poco de todo, pero sobre todo yo creo que por las circunstancias, porque había perdido a su padre,
Su padre era el que sostenía económicamente la familia, su madre era una mujer un poquito nerviosa, etc. y la empuja a casarse y a tener una vida independiente en el sentido que lo entendemos sino que salir de encontrar un marido directamente.
P.—Marido, unos hijos, el futuro que teníamos las mujeres.
R.—Efectivamente, el futuro que le esperaba a cualquier mujer. Ella también conoce a su primo, le gustan los libros, en ese primer momento se sienten afines y se casa efectivamente en esa edad, muy joven.
P.—Siendo niña jugaba con Vicenta, con la hija del conserje, pero tampoco estaba muy bien visto aquello.
R.—No, sobre todo su madre, su madre era un poco clasista, entonces ella venía de un pueblo vasco, presumía un poco de su linaje y no solo con Vicenta que era la hija del portero del edificio donde vivían, sino con las niñas del colegio, tampoco le gustaba mucho que jugara. Entonces, la verdad es que la infancia de Elena Fortun, de Encarna, como queramos, sí que fue un poco solitaria y de ahí también yo creo que un poco ese crearse su mundo interior, su imaginación, su fantasía y todo el mundo que se creó en su cabeza.
P.—¿Cuándo Encarna pasa a llamarse Elena Fortune?
R.— Bueno, cuando empieza a publicar o a escribir, sobre todo, a publicar artículos, porque al principio ella escribía cuentecitos, pero para ella tenía sus diarios y sus cuadernos, pero en el momento en el que empieza a publicar, es cuando coge pseudónimos, no solo cogió el de Elena Fortune, sino que publicó con varios, pero al final se quedó para los cuentos de Celia y todo fue Elena Fortune.
P.—Llegó a colaborar con Torquato Luca de Tena.
R.—Sí. Estuvo ejerciendo de directora, entre comillas, en un suplemento de ocho páginas, no es que fuera mucho, pero lo escribía ella prácticamente todo.
P.—¿Cómo era la relación con su padre?
R.—Si su madre era una mujer muy controladora, su padre era todo lo contrario. Paseaban juntos, y le daba más libertad en general. Claro cuando él se murió pues para ella dejó un vacío muy grande.
P.—Trece años de la vida de Elena.
R.—Desde que vuelven de Tenerife que era donde había estado destinado Eusebio, él era militar. Y llega a Madrid con aires renovados.
Ella había perdido a su hijo pequeño de 10 años. Un golpe muy duro y cuando llega a Madrid, se plantea en un primer momento separarse de Eusebio, aunque al final no lo hace y se cambian de casa. Se cambian de casa, es decir hay una serie de hitos que hacen que ella se replantee ese nuevo tramo vital como una especie de reinvención suya.
Tenía ya 38 años, no era ninguna niña, y su hijo mayor tenía 16. Tenía por tanto mucha más posibilidad de tener una vida un poquito más independiente o más dedicada a ella y es cuando empieza a alternar con María Lejárraga, con María de Baeza y el grupo con el que luego serán sus amigas, que es tan importante para ella.
Entonces, cuento desde ese año 24, que es como un poco su renacer, hasta el 36 y en ese tramo, pues como ella va poco a poco encontrando su camino y su identidad literaria, personal y sexual también.
P.—Sí, porque ser lesbiana en una época en la que no era aceptada por la sociedad era muy difícil.
R.—Sí, bueno, por supuesto, es una época que para homosexuales y lesbianas, y eso que eran se supone, los años un poco más de apertura, más de libertad en Europa y también un poquito en España se notaba, pero efectivamente ser lesbiana no se admitía, normalmente, los llamaban invertidos, etcétera, y ella la verdad es que siempre lo mantuvo oculto, no pretendió mostrarse ni que lo supiera nadie.
P.—Tuvo una relación con Matilde Ras.
R.—Matilde Ras, era una mujer culta, de origen catalán, su madre había sido profesora y había además alternado con círculos artísticos de Cataluña, tenía una formación también francófila, etc. y había educado a sus dos hijos, a Matilde y a su hermano, con mucha cultura, mucho amor a la lectura, una educación muy exquisita.
Matilde, además, se interesó por la grafología y fue pionera de la grafología en España. Una mujer muy curiosa, muy cervantista, además, yo creo que le encantaba el Quijote, publicaba también muchos artículos, era muy independiente, y fue con la que hizo amistad Elena, a poco tiempo, ya cuando coincidieron en el “Blanco y negro”, y se hicieron amigas.
P.— Fíjate que se llama Encarna, su nombre original y su pseudónimo era Elena, otro nombre de mujer, sorprende en cierta medida.
R.—No creo que quisiera ocultarse, más bien no quería que pareciera que todo lo escribía ella, en concreto en Gente Menuda.
El nombre de la protagonista de la novela de su marido, que había publicado unos años antes, “Los mil años de Elena Fortún", que es una novela muy curiosa, él pensaba hacer una serie y al final se quedó solamente en un primer tomo, y era esta mujer, Elena Fortún, y ella cogió ese nombre.
P.—Quizás fuera una herramienta para reflejar lo que a ella le hubiera gustado ser, esas fantasías y esa infancia.
R.—Yo creo que al principio lo que hace es reunir en el personaje de Celia el mundo infantil que a ella le encanta. Ella era muy niña interiormente, había conservado muy bien su infancia, lo mucho que disfrutaba en los parques viendo jugar a los niños, apuntaba cosas, los diálogos entre ellos, era muy ingeniosa también.
P.—Llegó a ser la más leída en España.
R.—Bueno es que debía vender muchísimo, la editorial Aguilar, Manuel Aguilar, al final la cuidaba muchísimo porque era su estrella, entre comillas, literaria. Pienso que durante los años de la guerra, y esto no lo puedo comprobar porque no tengo esos datos, pero yo creo que durante los años de la guerra que la editorial Aguilar, como otras tantas, lo pasó tan mal porque se cerraba y no vendían libros, como es natural.
Pero Elena seguía vendiendo libros en Latinoamérica y poco a poco fue recuperando. Manuel Aguilar también se empeñó en recuperar su figura porque fue prohibida durante los primeros años después de la guerra y dos de sus libros censurados, una cosa increíble.
P.—¿Cuándo descubres a Celia?
R.—Pues yo lo descubrí, no hace tanto, lo que pasa es que yo leí algún libro que había por casa de pequeña pero no lo tenía en la memoria y la descubrí hace poco cuando estaba documentándome para mi siguiente novela en los años 20.
Y me crucé con María Lejárraga, y de ahí empecé a leer, a interesarme. Y a tirar del hilo. Me ha generado mucha curiosidad que no, nos acordábamos de ella al igual que tampoco hemos recuperado la figura de María de Jarra, pero queda mucho por recuperar de aquellas mujeres que fueron realmente nuestras primeras feministas, como hice la profesora Nuria Capdevila, en la que me ha apoyado para escribir la novela.
P.—¿Qué ha supuesto recuperar a Elena Fortun?
R.—Ha sido descubrir una mujer que es admirable. El afán de superación, la curiosidad, la humildad siempre que tuvo, una personalidad muy interesante y muy curiosa. Y luego también una época, esa época de los años 20, del grupo de mujeres que la rodeó, con el que ya fueron todas sus amigas.
Y parece mentira lo brillantes e intelectuales que eran. Teníamos una generación de mujeres intelectuales, creativas, talentosas y toda esa generación se cortó con la guerra civil y salieron muchas al exilio y las que se quedaron se quedaron en una especie de exilio interior porque su destino final fue su casa.
P.—Con el añadido en este caso de descubrir su verdadera sexualidad y encima cómo se había casado, imperaba tener hijos.
R.—Sí, las relaciones entre mujeres también se merecen un estudio aparte, porque realmente fueron quizás las pioneras de la sororidad, esta palabra que ahora utilizamos, pero para ellas era una realidad, el ayudarse, la red que crearon en torno al Lyceum Club. Cómo se ayudaban unas a otras, se apoyaban, la fuerza que tenían, y esa amistad que era muy, para todas, era muy beneficiosa, era muy valiosa, también en algunos casos escondía relaciones entre ellas que iban más allá de la amistad y que yo creo que siempre hemos tenido esta posibilidad en el mundo de las mujeres sobre todo en el pasado de ocultarnos detrás de las relaciones de amistad que siempre fueron más estrechas entre mujeres que entre hombres.
P.—Sería bueno recuperar los cuentos de Celia que estuvieran a mano de los niños de ahora.
R.—Sí, yo fíjate que incluso he pensado que los podrían hacer como ilustrados, convertirlos en viñetas. Aunque también debo decir que los cuentos de Celia Rosales ahora son tan fáciles, son tan divertidos.
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