Rosa pasa página, se cita con Arantza Portabales. La autora se embarca en un primer caso de lo que serán “Los crímenes de Loeiro” con “El asesinato de la Casa Rosa”, novela negra, de quien ha sido reconocida y aclamada, con más de 100.000 lectores, ambientada en tierras gallegas, su tierra, que recuerda a la Agatha Christie de espacios cerrados.
P.--Comienzas una nueva serie.
R.—Pues sí, el trabajo de la gente de Lumen y yo, que he hecho lo posible por hacer una novela que no era la que todo el mundo esperaba, pero sí ha sido la novela que yo tenía ganas de escribir, y a veces, seguir las intuiciones sale bien porque ahora que llevamos ya 10 días con la novela en la calle, la gente está disfrutando muchísimo y me doy cuenta que hice bien aparcando el universo de la ciudad rosa.
P.- ¿Lo que todo el mundo esperaba y tú no quisiste hacer?
R.—Si quise, pero no me salió. Y el otro día lo releí y tenía casi media novela hecha y plazos de entrega y estas cosas, pero llegó el momento en que me di cuenta que cuando a veces tenía que irme al estudio, era casi como ir al gimnasio, de si de repente pasaba volando una mosca, bueno pues mira, voy a hacer un bizcocho y no escribo. Y no me había pasado jamás. Escribir para mí es lo más divertido que hay en el mundo, estoy buscando las horas para escribir, nunca hay cansancio, el tiempo no discurre y de repente me di cuenta que no, y era porque no estaba disfrutando la novela.
Y entonces decidí parar, respirar, hacer eso tan horrible que me gusta hacer, que es decirle a un editor, no voy a hacer lo que dije que iba a hacer, pero afortunadamente, si nos vamos a los agradecimientos de la novela, vemos que, bueno, que me han cuidado los dos editores, los de Galicia y los de aquí, me dijeron una maravillosa frase y fue “que escribiera lo que quisiera”, y lo que quería era volver al pueblo de mi infancia, a Loira, que en este libro es Loiro, y hacer esta novela.
“Hace tan solo 10 días que el mundo se ha paralizado, nadie trabaja, y Rosa volvía a sentir la tranquilidad de tener a sus hijos y nietos consigo, eso ocurría pocos minutos antes de que Rosa, cayese desplomada, muerta”.

P–¿Cuatro años después, su marido tiene sospechas de que pudo ser asesinada?
R.—Sí. Rosa fallece, además en pandemia, porque está escrito en un contexto pandémico. Es muy importante porque eso nos lleva a un asesinato de círculo cerrado. Porque estamos en una casa en la que ya no hay servicio. Estamos en los primeros días de confinamiento en el que sólo está toda su familia, sus hijos, sus yernos, sus mujeres, sus nietos, una au pair, todos ahí encerrados y no hay nadie más, ni siquiera el servicio que normalmente tienen porque es una de las familias magnates y fallece.
Y cuatro años después su marido que sospecha que lo han matado, quiere saber quién mató a Rosa Piñeiro en esa casa, quién de su familia, que es la premisa horrible, ha matado a su mujer. Y entonces, Rosa nos va a ir acompañando a lo largo del libro, porque vamos a ir volviendo a los cuatro meses anteriores, prácticamente al momento del fallecimiento de Rosa Piñeiro, para ver qué nos lleva hasta ese punto exacto, hasta esa galería, hasta esa taza rota en el suelo…
P.—¿Cómo es Rosa?
R.—Rosa es una mujer peculiar, que tenía 73 años cuando falleció. Es hija de una mujer belga que huye en la Primera Guerra Mundial y que se instala en este pueblo pequeño de Rías Baixas, y que se casa con el hijo de una adinerada familia, Álvaro Piñeiro, y tienen tan solo una hija.
Viven y construyen una casa enorme al borde del mar con grandes jardines que pronto se tiñen de rosa, y que a raíz de eso su hija se llama Rosa también. Y es fruto de una peculiar educación en la que no le cuesta nada a pesar de ser de un alto nivel social, mezclarse con los lugares del pueblo.
Ya se dice que creció criada en castellano por su padre, en francés por su madre y en gallego por los marineros del pueblo. Y tiene una educación bastante liberal, pero al mismo tiempo no podemos obviar que es una señora nacida a principios del siglo XX, y que por lo tanto es algo conservadora también. Es una mujer muy familiar que vive para sus hijos y los conoce mejor que nadie, cosa que compensa a un padre, a su marido Ulises Villamor, un señor un poco más frío, más volcado en los negocios, en levantar un imperio a partir de la cuantiosa herencia familiar de los Piñeiros. Un personaje que está enamorado de su mujer, hay que decirlo, la quiere mucho.
P.—El tema de la sanidad está muy presente en esta novela, no solamente en la época en la que se sitúa, que es en pleno confinamiento, también en la empresa que lleva Ulises y que heredó de su suegro y en otro personaje.
R.—Sí, es una familia muy vinculada al ámbito sanitario. La familia de Rosa tenía una clínica y Ulises le avanza un imperio sanitario que podríamos equiparar igual al textil que tenemos en Galicia con los Ortega que cotiza en bolsa.
Nosotros los gallegos estamos muy acostumbrados a tener grandes empresarios. Pero a vosotros os resulta descabellado.
Pero del ámbito sanitario es muy importante porque la protagonista, nuestra detective, inspectora, Iria Santaclara, tiene un problema sanitario grave en casa y accede a investigar para Ulises Villamor, de manera privada porque ella está de excedencia, no ejerce como policía, y a cambio va a recibir sanitaria para su pareja.
P.—Una sanidad privada, que también viene contrastada con uno de los personajes que decide trabajar en una sanidad pública.
R.—Sí, la hija del magnate es una brillante doctora que decide no trabajar para su padre, lo cual genera una gran tensión.
Yo no soy una firme defensora de la sanidad pública, soy además de escritora e interventora, sé lo que cuesta y por lo menos tenemos una sanidad maravillosa. Y cuando pasa algo muy grave es cuando nos damos cuenta. Y yo no digo que no sea mejorable, pero bueno, solo hay que salir de aquí para ver lo que tenemos.
P.—Iría Santa Clara, la acabas de nombrar por encima, que está en excedencia, porque tiene que cuidar a una persona. ¿El dinero también sirve para poder atajar una enfermedad?
P.—El dinero sirve para muchísimas cosas. Decir que el dinero no da felicidad y todas esas cosas, pero ayuda a paliar muchos problemas. Yo soy hija de una familia bastante humilde y, a lo largo de mi vida y por mi trabajo no soy una persona rica, pero no tengo problemas para llegar a fin de mes, soy funcionaria, tengo un sueldo asegurado y es una de las cosas que más he agradecido cuando ha pasado algo y he necesitado, ya no solo sanidad o incluso en temas legales o algún tipo de asesoramiento en temas médicos, psicológicos, psiquiátricos, todo está ahí, todo el dinero no soluciona los problemas pero pone un puente y obviar sería muy demagógico.
Entonces, sí, el dinero es muy importante, pero en esta familia ya hay mucho dinero.
P.—¿Qué pasa cuando la investigación es privada?
R.--Cuando una investigación está al margen de la comisaría y al margen de la ley, casi siempre encargada por los ricos, tienen claro que el resultado solo pueden saberlo ellos porque hay una frase terrorífica en la novela que dice Ulises: “ se imagina usted el efecto que tendría en bolsa si se supiera que yo creo que uno de mis hijos ha matado a mi mujer”.
P.—La visión de una persona que sólo piensa en el dinero, de hecho no atiende demasiado a sus hijos.
R.—No, no los entiende y no los atiende. Para entenderlos hay que atenderlos. Delegó toda su vida al cuidado de su mujer y se quejaba por cómo los criaba. Esa educación liberal que les daba Rosa.
P.—¿La herencia ciega y enloquece, a quién pretende recibirla?.
R.—Sí,está clarísimo. Estamos en una guerra de poder. Y saber los hilos que mueven, acompañando a Iria y a César, y que se vuelvan locos intentando desentrañar qué hay en los abismos del Imperio Villamor, es lo que mantiene en tensión la novela.
P.—Podemos contar que Ulises y Rosa tienen tres hijos. Ada, Eduardo y Álvaro. Dos varones y una hembra. Tiene un yerno, una nueva, dos nietos. El papel de la mujer es importante también en esta novela.
R.— Sí, Ada es una mujer inteligente, podríamos decir incluso que mucho más inteligente que sus hermanos. Es una mujer que trabaja para la sanidad pública, una brillante investigadora que está buscando la cura del Alzheimer. Hago referencia a una fundación de investigación pública, que es la Fundación Galicia Sur.
Y realmente las mujeres son muy importantes, porque fíjate, por ejemplo, Rosa Piñeiro, fue la primera licenciada sabiendo que nunca iba a trabajar. Y hay una frase que a mí me encanta en el libro, que si no lo hubiera escrito yo me hubiera encantado igual, que es cuando dice que “ella se encargaba de tomar todas las decisiones y que Ulises pensase que las tomaba él”. Es algo que hacen muchas mujeres inteligentes, que es conseguir que la gente haga lo que ellas quieren pero desde la oscuridad.
P.— ¿Tenemos un agente de la Gestapo?
R.—Tenemos una maravillosa mujer que es el descubrimiento de esta novela. Es que me encantaría que supierais cómo es la idiosincrasia gallega.
Porque claro, hay mucha gente que vive en Madrid y aquí nunca nadie encuentra su ex, pero es que una aldea gallega es el lugar en el que todo el mundo sabe que tú eres ex, antes que tú, porque ya saben que te está poniendo los cuernos.
Entonces esa idiosincrasia, o sea, yo me acuerdo en mi infancia, en el pueblillo todo el mundo sabía si ya tenía novio, si estaba estudiando la carrera, si tenía novio a qué se dedicaba, que hacían sus padres y trabajaba, cuánto cobraba, cuánto cobraba yo. La gente solo vive para saber lo que pasa de puertas para adentro.
P.—Y aquí tenemos una cotilla ilustrada que me ha encantado.
R.—Sí, porque es la maestra retirada del pueblo, que hace una firme defensa del arte de espiar a los demás. Sobre todo porque es algo que la gente hace pero nadie reconoce, y yo quería que esta mujer nos explicara por qué ella no tiene nada mejor que hacer que espiar a sus vecinos, y lo hace de una forma muy graciosa, es un personaje muy gracioso.
Es además es una señora culta, porque ha sido maestra retirada y conoce muy bien todos los entresijos de Loeiro y se llama Sinda Sobrado, por eso le llaman por sus iniciales la SS y directamente la Gestapo.
P.—¿La Casa Rosa, no existe?
R.—Ahora, no existe, pero en la playa de Loira, si entráis, hay maravillosos vídeos, en la esquina, hay una gran casa señorial que los de Loira, bueno, Loira es Loeiro, que yo he hecho, es un trasunto, del almacén donde mi bisabuela fue ama de llaves, mi abuela sirvió y mi madre sirvió también.

P.—¿La justicia es igual para todos?
R.—Depende: la justicia de los hombres o la justicia divina, porque en este libro van por separado bastante. La justicia de los hombres a veces no llega hasta donde tiene que llegar. Y yo lo he vivido claramente. He tenido amigas víctimas de malos tratos que han ido a un juicio como abogado de oficio y he visto cómo las han machacado y he visto gente que tenía apoyos para salir adelante, jurídicos en un juicio y lo ha ganado.
Entonces no, no es igual para todos. Debería serlo, pero al final los medios son los que son. Pero luego está la justicia divina y cuando uno llega a casa por la noche, cuando todos estos personajes llegan a casa por la noche, ellos saben lo que han hecho y tienen que aprender a vivir con ello. Y esa es la justicia que a mí me encanta.

P.— En este tipo de novelas en las que hay una habitación cerrada, en este caso es una casa, en la que ha habido un confinamiento, ¿no todo lo que parece ser, es?
R.—Efectivamente. No, todas las premisas que nos planteamos desde el principio se van a ir derrumbando pasito a pasito, porque esa es la gracia de este libro, es que yo juego un poquito con la gente. Intentemos sorprender al lector, intentemos que lo pase bien por el camino, intentemos no saber los quienes y no los porqués, que en la vida siempre son más importantes y sobre todo, de verdad, este libro está escrito sin pretensiones solo lo he escrito para que la gente lo pase bien, y ¿sabes por qué? porque yo me lo he pasado bomba.
Enhorabuena por escribir lo que te apetecía escribir.
Sí, como dijo mi editora, me encanta, es una novela muy fresca, a estas alturas de mi vida que a mí me llamen fresca, es que no me puedo sentir mejor.
Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega
Editor de Sonido: Manuel Muñoz
Fotografía: Rosa Sánchez de la Vega
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