"Rosa pasa página", se ha citado con Ane Odriozola, autora de “El valle del Hierro” publicado por Ndenovela. Ambientada en pleno corazón minero del País Vasco s.XVI, momentos de gran expansión de las ferrerías y, donde todo el mundo parece haber olvidado a Domingo, todos menos Asencia, su mujer. Él desapareció una noche lluviosa, camino de la ferrería de Mirandaola. Sus dueños le estaban esperando para una reunión. Pero su rastro desapareció. Corría por entonces el año de 1577 en el Valle del Hierro.
P.—¿Por qué se llama el Valle del Hierro?
R.—En el siglo XIV, en la zona de Legazpi, hubo hasta 20 ferrerías. El río tenía muy buenas cualidades para el asentamiento de las ferrerías alrededor de él y llegó a haber hasta 20.
Durante siglos fue el motor de la economía, pero ya en el siglo XVI, por una tala indiscriminada y una falta de madera de leña enorme, las ferrerías bajaron a siete. Pero ya el nombre lo tenía adquirido, y así se quedó.
P.—Una época de grandes diferencias sociales.
R.—Las condiciones sociales de los ferrones, bien podrían parecernos horrorosas, pero ellos estaban muy orgullosos de serlo. Les daba un estatus social importante, en cambio los campesinos trabajan al aire libre pero socialmente eran una clase inferior y había bastantes disputas entre ellos, y eso era algo que quería reflejar en esta novela.
P.—No era fácil ser ferrón. No todo el mundo tenía acceso.
R.—Muchos heredaban el oficio. Uno en el que trabajaban las 24 horas del día, de lunes a sábado. Solamente descansaban domingos y festivos. El resto trabajaban, comían y dormían en la ferrería. Un lugar con paredes gruesas de hierro, ventanas muy pequeñas y muy oscuro. En donde a menudo no distingues el día de la noche.
P.—Domingo además de dedicarse a la agricultura era carbonero.
Sí. Él, se iba al monte a preparar el carbón, y el resto del tiempo se dedicaba a la agricultura, aunque quién llevaba todo el peso del caserío era su mujer Asencia. Una época en el que el papel de la mujer estaba completamente infravalorado. Pero ella era una mujer fuerte. Refleja muy bien a esa matriarca vasca, mujer trabajadora e incansable.
Una mujer perseverante, en la búsqueda de su marido. Todos los días hace el mismo recorrido que hizo su marido hasta que desapareció sin perder nunca la esperanza. Está convencida de que los Plazaola tienen algo que ver con la desaparición de su marido.
P.—¿Cómo son los Plazaola?
Los Plazaola existieron de verdad, lo que quería era reflejarlos tal y como eran, he respetado parentescos, fechas de nacimiento, fechas de defunción, he leído testamentos, sus bienes, cada uno vivía donde vivía exactamente en aquella época.
Necesitaba una familia de campesinos, los Harria. Ambas familias viven la una frente a la otra porque el caserío esta frente a la ferrería. Domingo se perdió en esos cuatrocientos metros de distancia. Estaba citado para una reunión con los Plazaola, y según ellos no se había presentado. Asencia, sabe que la están mintiendo
P.—En Vitoria, año 1577 aparece una niña, que le va a dar la vida a Ginés, maestro zapatero que ha enviudado .
R.—La vida de Ginés toma sentido y el no se deja ir, no se abandona en su pena por la aparición de esta niña, a quien llama Jordana; la llama igual que a su mujer. Ella, la niña tiene una infancia feliz con Ginés. La protege de todo lo malo que le pueda ocurrir. Pero Ginés muere y ella tiene que sobrevivir a una serie de circunstancias y la convierten en una mujer fuerte.
P.—Pascual Harria se casa por amor. Algo inusual en aquella época donde los matrimonios eran por conveniencia.
R.—Sí, Pascual se casa por amor, pero no tiene mucha suerte. Asenscia, habría preferido para su hijo otra mujer. Pero ante la desaparición de su marido y ver lo enamorado que está su hijo, ella, permite este matrimonio.
P.—Los domingos y festivos, era día de descanso. Estaba prohibido trabajar. En este caso había tal saturación de trabajo que se decidió trabajar en un día festivo y eso tuvo sus consecuencias.
R.—Sí, tuvo unas consecuencias bastante graves. Los ferrones no podían trabajar, bueno nadie podía trabajar, ni domingos ni festivos. Es verdad que sí que se permitían otro tipo de labores como llevar la contabilidad y esas cosas, pero poner la ferrería en marcha con el martillo y los golpes del mazo, no, eso no se podía.
Sí, el 3 de mayo de 1580, el Día de la Santa Cruz, era festivo, tocó sábado, y claro, los ferrones si querían seguir la norma religiosa, tenían que parar el viernes a la noche y tenían que volver a poner la ferrería en marcha el domingo a la noche. Eran 48 horas sin trabajar. Estamos en mayo, en junio la ferrería para, hasta septiembre, era como el curso escolar, igual.
P.—Y lo hacían así por la falta de agua.
R.—Claro, la ferrería, la maquinaria de la ferrería funcionaba por la fuerza del agua. En verano había que parar. Entonces los ferrones se vieron con tal carga de trabajo, que no podían parar 48 horas. Fueron a misa, eso sí, porque eso no se lo saltaban nunca, pero después de ir a misa sí que se fueron a la ferrería y trabajaron. ¿Y qué ocurrió? Pues que en lugar de obtener una masa de 50 kilos, que era lo que normalmente obtenían, en el horno encontraron una pieza de tan solo 6 kilos y con forma de cruz.
La conclusión que sacaron es que era un castigo divino. “Nos hemos saltado una regla religiosa. Es el día de la Santa Cruz y obtenemos una pieza con forma de cruz. Pensaron que habían hecho algo muy grave”. Y aunque la historia la conozco de toda la vida, desconocía que en medio del temor y del miedo, decidieron tirar la cruz a la basura. Y fue entonces cuando decidí escribir la novela.
P.—La vida en una ciudad como Vitoria. Algo que quería reflejar, lo diferente que era vivir en un pueblo o en una aldea, como vive Ginés el zapatero, a la vida en una frenética ciudad con el mercado, los artesanos, esa vida tan rápida, esa vida con tanta vida.
P.—La desaparición de Domingo, no es la única que ha ocurrido en el Valle del Hierro.
R.—No. Unos seis meses antes había desaparecido un niño de ocho años. Se da la circunstancia de que Domingo es el mejor amigo del padre de este niño desaparecido.
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