Rosa pasa página, charla con María Villamayor que regresa con un nuevo caso para las hermanas Ferrer con la venganza como el motor de su nueva novela: “Lienzo de Sangre
Alejandra y su hermana Sara, se ven involucradas en una difícil misión. Juntas tejerán un plan astuto y peligroso para destruir al dueño de la asociación y responsable de la muerte de sus padres.
“Me ilusiono con algo muy valioso y no puedo sacármelo de la cabeza hasta que lo consigo. Irremediablemente, cuando ya está en mi poder, pierde gran parte del encanto y ya solo aspiro a conseguir algo mejor, más valioso. Alguien ha entrado en el mercado de Colón, de la ciudad de Valencia. En la planta baja se encuentra INACFA, la galería de arte y sala de subastas”
P.—¿El mundo de los cuadros, de poseer aquello que no puedan tener los demás, se retro alimenta con la ambición?
R.—Creo que como en el caso de uno de los personajes, se alimenta como dices de la ambición, porque nunca está satisfecho y siempre quiere algo más. Y a ser posible que sea único, exclusivo y solamente para él. Entonces, a partir de ahí, digamos que es la semilla de una trama de poder, de ambición. Y luego, lógicamente, hay personajes que la acompañan y que hacen que eso sea un poco más difícil. Hay mucha ambición y mucha venganza también.
P.—Alejandra Ferrer se adentra en el mundo del arte, bajo una identidad de falsa millonaria argentina. Tiene como misión indagar en la corrupción y el poder que se esconde detrás de esa asociación.
R.—Sí, realmente las tramas las dos hermanas Ferrer: Sara y Alejandra.
Alejandra principalmente que tiene un rencor anidado hacia Augusto Fonfría un millonario que ha creado la asociación INACFA. Y ella, se hará pasar por una millonaria argentina, ganarse a Fonfría y llevárlo a su terrerno.
P.—El 18 de marzo de 1990 se lleva a cabo el mayor robo de la historia y a día de hoy creo que todavía no se han encontrado los cuadros.
R.—Yo creo que tampoco. Según lo que he podido documentarme, es cierto que hace 30 años se produjo el mayor robo de la historia y además es que es curioso porque robaron 13 piezas muy valiosas y la semilla de esta trama precisamente, es que una de esas 13 piezas aparece en un cuadro escondido en el Museo de Valencia. Este robo se desarrolló en el Museo de Boston de Isabella de Stewart Gardner, supuso unos 500 millones de dólares en pérdidas. El museo ofreció 10 millones a quién pudiera aportar algún tipo de documentación, a día de hoy es un misterio sin resolver.
P.—Fíjate María, acabas de decir que después de 30 años no han aparecido los cuadros, pero lo que hace poder ficcionar, ¿no? Esa licencia que os tomáis, de repente aparece un cuadro.
R.—Bueno, estás ahí tirando del hilo. Ahí da mucho juego, claro, o sea, ya es cuestión de hacer una lista de los desaparecidos y los que te encajan en la trama, pues añadirlos a voluntad.
P.—¿Todo se puede comprar, más si estamos hablando de obras de arte?
R.—Según el personaje de Augusto Fonfría, sí, todo se compra con dinero. Yo creo que no.
P.—Alejandra y Sandra Ferrer. Perdieron a sus padres a manos de Augusto Fonfría.
R.—Ellos murieron supuestamente en un ficticio accidente, un accidente fortuito, que luego realmente no fue así. Y entonces ellas al final descubren que realmente él es el culpable. Esto viene, digamos, dado de la primera parte de la novela de “Las doce llaves”, que es donde, se crearon estos personajes y que ahora vuelven con una nueva trama, con una nueva búsqueda.
P.—¿Cuánto han crecido?
R.—Más que crecer en tiempo, han madurado. Porque eran dos chicas normales de 27 y 30 años. Una es periodista y la otra psicóloga y profesora de yoga. Dos chicas normales con dos vidas normales que de repente su vida da un giro radical y se involucran inconscientemente, involuntariamente, en una serie de tramas, en una serie de acertijos, en una serie de búsqueda y una serie de aventuras que en muchas ocasiones les viene grande, pero suelen salir airosas.
P.—Augusto Fonfría es el perfil de una persona que está en el borde de la ilegalidad, pero sabe mantenerse, no pierde ese equilibrio, no se cae, al menos en apariencia.
R.—Es muy listo, tiene además una organización, ya no sólo en la sala de INACFA, la sala de subastas y la galería, sino además un edificio, un monumental edificio que tiene como unos muros invisibles que prácticamente nadie puede atravesar, ni siquiera la ley. A pesar de que sí que es cierto que llevan ya muchos años investigándolo, pero es totalmente inmune de momento.
P.—Victoria Quirós juega un papel importantísimo.
Un personaje con muchas dudas. Intenta hacerles la vida imposible a Sara y a Alejandra. En su oficina la llaman la "arpilla".
P.—Sara y Alejandra, han perdido a sus padres y necesitan un referente en sus vidas, alguien con quién estar. La tía Rosa, su tutora.
R.--Tía Rosa, es una mujer importantísima en esta novela porque además ellas, las protagonistas, se quedaron huérfanas a la temprana edad de 4 y 7 años y ella ocupó ese lugar de tía y madre y además siempre lo ha hecho de una forma muy ejemplar y ha intentado que su unido familiar nunca se rompa. A pesar de que en esta novela las hermanas tienen una especie de enfrentamiento cosa que hasta ahora no había ocurrido, pero ella es la que mantiene a la familia unida y además es que eso se palpa perfectamente en la novela.
P.—Valencia y el Tribunal de Aguas. Humberto y la Casa del Vestuario, que es muy interesante cómo nos llevas por la ciudad de Valencia y además te paras, te detienes, nos muestras edificios...
R.—Ese era uno de los objetivos principales de esta novela y de las novelas anteriores. Yo soy nacida en Valencia, y en esta novela no solamente es que el lector va a encontrar entretenimiento, ambición, arte, lealtad, sino que además es como un recorrido por la ciudad de Valencia, donde aparecen muchos lugares emblemáticos y el Tribunal de las Aguas es un referente valenciano.
La institución jurídica más antigua de Europa, llevamos dos mil años en los que siguen celebrando los juicios los jueves a las 12 del mediodía en la Puerta de los Apóstoles, se colocan los ocho síndicos y justo cuando tocan las campanas del Miguelete a las 12h, ellos empiezan su juicio. Hay veces que dura dos minutos porque no hay ningún demandante.
P.—Pero es un juicio en el cual es algo como muy de la tierra.
R.—Y no solamente eso, sino que son ocho hombres mayores que celebran el juicio con un blusón, el blusón negro. Y a mí me ha encajado perfectamente este perfil en darles un toque misterioso, aunque realmente no lo sean.
P.—¿Podemos adentrarnos un poquito con Humberto?
R.—Perfectamente. Humberto es el presidente del Tribunal de Aguas, un personaje clave para desentrañar algunos de los enigmas a los que se van a enfrentar los protagonistas. Obligadas a moverse incansablemente y además en una búsqueda intensa arriesgada por el Palacio de la Generalidad, por la iglesia del Patriarca por tantísimos lugares importantes de la ciudad, que el lector va a tener muchísimo interés en averiguar estos lugares o en saber algo más de estos lugares en el momento que lea la novela.
P.—Vamos al tema de los cuadros y otra de las apreciaciones que dices y es percibir la misma sensación de nostalgia cuando vemos los marcos vacíos de las obras robadas. Inolvidable.
R.—Sí, porque en ese robo que estábamos comentando de Boston, esos trece cuadros robados, los ladrones quienes fuesen, que se desconoce, quitaron los lienzos pero dejaron el marco totalmente vacío. Solamente el cuadro de Manet, el que apareció en el puerto de Valencia, fue el único que cogieron el cuadro y lo dejaron en la silla del director de entonces del museo.
P.—Se llevaron el cuadro, o sea, se llevaron el lienzo y dejaron el cuadro sobre la silla del director.
R.—Se especula que fue algo irónico porque tenían algo en contra o no se sabe el motivo. Pero sí, además, actualmente, si visitas el museo, los cuadros están completamente vacíos.
Esperando que en algún día se puedan llenar. Y además da tristeza. Se nota la falta.
P.—¿Qué obras son las que crees tú que un coleccionista de estas características ambiciona más?
R.—Pues mira, en este caso, y este personaje Fonfria, que es, bueno, ya he comentado que es el personaje corrupto más malo que te puedas imaginar, tiene muchísimo afán o delirio por Caravaggio.
Caravaggio es un pintor de la época, bueno, es el que abrió las puertas al estilo barroco y además es que a mí me encanta, me llamó muchísimo la atención la biografía de este artista porque tenía un carácter muy impulsivo.
Era una persona en la cual siempre estaba en ambientes de bajos fondos, con bastantes reyertas y sus modelos precisamente eran escogidos de gente de la calle, de mendigos, de prostitutas, etc. Y de hecho él murió a los 69 años, con lo cual a pesar de su corta vida tiene una carrera muy prolífica.
P.—Pero es cierto que la mayoría de sus cuadros iban destinados a la Iglesia por encargos de ellas, pero también es verdad que muchas veces las primeras obras que hacía la iglesia se las denegaba porque no les gustaban.
R.—Motivos religiosos... Exactamente, o sea, no podían presentar a un santo con los pies sucios y con unas ropas que no encajaban con lo que la iglesia pretendía mostrar. Y me encanta ese personaje.
P.—¿El inspector Valdés?
R.—El inspector Valdés la pareja de Sara. Y además es quien lleva la investigación junto con el Teniente Ariza y el subinspector Roque, de ese cuadro que ha aparecido en el puerto de Valencia.
Se abre una investigación que en muchos momentos no tiene salida, no se ve por qué, aunque lógicamente el destino siempre saben que es Augusto Fonfría, pero no hay forma de cogerlo, no hay forma de dar con él.
P.—¿Tu admiración por el arte, María?
A raíz de documentarme sobre la novela, muchísimo más. Porque yo creo que cada cuadro tiene un alma. Un alma distinta y cuando realmente sabes el significado o te explican el por qué, pues te puede enamorar.
Te adentras en el cuadro perfectamente. De hecho, yo describo, por ejemplo, en la novela, un cuadro de Francisco Rivalta, que está en el altar de la iglesia del Patriarca, un cuadro de la Última Cena, que fue sustituido por otro cuadro, que no era de la Última Cena, pero este, Juan de Rivera, el arzobispo de Valencia, se lo encargó a Juan de Rivalta con unas características especiales.
Y es que quería que destacara mucho la Eucaristía, y realmente es así. Este es un cuadro en el cual están los doce apóstoles con Jesús, el mantel blanco justo con el Santo Cáliz en el centro, que es una réplica del que hay en la en la capilla de la catedral de Valencia. Y bueno, y realmente ese cuadro tiene su anécdota.
P.—¿Puedes contarla?
R.—Sí, por su puesto. En agradecimiento decide poner tres rostros conocidos. Uno de ellos es Juan de Rivera, que lo hace en el papel de San Pedro. El otro es un religioso, pero el tercero, San Judas, que además, si tienes el cuadro delante, San Judas es el único que mira al espectador, que además lleva la mano en la bolsa de las monedas de oro. Ese lo hizo como revancha y era porque ese rostro era la cara de un vecino al que no le tenía mucha simpatía.
P.—Voy a aprovechar la idea. Decíamos que tú te has tomado la licencia de traer uno de los cuadros robados a Valencia. Imagínate que siembras ya la duda. Imagínate que de verdad aparecen.
R.—Sería bueno que apareciera. La verdad es que el tema de los cuadros robados, esa ambición que decíamos al principio, de ser tú sola o tú solo el que admira ese cuadro, creo que es el motor principal de un coleccionista, le cueste lo que le cueste.
P.—Y aquí cuesta hasta sangre.
R.—Totalmente. Hay venganza. Hay persecuciones, hay muerte.
P.—¿Tenías que vengarte de algo, María?
R.—Yo no, pero ella sí.