rosapasapagina.es
«Cervantes advertía del delirio por los libros. Hoy vivimos el delirio digital diseñado por intereses globales»
Ampliar

«Cervantes advertía del delirio por los libros. Hoy vivimos el delirio digital diseñado por intereses globales»

"El verano de Cervantes" Antonio Muñoz Molina (Seix Barral)

jueves 05 de junio de 2025, 18:45h
“Don Quijote no es un clásico imponente, es una obra experimental y viva”

Crónica de la rueda de prensa con Antonio Muñoz Molina

Antonio Muñoz Molina ofreció en una de las librerías más emblemáticas de Madrid: "La mistral", una rueda de prensa profunda y reflexiva sobre su último libro: "El verano de Cervantes" (Seix Barral), un ensayo híbrido que mezcla memoria, narrativa y análisis literario centrado en Don Quijote de la Mancha. El autor explicó que esta obra no fue concebida como un proyecto apresurado ni como una respuesta al centenario cervantino de 2016, sino que surgió de un proceso prolongado de lecturas, notas y reflexiones que han ido madurando a lo largo del tiempo.

Desde el inicio, tuvo claro que no quería ajustar el libro a una efeméride ni forzar su publicación, sino dejar que encontrara su propio ritmo. El resultado es un texto singular, que conserva el aire de “borrador” y de ensayo en su sentido más auténtico: como tentativa, como exploración. Explicó cómo comenzó escribiendo en pequeños cuadernos, retomando el proyecto en distintos momentos, con constancia pero sin prisa.

Desmontó la visión tradicional de los clásicos como monumentos intocables. Para él, Don Quijote es todo lo contrario: una obra experimental, escrita de forma improvisada, que mezcla géneros, tonos y estilos de forma innovadora. Un libro profundamente metaliterario, que reflexiona sobre la narración y el poder de las historias.

Sobre la edad ideal para leer el Quijote, recordó la teoría de las “tres edades del lector”, pero se mostró más flexible. Comparó la lectura con la educación musical: no se empieza por las piezas más complejas, sino que se accede gradualmente a la riqueza de la obra. Mencionó cómo escritores como Flaubert leyeron ediciones infantiles del Quijote, y cómo cada relectura, en distintas etapas de la vida, permite descubrir nuevas capas del texto.

Uno de los momentos clave fue una pregunta sobre el impacto de la ficción en la mente humana, especialmente en la era digital: ¿Es esta confusión más peligrosa hoy con la proliferación de redes sociales y la información manipulada? ¿Puede la literatura tradicional salvarnos de ese delirio?

Muñoz Molina respondió con una reflexión amplia sobre la naturaleza de la ficción y su influencia en la percepción de la realidad. Recordó que en el Quijote confluyen todas las formas posibles de narración: relatos orales, cuentos folclóricos, refranes. En la época de Cervantes, la lectura era una experiencia colectiva y sonora, y el propio Cervantes estaba obsesionado con cómo las historias afectan a las personas.

Puso ejemplos históricos: los primeros espectadores de cine asustados por la locomotora en pantalla, o los asistentes a representaciones teatrales que reaccionaban emocionalmente a los personajes. Todo esto demuestra, dijo, la vulnerabilidad humana frente a la ficción.

En el contexto actual, advirtió que esta susceptibilidad se ve agravada por el poder de las redes sociales, la manipulación digital y la inteligencia artificial. Hoy, la mentira y la ficción no solo trastornan, sino que están al servicio de intereses económicos y tecnológicos que buscan controlar la conciencia humana. En este panorama, reivindicó el papel fundamental de la literatura como herramienta educativa y como defensa frente a la confusión entre realidad y ficción.

La rueda de prensa ofreció una mirada rica sobre el proceso creativo del autor, que no se limita al análisis académico, sino que integra la memoria, la experiencia y una reflexión profunda sobre la España de ayer y de hoy. Don Quijote no es solo una novela, sino un espejo que nos ayuda a pensar en quiénes somos, qué creemos y cómo construimos nuestras propias historias.

Cervantes y su huella en la literatura inglesa y norteamericana

Muñoz Molina explicó que la influencia de Don Quijote en la literatura inglesa es profunda y determinante. Ya desde los albores del género novelístico en inglés, Cervantes está presente explícitamente. Incluso Shakespeare, contemporáneo suyo, escribió —junto a Fletcher— una obra hoy perdida basada en el episodio de Cardenio y Luscinda de la primera parte del Quijote. Esa conexión temprana es reveladora.

En el siglo XVIII, la novela inglesa se desarrolla bajo el influjo directo de Cervantes. Citó The Female Quixote de Charlotte Lennox, una novela de gran éxito leída por autoras como Jane Austen. Su protagonista, fascinada por las novelas románticas francesas, proyecta ficciones en cada hombre que conoce, viéndolos como caballeros enamorados. Este “Quijote femenino”, además, es simultáneamente una aspirante a Dulcinea. Para muchas mujeres de la época, leer Don Quijote simbolizaba una forma de emancipación a través de la imaginación en un contexto patriarcal asfixiante.

Henry Fielding también es clave: su Joseph Andrews es una novela picaresca inspirada tanto en Lazarillo de Tormes como en Cervantes. El propio Fielding menciona a Cervantes en el título como influencia directa, y juega con estructuras narrativas quijotescas, como la narración interrumpida o los juegos metatextuales.

Jane Austen, por su parte, ofrece en La abadía de Northanger una relectura quijotesca desde el prisma de la novela gótica. Su protagonista, más que leer libros de caballería, se ve influida por novelas de castillos, fantasmas y sótanos, y acaba interpretando el mundo real como si formara parte de esos relatos.

Mencionó también a George Eliot, autora de Middlemarch, como una de las más grandes novelistas de la tradición europea. La protagonista, Dorothea —nombre que remite a la Dorotea cervantina—, encarna una forma moderna del quijotismo: es una mujer generosa y noble, cuya imaginación la lleva a idealizar a un hombre que resulta ser un completo impostor. El segundo capítulo de esa novela lleva como epígrafe la frase del Quijote sobre la bacía del barbero, confundida con el yelmo de Mambrino: una metáfora perfecta sobre las ilusiones y el autoengaño.

En la literatura estadounidense, la huella cervantina también es notoria: Mark Twain, Herman Melville y William Faulkner siguen ese hilo. En su ensayo, Muñoz Molina se propuso trazar esa influencia con rigor, sin caer en fantasías interpretativas, demostrando cómo Don Quijote ha fecundado literaturas que parecían lejanas.

Lo paradójico, según Muñoz Molina, es que mientras la novela cervantina modelaba la literatura inglesa y norteamericana, en España fue ignorada durante siglos. No fue hasta autores como Galdós y Clarín que el Quijote comenzó a dar frutos visibles en la narrativa española. Antes de eso, hay un vacío llamativo.

Explicó que tras la juventud de Cervantes, la sociedad española se fue cerrando: se prohibió estudiar en el extranjero, la Inquisición impuso la obsesión por la “limpieza de sangre”, y muchos escritores brillantes de origen judío fueron perseguidos o forzados al exilio. La prosa se volvió opaca: o bien barroca y oscura (como la de Quevedo), o artificiosa (como la de Góngora), perdiendo la claridad cervantina.

Mientras en Inglaterra o Francia muchas mujeres leían y escribían novelas, en España no existía una clase media lectora ni una industria editorial comparable. Incluso surgió una “sub-literatura” paródica en la que el objeto de burla no eran ya las novelas de caballería, sino textos revolucionarios como la Constitución de 1812 o los escritos de Rousseau. Citó un caso grotesco en el que un personaje se limpia con una página de la Constitución que hablaba de los derechos del ciudadano. “Cada país tiene lo que le toca”, concluyó con ironía.

Preguntado por las figuras femeninas en el Quijote, más allá de Dulcinea, subrayó que, aunque Cervantes era un hombre de su tiempo —siglo XVII, no XXI—, lo que importa en un autor de ficción no son sus opiniones personales, sino los personajes que crea. Y Cervantes, afirmó, está lleno de mujeres extraordinarias.

Destacó a Marcela, la pastora que rompe con el molde de la poesía amorosa petrarquista: frente a los reproches de los hombres por no corresponder a su amor, ella se alza como sujeto, no como objeto. Su monólogo es radical: “Libre nací y para vivir libre elegí la soledad de estos campos”. Ese momento, dijo, “sobrecoge”.

También habló de Dorotea, una de sus favoritas. Una mujer fuerte, sensual y decidida, que abandona su casa para reclamar al hombre que le había prometido matrimonio. Se disfraza, viaja con un criado que intenta abusar de ella (al que rechaza violentamente), y sigue su camino. Al igual que muchas heroínas de Cervantes y Shakespeare, recurre al disfraz y a la acción para tomar el control de su destino.

Para Antonio Muñoz Molina, la influencia de Cervantes en la literatura es fundamental: “Ese hilo era muy importante seguirlo”. Destaca cómo Cervantes “tiene una voz que apela a ti directamente”, algo que lo diferencia de casi cualquier otro escritor de su época. Esta cercanía con el lector, junto con la riqueza de sus personajes —especialmente los femeninos—, sigue siendo “una cosa estremecedora”.

Muñoz Molina también señala la paradoja de que, mientras la literatura inglesa y francesa se nutrieron de Cervantes, en España hubo “un gran vacío” durante siglos, debido al cierre social y cultural. Sin embargo, la fuerza universal y vigente del Quijote sigue intacta, y su legado continúa inspirando, recordándonos la importancia de la imaginación y la libertad que representa.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios