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«Vivimos un nivel de barbarie que es inexplicable porque obedece a un pozo muy oscuro de la condición humana»

«Vivimos un nivel de barbarie que es inexplicable porque obedece a un pozo muy oscuro de la condición humana»

"Los hechos casuales" Juan Carlos Botero (ed.Alfaguara)

miércoles 13 de diciembre de 2023, 16:37h

"La civilización es algo que se conquista a diario entre todos y es una lucha que nunca se termina de ganar. No se pueden entregar las armas en ningún momento"

La mañana se presenta caótica en Madrid. El rey preside la solemne apertura de las Cortes Generales de la XV legislatura junto a la reina Leticia y la princesa Leonor. Muchas de las calles de Madrid están cortadas y la policía intenta reconducir el tráfico. El atasco monumental no consigue disuadir mi cita con el escritor colombiano Juan Carlos Botero que acaba de publicar: Los hechos casuales, con editorial Alfaguara.

Una novela con ingredientes tan potentes como la violencia, la culpa y el poder de la suerte. Casualidades que determinan el destino de los protagonistas y de nuestra propia vida. Un pequeño detalle que puede cambiar totalmente los acontecimientos.

Un cambio de rutina sin importancia lleva a Rafael a un fatal destino. Sebastián; su amigo, se obsesiona desde ese momento con las casualidades, esas que carecen sin importancia, pero solo en apariencia.

—¿Somos el fruto de todo cuánto ocurre por muy insignificante que parezca, como encontrarse una rama de un árbol en mitad de un camino?

Totalmente, eso es así. Yo desde hace mucho tiempo soy muy consciente que todo lo que me ha pasado en la vida, desde lo más grande a lo más pequeño, es fruto de una serie de hechos casuales aparentemente menores, encadenados por la suerte, el azar, el accidente, que adquieren un efecto dominó y desembocan en consecuencias tremendas y muchas veces no sólo para uno como individuo, sino muchas veces a nivel mundial, pueden cambiar el mundo.

Lo que es interesante ahí es comprobar cuando te das cuenta del alcance, de las ramificaciones, de las consecuencias que tienen esos hechos aparentemente triviales, en las que llegas a una conclusión estremecedora y es que los hechos insignificantes no existen. Y de eso trata la novela.

—Rafael y Santiago son los dos personajes sobre los que gira la novela. Dos amigos desde la infancia, relatas que ser hijo único provoca esa necesidad de forjar de alguna forma una amistad, yo creo que indestructible.

Sí, ellos dos se turnan la narración de la novela. Lo que me parecía interesante en hacerlo de esa manera, es que los dos tienen una amistad muy breve cuando son niños, y se reencuentran casi treinta años después. Hay una química instantánea, la amistad brota de nuevo, pero son muy distintos.

Uno es una persona muy adinerada, un empresario exitoso, con un pasado atormentado porque se siente culpable o responsable de la muerte de todos sus seres más queridos.

El otro es un profesor, un historiador que no tiene dinero, sin recursos. Entonces, el hecho de ser tan diferentes, me permitía como narrador contar la historia desde dos perspectivas no sólo distintas sino complementarias, y eso permitía una dinámica a mi juicio muy enriquecedora y muy eficaz desde el punto de vista de la narración.

Uno de ellos se siente culpable por algo que él no ha provocado pero que lo arrastra desde la infancia.

Sí, esa es la diferencia entre ser culpable y responsable.

Quizá la persona no participó de una manera deliberada, intencional, en que ocurriera la fatalidad, pero él le reconoce que tiene una cuota de responsabilidad ineludible en la muerte de su padre, en la muerte de su madre, en la muerte de su esposa, en la muerte de su mejor amigo. Entonces, esa culpa individual lo lastra, pero también exploro la culpa en algo de una manera más compleja, más grande, porque creo que todo colombiano arrastra una gran dosis de culpa colectiva, porque somos partícipes por acción u omisión de una violencia colectiva que nos ha arrastrado a este baño de sangre en el país durante tanto tiempo.

—¿Por qué hay tanta violencia en Colombia?

Es una magnífica pregunta y muy difícil de responder.

Yo creo que evidentemente hay una serie de factores objetivos de la pobreza, la desigualdad, la exclusión de muchos sectores de la sociedad, la falta de empatía y compasión de parte de la clase dirigente, la falta de equidad, todos esos son factores oscuros, difíciles de precisar o articular en palabras, que también intervienen porque las cosas que ocurren en Colombia no consisten solamente en la eliminación del otro.

Gran parte del problema en Colombia es la falta de tolerancia.

Y esa intolerancia se traduce en una convicción equivocada y es que para acabar con un problema, hay que acabar con la persona que lo representa, entonces las personas ven al otro como un enemigo, un rival que hay que eliminar, pero eso no lo explica del todo, porque hay una serie de atrocidades que ocurren en Colombia que no solo son para sacar al otro del camino por cuestión de territorios de pandillas, quedarse con un negocio o por corrupción.

A ese nivel uno percibe una sevicia que es muy difícil de explicar. Por ejemplo, los grupos paramilitares en Colombia estaban matando tantas personas personas que surgió la necesidad o la dificultad de qué hacer con los cadáveres, entonces crearon escuelas de entrenamiento para descuartizar a las personas, a los muertos, y enterrando las extremidades dentro del torso para que ocuparan el menor espacio posible y así hacían, no practicaban y no le enseñaban a sus jóvenes reclutas a cómo salir de los cadáveres y cómo deshacerse de ellos, cómo enterrarlos y demás con personas muertas sino con vivas.

Entonces iban a los pueblos, bueno, iban es difícil decir, eso todavía está pasando, pero llegaban a los pueblos, secuestraban 30 o 40 personas, los llevaban a un potrero y empezaban a desmembrarlos vivos, pero muy pronto se daban cuenta que se usaban motosierras. Las motosierras se enredaban en la ropa, entonces hacían todo esto con machete, entonces, es decir, ahí eso muestra un nivel de cevicia, de barbarie que es inexplicable porque obedece a un pozo muy oscuro de la condición humana y que es aterrador y es parte de la pesadilla que hemos vivido en Colombia.

—De qué están hechos ese tipo de personas que ejecutan órdenes de otros, porque, es tan horrible ejecutarlo como ordenarlo.

Totalmente. Y es algo que es muy difícil de entender porque cuando la vida cambia algunas personas se han incorporado a raíz de un proceso de paz, una negociación, se han incorporado a la vida civil.

Muchos de ellos han pedido perdón a sus víctimas, muchos los han hecho llorando, lo han hecho delante de las víctimas gracias a una iniciativa que se creó: la Justicia Especial para la Paz. Unas audiencias públicas donde ha habido este tipo de encuentros que son muy impactantes de presenciar y son personas que uno diría al verlos, yo no me imagino a esa persona cometiendo esta atrocidad, entonces eso todo refiere a lo que es la complejidad, las capas que existen en la condición humana tan difíciles.

—Hablábamos de Sebastián, de todo lo que había sufrido, de esa culpabilidad, sin embargo dibujas un personaje bueno, hay bondad en toda esa maldad que arrastra.

Sí, sin la menor duda. Quería crear un protagonista que fuera una buena persona. Suena sencillo, pero cuando tú miras esta narrativa, el protagonista suele ser el criminal, el malvado, el sicario, el asesino, y no lo critico. Pero quería intentar que el personaje principal fuera una buena persona, primero por una cuestión de recurso narrativo, para que el lector o la lectora se encariñaran con él y quisieran sentir su destino cerca de ellos, se apegaran al personaje.

Por otro lado, por algo que yo sé que es una tesis controversial, pero sí creo que lo que más prevalece en el mundo es la bondad. Y quería que él lo representara. Él es una persona adinerada, una persona con privilegios, pero él encarna una filosofía que me parece muy importante y es la convicción de que lo importante en la vida no es tener, sino saber tener y esta es una persona que sabe tener, que a pesar de sus privilegios es una persona altruista, generosa, filántropa.

Entonces sí creo que la bondad prevalece en el mundo. Quería crear esta persona para simbolizar esa posición, porque además si esa tesis prevalece en Colombia, hay esperanza para el resto del planeta.

—Los titulares pocas veces ocupan las bondades de la gente. Pesan más las atrocidades que cometemos los humanos.

Claro que es muy difícil de creer que eso es cierto, porque vivimos bombardeados sistemáticamente de noticias atroces. Y lo que pasa es que la maldad es muy escandalosa, muy llamativa, le gusta dominar los medios de comunicación y figurar a los titulares, mientras que la bondad es muy discreta, es callada, es modesta, es la persona que paga tranquilamente sus impuestos, la otra persona que estudia y trata de sacar las mejores notas que puede, el muchacho que no tiene recursos pero que lee su libro debajo del alumbrado público, el otro que le ayuda a cruzar la esquina al vecino, son cosas que nunca obtienen los titulares, nunca son noticia, pero son lo que más prevalece en la sociedad y gracias a eso existen los países y gracias a eso hay un progreso inocultable de la humanidad.

—Si un hecho bondadoso ocupa un titular, llama la atención porque no estamos acostumbrados a que la gente que hace actos buenos. Entonces te choca y es un sistema que debería cambiarse porque somos lo que leemos.

Exacto deberíamos leer más bondades y ser más conscientes y más orgullosos de lo que se ha logrado. Hoy en Europa, estadísticamente hablando, es más factible morir por caerte de un árbol que morir de un balazo. Eso no fue así durante siglos.

Ha habido un progreso, y no solo en Europa, en países como Canadá, Japón, Singapur, hay miles de países, hay miles de casos donde ha habido un avance. Ahora, esto no significa que la bondad es incondicional, absoluta, un triunfo. Hay muchos países, empezando por Colombia porque de otro modo el país habría dejado de existir.

Pero lo que es importante entender es la fragilidad de la existencia, es lo que trato de resaltar en la novela, porque en cualquier momento es posible el retroceso.

No hay ningún país que sea inmune a la barbarie y podemos retroceder en cualquier instante. Míralo de esta manera, Estados Unidos es una gran potencia. Hoy en día la mayor causa de muertes en los niños, en los chicos, son muertes violentas por armas de fuego. Eso no era así hace 30, 50 años. Había un retroceso, entonces no nos podemos confiar.

La civilización es algo que se conquista a diario entre todos y es una pelea, una lucha que quizá, nunca se termina de ganar porque se puede perder. No se pueden entregar las armas en ningún momento.

—Sebastián es un personaje, decíamos, adinerado. Da igual, las casualidades que te van a marcar la vida no entienden de estatus social. Es un personaje que tuvo que abandonar el país, al igual que tú. ¿ Viertes parte de ti, en él?

Sí, sin la menor duda. Cuando empecé a escribir esta novela, entendí que tenía una gran oportunidad de utilizar buena parte de mi biografía para alimentar la narración. Me permitía contar las cosas y yo creo que con gran veracidad y verosimilitud porque las viví en carne propia.

Sé lo que son los secuestros, los exilios, las amenazas, esos horrores porque los he vivido. Y lo contaba sujetando con una mano la pluma y con la otra las vísceras.

No salen las experiencias tal como se vivieron porque uno como narrador tiene la obligación y la necesidad de disimularlas, disfrazarlas en áreas de la narración pero ahí está la esencia de lo que se vivió.

—El contexto histórico en el que está tu novela: la masacre del Palacio de Justicia la tragedia de Armero y las bombas y el atetado del cárcel de Medellín puede ser, como bien cuentas, el efecto dominó de ciertas casualidades.

Sí, hay en la novela muchos episodios a nivel histórico que me parecen fascinantes. Es importante que se cuenten para que no se olviden, pero todos tienen en común que son resultado de una serie de hechos casuales.

Ahora, no sólo son hechos históricos de gran trascendencia que ocurren en Colombia, en cuanto por ejemplo el inicio de la primera guerra mundial, la caída del muro de Berlín, el hecho increíble de Rosa Parks que le permite convertirse en la madre del movimiento cívico por los derechos humanos en Estados Unidos, hechos que ocurrieron en la carrera del espacio, en el mundo de la aviación, ajenos a Colombia y que son todos fruto de hechos casuales, pero el gran objetivo detrás de cada uno de ellos es que cada uno de sus acontecimientos tiene una resonancia en el personaje, en el protagonista.

—Hablábamos de la infancia de Sebastián. La infancia de cada uno de nosotros también nos marca. ¿Cómo te marcó la tuya?

Mira, mi infancia fue muy particular porque había por un lado un bienestar y una pobreza. Es la cosa más contradictoria del mundo.

Mis padres se han separado, llegamos a Estados Unidos, yo tenía apenas un año de edad, mi madre vivía en Nueva York, se había ido detrás de mi padre, él llegó en la pobreza absoluta a Estados Unidos. Llegó con 200 dólares en el bolsillo sin conocer a nadie, sin saber inglés, los primeros muebles que tuvo los rescató de la calle, entonces había un contraste muy grande entre el mundo de mi madre, que a los pocos años se casó con una persona muy adinerada, y lo que vivíamos con mi padre todas las semanas, que no tenía con qué comer literalmente.

Entonces para mí fue muy impactante como niño, porque además en esa época no se le explicaban las cosas a los niños, había esa cosa que eran como adultos subdesarrollados.

Pero debo decir que por varias situaciones familiares, en mi infancia por un lado, tuve la oportunidad de vivir momentos de gran deslumbramiento, de magia con mi padre. Porque en medio de su pobreza, las cosas que él hacía por entretenernos como no tenía el dinero para comprarse juguetes, ni regalos, ni nada, lo que hacía era que acudía a su prodigiosa imaginación, entonces había ese aspecto de la infancia que era maravillosa, pero a la vez hubo muchos conflictos, hubo muchos divorcios.

— Pero fue una infancia en la que viviste, aprendiste del arte.

Sí, aprendí muchísimas cosas y no solo durante mi infancia sino también ya un poco más en la adolescencia. Además descubrí muchísimas cosas para mí fundamentales, el amor por la literatura y el amor por la gran pintura eso se lo debo naturalmente a mi padre que era un artista recientemente fallecido, y él era una persona que tenía una gran capacidad para comunicar y contagiar su pasión por el arte.

Y a raíz de eso, mis ideas me hacen parecer un loquito, un fanático. En los museos tienen que sacarme mis hijas prácticamente a “escobazos” porque es tal deleite que siento frente a las grandes obras de arte, para mí no tienen fin.

Las observo con absoluta reverencia porque no puedo creer que existan y tengamos el privilegio de contemplar cada una de esas obras que han sobrevivido a los hechos casuales, los azares de los siglos, las guerra, los incendios, los saqueos, y pueden contemplarse y enriquecen el espíritu y te ennoblece el alma y no puedo creer que de repente una persona por sus propias ideas, y convicciones, por ignorancia, ataca tirando agua o pintura sobre ellas. Para mí es muy desconcertante, no lo entiendo.

Cada vez que me detengo frente a un gran cuadro, me obligo a ir más allá. Yo sé que hay ahí una carga o simbólica o de mensaje o de contenido que va más allá de la apariencia y que es algo asombroso. Ayer estuve en el Prado contemplando por enésima vez por ejemplo los fusilados de Goya, cada vez que tengo delante de mi ese cuadro, me deslumbra quedo realmente abrumado, callado, boquiabierto ante la grandeza y la cantidad de mensajes que logra comunicar el artista y la grandeza que logra expresar.

Y es que cuando todo está perdido, cuando no hay ninguna esperanza, Goya entiende que aún así hay una pequeña ventanilla, un espacio para la dignidad, para el heroísmo, para el desafío, para la protesta. Es extraordinario como la propia caída de quien acaba de morir, es una grandeza que triunfa sobre la barbarie de sus asesinos, esa grandeza en medio de su humildad, muestra una grandiosidad que nos salva a todos como especie, por eso me conmueve tanto.

Es lo que produce un lienzo, el Prado tiene miles y uno puede detenerse ante cada uno y tener una reflexión similar, entonces ¿cómo no hacerlo con agradecimiento y reverencia?

Botero termina la entrevista visiblemente emocionado y me contagia su visión y su sentir ante el arte.

Sigue la entrevista en Spotify y Youtube.

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