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«Cuando nosotras éramos pequeñas, por lo mismo que se premiaba a los niños, a las niñas se las castigaba»
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«Cuando nosotras éramos pequeñas, por lo mismo que se premiaba a los niños, a las niñas se las castigaba»

"El infierno es una chica adolescente" María Zaragoza. Ana María Alcañiz Lizcano. Ed.Planeta. Minotauroilustrados

sábado 13 de enero de 2024, 19:20h
"Cuando una tía hace algo malo, automáticamente nos afecta a todos los demás como si fuéramos una sola cosa. Y, sin embargo, cuando un tío hace algo malo solo le afecta a él"
Un verano lleno de bichos por culpa de la contaminación o la brujería. Atentados de la ultraderecha. Chicas que se convierten en monstruos por culpa de un padre intolerante. Niños que pueden planear un crimen perfecto. Chicas a las que se roba la identidad, chicos devorados por su propia intransigencia, anorexia, bulimia, amistades que terminan en desgracia.

No es, aunque bien pudiera parecerlo, una relación de los problemas de esta sociedad, sino los que acarreamos por cómo nosotros somos en esta sociedad. Relatos de una infancia hostil para adultos sin adultos. El infierno es una chica adolescente. María Zaragoza y Ana María Alcaniz-Lizcano.

—¿Niñas que eligen ser malas o la maldad está intrínseca en la propia infancia?

Yo creo en ese caso concreto del relato del que estás hablando, que es la inocencia, que son niñas que se rebelan contra lo que se espera de ellas.

Hay un momento en la infancia de las niñas, afortunadamente creo que eso está cambiando más deprisa de lo que esperábamos, pero cuando nosotras éramos pequeñas, de las niñas se esperaban unas determinadas cosas y por lo mismo que se premiaban a los niños, se castigaban a las niñas. Porque las niñas no podían mancharse, no podían llevar las rodillas raspadas, no podían tener ocurrencias malvadas o lo que fuera y los niños se hacían ese tipo de cosas, eran valientes, eran osados ​​y mira qué gracioso es el niño. Entonces, estas niñas realmente lo que deciden es rebelarse contra eso.

Para ellas ser malas es defenderse de todo lo que se espera de ellas como prototipo de futura mujer. Y ahí es donde está un poco el tema.

De todas formas, hay muchos niños que tienen ideas en este libro crueles o marcianas o tal, porque yo siempre he pensado que la inocencia de los niños es un cliché como un piano. Los niños tenemos ideas muchas veces malvadas, macabras, y a veces quizás es de la inocencia.

—También hay un relato en el libro de unos niños que planean un asesinato. Desde esa inocencia, pero es verdad que aunque sea imaginariamente y sin llegar a manifestarlo esencialmente, ¿en algún momento hemos tenido alguna idea de qué no le ha apetecido, de repente, si estás comiendo, coger el propio cuchillo y desahogar toda la rabia que llevas dentro, más siendo mujer?

Supongo que sí, pero en este caso también me interesaba hablar de las ideas que a veces tienen los niños por no tener en cuenta las consecuencias. En alguna forma, tú te educas cuando eres pequeño en esta en sociedad.

La sociedad tiene unas reglas, no puedes matar a alguien aunque esté haciendo algo que te parezca malísimo. Pero a veces los niños no se dan cuenta de eso. Entonces esta historia, concretamente la de estos niños que planean este asesinato, es una cosa que yo recuerdo muy claramente de ser yo pequeña y pensar que viviríamos muchísimo mejor sin tal persona, como si fuera lo más normal del mundo.

Luego todo esto, entras en la socialización y empiezas a ver que eso está mal. Pero cuando tienes 6 años a lo mejor no te lo planteas. Creo que lo metemos en el cajón de la fantasía. Es donde mejor se puede quedar.

—Ser hombre era una cosa compleja, cada hombre era único y diferente, pero ser mujer, sin embargo, resultaba sencillo. Todas las mujeres eran la misma mujer con pequeñas variantes, dotadas con el don de la insignificancia. Ser mujer…Ser un ente

—Ser mujer es igual a todas las mujeres. Ser una cosa, ser una sola cosa, era ser un ente. Un ente, efectivamente. Esa era la definición de ser mujer.

Claro, a mí me sigue sorprendiendo que un día de hoy todavía tengo discusiones con gente que dice: Bueno, es que hay tías que nos hacen un flaco favor a los demás.

Cuando una tía hace algo malo, automáticamente nos afecta a todos los demás como si fuéramos una sola cosa. Y, sin embargo, cuando un tío hace algo malo solo le afecta a él. Y vemos ese discurso constantemente. Una tía mete la pata y es como es que las tías sois, es que las feministas sois. Sobre todo ahora se utiliza mucho con las feministas.

No es que las feministas son, pero pues es que a lo mejor habrá alguna feminista por ahí equivocada en el mundo, no lo vamos a descartar porque somos personas.

El disparate es que se sigue pensando que no somos entes individuales sobre todo para lo que se refiere a los negativos. Es decir, cuando una mujer hace algo extraordinario, ella es extraordinaria. Pero cuando una mujer hace algo malo, es que nos hace flaco favor a todos los demás. Y esto a mí siempre me ha molestado. Me ha molestado siempre. Ahora empieza la cosa a calar un poco, pero he tenido estas discusiones desde los 15 años. Y claro, yo encima escribía.

Yo empecé a publicar en una época en la que la recuperación de las escritoras era una cosa muy marciana. Y éramos muchísimas menos escritoras y encima jovencitas. Y porque yo era muy joven cuando empecé y así era un poco mona, pues imagínate. Entonces yo tenía que oír una cantidad de cosas tremendas todos los días y yo me peleaba constantemente porque eso no sucediera. He oído, o sea, a mí me han hecho una entrevista cuando era jovencísima en la que me preguntaron por la talla del sujetador .

—¿Qué hace Claudia para comprender esa definición que tenemos de que todos somos un mismo ente?

En un momento dado, los personajes de ese relato, todas las chicas, empiezan a ser muy parecidas porque intentan cumplir con lo que se espera de ellas. Y estamos en los 90, es decir, estamos en la época en la que la heroína ha dejado de ser un problema social de drogas para ser una estética de pasarela.

Entonces, es la época en la que las niñas se contagiaban, como si fuera una epidemia, los trastornos alimenticios. Entonces, esa niña se va de vacaciones con la familia a Grecia y cuando vuelve lo que decide contagiarle a sus amigas es algo muchísimo mejor que un trastorno alimenticio que es el estar enamorada.

A ella le parece mejor, luego tiene todo tipo de consecuencias extravagantes. Pero a ella le parece que es muchísimo más interesante porque si vamos a hacer una sola cosa, mejor ser chicas enamoradas que ser anoréxicas.

Pero, gracias a esto, empiezan a separarse las unas de las otras, porque se dan cuenta de que no solo no son iguales a sus madres, que en el fondo es como la primera referencia, sino que tampoco son iguales entre ellas.

—Y empiezan a descubrirse las unas a las otras. Y cuando vuelve, dices: “había algo en sus ojos cuando llegó septiembre una mirada envidiable ausente y fija de virgen procesionaria todos queríamos ser como ella.

La mujer como colectivo, porque con 14 años, Claudia había conocido el amor tal cual como acabas de decir odiseas totales.

— ¿Y el encantador de pulpos?

El encantador de pulpos existe bueno por circunstancias de la vida, tengo esa imagen adolescente en mi cabeza, en la que estamos en un chiringuito en una playa de Grecia, y de repente aquella señora vestida de negro, de los pies a la cabeza, que se le veían las medias de calcetín por el gemelo, por debajo de la palma, y ​​nos preguntó así, medio chapurreando que cuántos pulpos queríamos y de repente le pegó una voz a un chaval que no habíamos visto y que se fue desnudando mientras salía hacia la playa con dos palos como de churrero y cuando volvió tenía todo el cuerpo cubierto de pulpos y se nos acercó para que le hiciéramos los que queríamos que nos cocinaran.

Y se los fue despegando el cuerpo con los palos de churrero. Y esta es una historia que se me quedó completamente clavada en la cabeza. No me parecía la forma más normal de pescar pulpo.

--Empezaste a escribirlo en la época del confinamiento, donde todos observábamos el mundo exterior y pensábamos que las cosas que hacíamos a diario eran cosas banales, pero de repente todo recuperó la importancia que de verdad tenía, tanto como para querer llegar a esa infancia, recuperar esa infancia.

Bueno; sencillamente empecé a recordar cosas que no sabía que recordaba y a mirar el mundo de alguna forma como lo miraba entonces y sentía la necesidad ahí sí de escribir relatos que contuvieran esos retazos o esas cositas anecdóticas de mi infancia y de mi adolescencia decoradas tal y como yo las veía, es decir, veía monstruos y veía a mí.

A mí me sorprende mucho siempre cuando todo el mundo idealiza la infancia porque a mí no me parece una época inocente, dulce, para nada. Yo creo que los recuerdos que tengo se parecen más a lo que dice Geraldine Chaplin en Cría cuervos. Me parece una época llena de turbación larga ya veces con escenas totalmente violentas, porque los 80 fueron muy violentas. Y todo eso tenía muchas ganas de recuperarlo y fue cuando me puse a apuntar ahí, pero vamos, todo iba en esa dirección, o sea, incluso me dio por comer macarrones con chorizo, con lo que yo comía de pequeña. Y finalmente se cerró el círculo con la participación de Ana, porque Ana es amiga mía de toda la vida, somos amigas de la adolescencia, del pueblo.

Nosotras hacíamos cosas juntas, yo escribía, ella pintaba, éramos como las fichis artistas adolescentes del pueblo. Y pasábamos muchísimas horas haciendo inventos, inventando cosas. Teníamos un mundo generado ahí y durante mucho tiempo yo había querido recuperar eso. Era como, tenemos que hacer algo profesional, o sea, que esto se transmite. Pero no había encontrado el qué. Y de repente estos relatos eran ideales. Se los dije a Vicky, a la editora de Minotauro. Yo creo que al pronto dudó, me dijo, bueno le hacemos una prueba. Claro, cuando dices a un editor, te voy a presentar a una amiga y siempre queda un poco regular. Sí, como ya conozco yo a Ana. Pero en cuanto vio el trabajo de Ana me llamó y me dijo dónde la tenías.

—Ana, cómo fue el proceso.

Fue bonito, porque fue como darnos cuenta de que la conexión del salón de su casa seguía. Y cuando me lo mandó y lo leí, si te gusta o tal, yo sin saber nada, además que me encantó porque yo vi al toque nuestro de fantasía, porque siempre hemos sido muy de imaginarnos películas pero guay, y no cosas normales entre comillas o de jugar con la normalidad con lo extraño.

Entonces yo los leí y ya empezó a salir y yo empecé a hacer bocetos al principio un poco descolocada pero más que nada por mis miedos personales porque yo pensaba que no iba a ser capaz pero no. Entonces ya leyendo ya empecé a dibujar y ya me fui dando cuenta de que al final lo que iba a contar era como lo nuestro, entonces fue muy relajado y fue muy bonito porque empecé a darle vueltas empecé a buscar el estilo donde llevar, porque al final me parece que también lo bonito que tienen es que sean más simbólicos, porque una parte de mi que tiende mucho al realismo de simplemente detalles, detalles y me gustó mucho más darle el toque de llevar al simbolismo y fue maravilloso porque fue el ir dibujando y decir si es lo que busco yo y sé que es lo que busca ella y el resultado ha sido precioso porque es nuestra historia.

Y me ha encantado porque es eso, porque la Anita y la María de la habitación llena de papeles siguen estando ahí y hemos sido encima capaces de hacer este libro que ha quedado espectacular.

Ha quedado espectacular, por lo tanto, los monstruos que habitan en nuestra infancia han salido de alguna manera, ¿no? En forma de fantasía, en forma de ilustración y en forma de texto, creo yo.

Sí, me gusta mucho lo que ha dicho, que es la historia de lo nuestro. Es que es verdad, al final el conjunto que encaja, porque a mí me gusta decir que sí, que el infierno es una chica adolescente porque la adolescencia es infernal, sobre todo si eres una chica, esto es así. Pero aparte de estar llena de cosas terribles y de miedo y de inseguridad y tal, también es una época de euforia y de descubrimiento y de cosas fascinantes.

Sigue la entrevista en Spotify y Youtube.

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