rosapasapagina.es
«La novela plantea la pregunta de hasta qué punto la literatura puede ser una vía de escape o una prisión»

«La novela plantea la pregunta de hasta qué punto la literatura puede ser una vía de escape o una prisión»

"El vuelo del hombre" Benjamín G.Rosado Premio Biblioteca Breve 2025

domingo 30 de marzo de 2025, 20:26h
”El libro plantea permanentemente un pulso entre la literatura y la vida"

La cita de hoy es con Benjamín G. Rosado, ganador del 67º Premio Biblioteca Breve, en uno de los lugares que más le gusta a Rosa pasa página, donde los libros se asoman a los ahora cubículos de cristal, entonces jaulas en las que se ubicaba a los animales, para contemplar el parque de El Retiro, o tal vez sean las flores y los árboles los que curioseen las salas repletas de libros y lectores. “El vuelo del hombre”, marca su debut en la novela.

El ganador, que es crítico literario, musical y profesor, fábula sobre el poder de la ficción para cambiar la realidad.

La historia sigue a un escritor que alcanza un éxito extraordinario con su primera novela, protagonizada por un piloto que sobrevuela paisajes misteriosos. Sin embargo, al comenzar su segunda obra, su editor le revela un inquietante suceso: en la selva colombiana ha fallecido un piloto con el mismo nombre y en el mismo lugar donde transcurría la historia de su libro.

Diego Marín se ha instalado en Valparaíso. Su madre acaba de morir y él busca resolver su futuro incierto. Un encuentro con un profesor le inspirará a escribir Ciudad Café, un éxito rotundo que 10 años después le asfixia hasta la falta de inspiración en la ciudad de Nueva York, que es ahora donde vive.

P.—Antes de nada mi enhorabuena. Siempre hay expectación cuando se va a conceder un premio y luego, una vez que se otorga, la curiosidad se duplica porque se quiere saber qué hay dentro del libro.

R.—Muchas gracias. Claro, y en este caso se triplica, porque el ganador, ha sido un perfecto desconocido dentro del mundo literario y sí, me hace mucha ilusión porque, claro, un libro como este, que tenga el trampolín que supone el espaldarazo de un premio de esta categoría, pues hace que pueda llegar a mucha más gente.

P.—“Ciudad Caf锿quién es el protagonista de esta historia?

R.—El vuelo del hombre es un libro de libros, hay muchos libros dentro de él. Y uno de ellos, que funciona de alguna forma como detonante de todo lo que sucederá después, es una novela titulada Ciudad Café, que es la que escribe el protagonista en extrañas circunstancias y que le convertirá en un escritor de fama mundial.

Esta novela existía parcialmente porque escribí una novela con 20 o 21 años y tenía ese título, aunque no lo acabé. Creo que debí de reunir unas 50 o 60 páginas y no iba de un piloto que sobrevuela arcanos paisajes en Latinoamérica, sino de un camionero. Esta es la novela original, que recorre todo el continente americano acumulando una serie de experiencias.

Entonces, como esa novela iniciática no me reconocía, me pareció oportuno reciclar en la forma simplificada de un libro dentro de un libro, que además le sirve a su protagonista para coronarse como escritor.

Ese es el arranque: un libro que estaba fuera, que de repente está dentro y que hace que el protagonista se convierta en un escritor que además gana un premio. O sea, que el juego de espejos es infinito.

P.—El juego de espejos y casi un puzzle. No sé si te ha costado mucho encajarlo.

R.—Muchísimo. Además, me encanta que digas lo del puzzle porque realmente, no creo que la novela entrañe dificultad de comprensión, creo que todo está como muy clarito, muy fácil de asumir, pero tiene muchas capas.

Y es como cuando te compras esos paisajes de 10.000 piezas, y lo primero es poner el marco, saber hasta dónde quieres llegar y quiénes cuentan, luego ordenar las fichas por colores y luego por formas.

Y entonces sí, ha sido realmente un rompecabezas totalmente que llegó a agotarse y en un momento dado abandoné el libro cuando tenía 600 páginas.

No tanto porque no supiera cuál era el paisaje resultante de ese puzzle, sino porque ya intuía que terminar de hacerlo iba a requerir un esfuerzo que yo en ese momento no estaba dispuesto a dar.

Porque, como digo, el libro plantea permanentemente un pulso entre la literatura y la vida, y en ese momento la vida llamó a mi puerta y yo tuve que dejar la literatura y empezar a vivir, que es lo que de alguna forma termina haciendo el protagonista.

P.—Dices que la novela plantea un pulso entre la literatura y la vida. ¿Cómo se manifiesta ese pulso en el protagonista?

R.—Se manifiesta en el hecho de que el protagonista, Diego Marín, es un escritor que ha alcanzado el éxito con Ciudad Café, pero ese mismo éxito lo ha encerrado en una jaula.

Durante diez años, él ha estado intentando escribir otra novela, pero es incapaz de hacerlo porque todo lo que escribe le parece que no está a la altura de la anterior.

Entonces, él vive atrapado en esa lucha: quiere escribir, pero a la vez siente que su vida se ha vuelto un ejercicio de repetición de lo mismo. Es como si la literatura se hubiera convertido en un peso en lugar de ser un espacio de libertad.

Por eso, la novela plantea la pregunta: ¿hasta qué punto la literatura puede ser una vía de escape o una prisión?

P.—Él conoce a Sara, se enamora de ella y la literatura vuelve a un segundo plano.

R.
— Me gusta referirme a ciertos elementos de mi novela como los "ecos del libro". Estos son aspectos que permanecen en un segundo plano, que no necesariamente deben ser comprendidos o que no tienen que resonar demasiado, pero que marcan el ritmo y generan conexiones entre situaciones.

La novela está dividida en tres partes. La primera y la tercera se centran en el acto de escribir: qué lleva a alguien a escribir, las razones detrás de esta decisión y las consecuencias de la fama. En la segunda parte, hay un eco importante: el protagonista se enamora y, al empezar a vivir esta nueva experiencia, se le agotan las ideas y no puede escribir. Esta es una reflexión que tengo muy presente.

Cuando estuve dos años y medio trabajando en el primer borrador de esta novela, una de las conclusiones más significativas que saqué es que lo que uno escribe nunca es lo que realmente sucede, sino lo que debería ocurrir. Es como si, al estar encerrado en ese proceso creativo, uno se estuviera perdiendo la vida. Ante esta elección, no tengo duda: me parece tentador y satisfactorio vivir en ese estado de embriaguez literaria. Admiro a los escritores que logran mantenerse en ese lugar, pero mi elección siempre ha sido el mundo real.

La presión está presente constantemente; no solo por los premios, sino porque soy muy exigente conmigo mismo.

Solo cuando siento que he perdido toda noción de la realidad es cuando realmente estoy listo para comenzar a contar mi historia.

P.—¿Y cuándo volviste a ese manuscrito?

R.—Volví cuando sentí que la historia me necesitaba otra vez. Yo creo que los libros te llaman en diferentes momentos de tu vida. Y cuando decidí volver a la historia, me di cuenta de que lo que necesitaba el texto era podarse. Porque tenía muchas ramas, muchas bifurcaciones que en su momento me habían parecido imprescindibles y que, con la distancia, vi que no lo eran tanto. Entonces, ese proceso de poda me llevó a una novela más sintética, más esencial, pero con más capas de significado.

P.— El origen del lenguaje, el profesor Castro, el canto de los pájaros, ¿nos parecemos tanto?

R.— Pues no sé si nos parecemos a los pájaros. Desde luego lo que sí es cierto es que la metáfora del canto, la melodía, como origen del lenguaje es preciosa. Es decir, siempre se nos ha dicho que el origen del lenguaje fue la palabra, ¿no?

P.—Si. Bueno, el origen del lenguaje, perdóname, siempre ha sido la necesidad de comunicarse a través de sonidos guturales, señales de humo, gestos…

R.—Exacto y está involucrado en los pájaros, en el canto y en los humanos, en su capacidad para comunicarse a través de la palabra, hace que ese trasvase genético que pudo funcionar quizás a modo de imitación o de robo genético, pues nos pueda dar algunas claves de por qué empezamos a hablar y cómo continuamos haciendo. Porque por mucho que pensemos que tenemos a nuestro alcance todas las herramientas posibles necesarias para comunicarnos bien, el lenguaje es limitado.

Y creo que el origen de la mayoría de nuestros problemas es que no sabemos expresar lo que nos pasa. Y ya no digo verbalizar, digo tener la idea de qué es lo que nos está pasando, convertirlo en una palabra o ser capaces de desarrollar eso que nos causa dolor.

P.—¿Quién es el antagonista de esta historia?

R.—El antagonista de Diego, es él mismo y por eso es el que experimenta el mayor cambio del libro. Es decir, hay una metamorfosis. El Diego del principio no se parece nada al Diego del final.

P.—¿Tampoco se parece Benjamín que empieza a escribir ,al Benjamín de ahora mismo.

R.—Sí, esta novela la empecé hace mucho tiempo y estuvo casi cuatro años guardada en un cajón. En ese tiempo me han pasado muchas cosas, así que, naturalmente, cambió. Recuperarla después de tanto tiempo y leerla con la distancia de alguien ajeno, con esa mirada extrañada de quien casi no recuerda lo que escribió, me permitió entenderla de otra manera y, quizás, mejorarla.

Esa voz ingenua, torrencial, incluso picaresca, tan propia de los escritores principiantes, me pareció un aliado más que un defecto. Era una forma genuina de contar la historia, con cierta candidez, pero en el mejor sentido.

Además, en este tiempo seguí escribiendo y profundizando, no tanto en técnicas de escritura, sino en formas de narrar. Así que pude reconducir el caos del manuscrito original, que era demasiado indomable. Pasó de ser un libro de 600 páginas a uno de 370, algo más contenido, más preciso. Afortunadamente para muchos, aunque quizá no para todos.

P.—Aviadores que aspiran a contar historias y escritores que no consiguen alzar el vuelo. La lectura de tu libro me lleva a “El Principito”

R.—Cuando terminé el libro, sentí que tenía un estilo muy particular, algo casi ingenuo y primitivo, con ciertos trucos narrativos que no escondo en absoluto. Utilicé recursos basados en personajes arquetípicos porque, al final, no estoy inventando nada nuevo. Todo está construido de una manera que busca despertar la curiosidad del lector, pero sin la pretensión de revolucionar la literatura. No escribí esta novela con la idea de romper esquemas o de hacer que todos se sorprendan con algo inédito. Más bien, me acerqué a la literatura con la intención de explorar elementos que han estado ahí desde siempre.

Cuando terminé de escribir, me pregunté a qué género pertenece esta historia. Al final, me di cuenta de que tenía todos los elementos de una novela de aventuras al estilo de la literatura de caballerías, con un protagonista que se enfrenta a pruebas en su búsqueda de un amor idealizado. Y, sinceramente, eso me asustó. Me pregunté quién querría leer hoy en día una novela de este tipo. ¿En qué librería de España existe una estantería para "novelas de aventuras caballerescas"? Pensé que estaba destinado al fracaso.

Hasta que comprendí que había escrito un libro para adultos y que no estaba tan perdido. Esta historia tiene mucho de eso: un personaje que viaja, que aprende en cada lugar, que saca sus propias conclusiones sobre el mundo. Y, al final, creo que ahí reside su verdadero valor.


P.—¿Diego Marín está inspirado en un personaje real: Diego Marín Aguilera?.

R.—Siempre he tenido facilidad para nombrar a mis personajes, considerando nombres agudos que transmitieran fuerza y presencia. Incluso pensé en no darle un nombre al protagonista, pero al ser mi primera novela, me pareció un riesgo innecesario. Mientras investigaba sobre pioneros de la aviación, me encontré con la historia de Diego Marina Aguilera, un hombre que, en el siglo XVIII, intentó volar con un armazón de plumas y madera. Su historia, con un aire quijotesco, me cautivó y decidí homenajearlo en mi novela, aunque sin explicarlo directamente en el libro.

P.—La música y Benjamín G.Rosado.

R.—La música ha sido siempre una parte esencial de mi vida, aunque quise evitar reflejar mi propia historia en la novela. Aun así, hay algunos guiños, como una ópera o una pieza de Händel que remiten a recuerdos personales. Al escribir, mi mente funciona de manera intuitiva, casi como si compusiera música. La novela tiene tres partes que se asemejan a los movimientos de una sinfonía, con ritmos, crescendos y leitmotivs que reaparecen y evolucionan a lo largo del texto. No sigo una teoría concreta, pero escribo de oído, guiado por una sensación musical. Para mí, escribir de esta manera hace que la narración fluya con naturalidad.

P.—La música son los pájaros. Claro.

R.—Probablemente, si hablamos de origen de lenguaje y somos capaces de demostrar que la primera forma de comunicarse tuvo que ver con una suerte de melodía cantada, los pájaros fueron sin duda los precursores.

El canto de un pájaro, aunque los hay horribles, es esa manera encapsulada de comunicar algo y que a la vez resulta bella de escuchar.

P.—“Hay escritores que eligen serlo y otros que lo son a su pesar”. ¿Qué clase de escritor eres?

R.—Diría que el segundo a pesar de que no puedo estar más contento y orgulloso de haber recibido el premio. De hecho, es algo que me cuesta creer todavía, me tengo que dar pellizcos. Pero cuando me han preguntado sobre el posible paralelismo entre el protagonista del libro, Diego Marin, y yo, creo que la diferencia fundamental es que Diego está dispuesto a cualquier cosa por ver su nombre en la portada de un libro y yo he retrasado, por miedo o lo por lo que tú quieras, ese momento todo lo posible.

Hasta el punto de que si estuviera en mi mano una varita, no me importaría nada firmar este libro con sinónimo, pero de verdad, absolutamente nada. Y bueno, estoy encantado de las consecuencias que tiene este libro, encantado de que me entrevisten y de la promoción y todo lo que haga falta, es decir, haré lo que sea necesario para que este libro pueda llegar al mayor número de lectores.


Ahora bien, no encajo muy bien en ese tipo de perfil de escritor que ansía el reconocimiento, la fama, que le gusta hablar de su libro.

P.—Una de las notas que acompañan tu libro es: “Conformar una biblioteca de ejemplares que no se hayan leído nunca". ¿Podrían ser libros que escribes para ti mismo?

R.— Aunque parezca increíble, tener mi libro guardado en un cajón durante cuatro años ha sido una de las experiencias más reconfortantes del mundo. Es como pertenecer a un club privado. La satisfacción de haber escrito algo está ahí, y no voy a decir que creía que era un libro fantástico o maravilloso, pero estaba conforme con lo que había creado; si no lo hubiera estado, no lo habría terminado.

El hecho de que el manuscrito estuviera ahí, sin necesidad de explicaciones ni justificaciones, satisface una parte de mí. Me fascina la idea de los libros descartados, los libros perdidos, aquellos que se escriben para que solo una persona los descubra.

Quizás esto se deba a mi pasado como cosplayer, ya que he escrito libros para otros. En ese rol, me sentí muy cómodo en la sombra, creando bajo parámetros concretos que no siempre me permitían hacer lo que realmente deseaba. Sin embargo, la libertad de poder escribir sobre un tema sin la necesidad de firmarlo es, para mí, una experiencia extraordinariamente placentera.

Te invito a que escuches la entrevista en Spotify y Youtube

Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega

Editor de sonido: Manuel Muñoz

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios