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«Muchas mujeres de la República recogieron lo que Carmen de Burgos sembró desde el siglo XIX»

«Muchas mujeres de la República recogieron lo que Carmen de Burgos sembró desde el siglo XIX»

"La guardiana de los secretos" Rosa Huertas (Ediciones B)

lunes 26 de mayo de 2025, 19:40h
"Ketty, su hermana, representa a esas mujeres a la sombra de otras mujeres."

Rosa Huertas rescata a Carmen de Burgos, pionera olvidada y voz imprescindible de la cultura española.

En su última novela, Rosa Huertas da luz a Carmen de Burgos, una mujer adelantada a su tiempo, que fue la primera corresponsal de guerra no oficial en España, pionera en la defensa del divorcio y los derechos de las mujeres, mucho antes que figuras como Clara Campoamor. Silenciada durante la dictadura franquista y olvidada en los libros de historia, Carmen merece ser reconocida como una autora clave de la Generación del 98 y una influyente intelectual de principios del siglo XX.

Huertas opta por contar su historia a través de la mirada de su hermana Ketty, una voz que representa a esas mujeres que vivían a la sombra de figuras públicas pero que también fueron parte fundamental de ese legado. La novela no solo explora la vida de Carmen, sino también el contexto cultural y político que la rodeó, incluyendo sus tertulias literarias y su vínculo con grandes escritores de la época.

Con esta obra, Rosa Huertas reivindica a Carmen de Burgos y anima a los lectores a redescubrir a una autora imprescindible que merece un lugar en la memoria cultural española.

P.—Has sacado a la luz a Carmen de Burgos, a quien desconocía como imagino que muchos. Creo que es una mujer, también silenciada, tapada o escondida.

R.—Es así, y ese es mi objetivo con la novela, sacarla a la luz, que los lectores la conozcan, que se den cuenta de la importancia que tuvo en su tiempo, porque parece que nos han hecho entender que estas mujeres no están porque no fueron importantes, ni influyentes, ni tuvieron una obra interesante. Pero es que esta mujer fue muy importante en su tiempo, muy influyente, se rodeó de las personalidades referenciales del mundo de la cultura y tendría que estar en la lista de los autores de la generación del 98, porque esa idea regeneracionista se ve perfectamente desde las primeras obras que publicó y desde luego también desde sus artículos de prensa.

P.— ¿Cómo la descubres?

R.—En 2018 escribí un libro juvenil para Anaya sobre diez mujeres clave de la cultura española entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Fue muy difícil elegir solo diez, y en ese proceso descubrí a Carmen de Burgos. Un compañero del departamento de Lengua me dijo: “No puedes dejar de incluirla”. Apenas la conocía, pero al investigar su vida supe enseguida que debía estar en el libro.

Aunque cronológicamente era la primera, el orden alfabético la relegó. Su historia me atrapó tanto que me quedé con ganas de seguir profundizando. Varias lectoras también me animaron a continuar por ahí… y así lo hice. Así empezó mi camino con Carmen de Burgos.


P.—Cuéntanos cosas reseñables de ella.

R.—Lo que yo sabía era que había sido la primera mujer corresponsal de guerra en España, aunque eso no es del todo cierto, porque en realidad el periódico no la envió como corresponsal: ella se coló en la guerra. Eso me pareció divertidísimo, y lo descubrí leyendo todos los artículos de prensa que escribió.

Me parece una mujer enormemente valiente, muy criticada en su tiempo porque iba varias décadas por delante de lo que estaba ocurriendo en España. Fue la primera persona que habló del divorcio en un periódico, incluso realizó una encuesta sobre el tema. Defendió los derechos de las mujeres y el derecho al voto mucho antes de que otras figuras, como Clara Campoamor, empezaran a hablar de ello. De hecho, muchas de las mujeres de la República que reivindicaron esos derechos estaban recogiendo lo que Carmen de Burgos había sembrado desde finales del siglo XIX. Eso es lo que más me impresiona de ella.


P.—Fíjate, acabas de decir Clara Campoamor, en el momento que la nombramos o leemos cualquier cosa de ella siempre lo relacionamos como pionera con el derecho al voto. Pero, ¿por qué precisamente Carmen de Burgos fue una antecesora en muchas cosas y no se la reconoció como se la reconoce ahora todavía?


R.—No sé exactamente por qué se olvidó a Carmen de Burgos, pero hay varias explicaciones. La primera es que durante la dictadura franquista estuvo completamente prohibida: era el número cinco en la lista de autores censurados. Sus libros desaparecieron de las librerías. Se conservaron en lugares como la Biblioteca Nacional o la del Ateneo, pero dejó de hablarse de ella.

Después, tampoco supimos reivindicarla. Creo que también influyó el hecho de que no pertenecía a ningún partido político actual. No era ni del Partido Comunista ni del Partido Socialista. Estaba muy implicada políticamente, pero creo que estaba incluso más a la izquierda que algunos partidos de su tiempo. Si hubiese sido abanderada, por ejemplo, del Partido Socialista, posiblemente hoy estaría más reconocida.

Ella fue abanderada de lo que creía justo, por encima de las siglas. Aunque participó en política y muchos partidos quisieron tenerla en sus filas, nunca se ató del todo a ninguno. Fue muy amiga de Julián Besteiro, especialmente de su mujer —eran colegas en la enseñanza y tenían una relación muy estrecha—, y en la novela menciono esa amistad. Creo que todo eso, la censura y su independencia política, ha influido en su olvido.

P. — Habría la entrevista con una voz, la voz de Catalina, Ketty, la hermana. Decides contar la historia desde ese punto de vista, desde el dolor y desde el silencio. ¿Por qué?

R. —No se sabe con certeza por qué se olvidó a Carmen de Burgos, pero hay varias razones. Durante el franquismo estuvo totalmente prohibida, era el número cinco en la lista de autores censurados y sus libros desaparecieron de la venta. Después, tampoco supimos reivindicarla.

Creo que también influyó que no pertenecía a ningún partido político como los actuales. Aunque se implicó políticamente, estaba más a la izquierda que muchos partidos de su época y no se identificaba del todo con ninguno. Fue abanderada de lo que creía justo, por encima de las siglas. Muchos partidos quisieron contar con ella, y tuvo una relación cercana con Julián Besteiro y su mujer. Todo eso puede haber contribuido a su olvido.

P. — ¿De alguna forma también representa a esas mujeres que estaban a la sombra de otras mujeres?

R. — Totalmente. Normalmente son mujeres a la sombra de hombres, pero en este caso es una mujer a la sombra de otra mujer. Ketty se ocupaba de las cuestiones domésticas. Vivía en Almería y cuando Carmen se fue a Madrid, le pidió que la acompañara, sobre todo para cuidar de su hija. Pero también le ayudó en sus escritos. Por ejemplo, la biografía sobre Larra: los primeros capítulos los hizo gracias a Ketty, porque Carmen estaba postrada en cama. Ketty investigó en parroquias de Madrid la fecha exacta de nacimiento de Larra. Es decir, también trabajó como investigadora.

P. — Tertulias. Son fundamentales en este libro.

R. — Es de lo más divertido. En las biografías de Carmen leía que organizaba tertulias los miércoles, pero no sabía qué pasaba en ellas. Rafael Cansinos Assens fue clave. Tiene un libro, Memorias de un literato, y fue muy amigo de Carmen. Tuvo un lío con Ketty y estaba en todas las tertulias. Gracias a su hijo, Rafael Cansinos Galán, que me dio material inédito, pude reconstruir ese mundo. A esas tertulias iba sobre todo gente joven, de fuera de Madrid, que quería abrirse camino como poetas o pintores. Carmen ya tenía más de 40, pero por su casa pasaba mucha gente de 20. Ella era generosa, y con poder: por ejemplo, tenía relación con la editorial Sempere. Si alguien quería publicar, pasaba por ella.


P. — ¿Qué libertad te has tomado respecto a su carácter?

R. — He querido contarla desde el punto de vista de su hermana. El lector la ve con ojos de una hermana joven de provincias que llega a Madrid, y que es rompedoramente moderna. A veces no entiende a Carmen. En una carta que Ketty le escribe a Rafael, dice una frase preciosa: "Todos deberíamos ser un poco más Sanchos si queremos alcanzar la felicidad". Ketty era Sancho, con los pies en la tierra. Carmen era Don Quijote.

P. — La novela arranca en 1960, cuando Carmen ya ha muerto.

R. — Quise contar también lo que pasó después. Ketty tuvo que exiliarse durante la Guerra Civil. Se exilió en Francia y no se supo más de ella hasta que la policía la encontró en una residencia de ancianos en Madrid. Pensé que volvía para reivindicar a su hermana, ya completamente olvidada. Ese es el germen de la novela.

P. — ¿Por qué tenía Carmen una mala relación con su hija?

R. — Es difícil tener un padre o madre geniales. Carmen brillaba, María era muy guapa, pero no brillante. Tenía todo para ser una mujer interesante, viajó por toda Europa y conoció a grandes escritores, pero no quiso estudiar. Quiso ser actriz, y su madre la apoyó. Siempre la apoyó, decía que era su mejor obra. Pero María no supo gestionarlo.

P. — ¿Cuántos secretos guardas sobre este personaje?

R. — Algunos. Leí todo lo que publicó: novelas cortas, largas, biografías... Por ejemplo, hay una novela, Los espirituados, sobre el espiritismo, muy de moda a principios del siglo XX. Conan Doyle dejó de escribir para dedicarse a eso. Ella da testimonio de cosas que le contaban. También había recetas de cocina que tuve que quitar. Me hubiera gustado contar más, pero había que seleccionar.

P. — ¿Qué poso te queda?

R. — Sigo viviendo en el siglo XX. Ahora estamos editando las cartas de Carmen y Ketty con Rafael Cansinos Galán. He pasado por delante del edificio donde Carmen pasó sus últimos años y me imaginaba a ella allí. Esta es la novela que más poso me va a dejar.

P. — Una vez recuperadas estas figuras, ¿qué más debería hacerse?

R. — Leerlas. Hay que leerlas. Por ejemplo, Puñal de claveles, que tiene la misma trama que Bodas de sangre de Lorca, o La malcasada, que es casi autobiográfica. Se están reeditando muchos libros suyos. Pero siempre es complicado llegar al lector. Si yo fuera una autora mediática, más gente la conocería. Pero espero que quienes me lean, también la reivindiquen.

P. — No eres una autora mediática, pero formas parte de ese grupo de mujeres que rescata autoras olvidadas.

R. — Sí. Yo sobre todo publico infantil y juvenil. Mi novela anterior trata sobre las escritoras del Romanticismo, como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Carolina Coronado. En literatura infantil también reivindico figuras como Carmen Conde. En el libro Mujeres de la cultura hablo de ella, de Emilia Pardo Bazán, Clara Campoamor, Concha Méndez... Mujeres que deberían estar más presentes. Ahora empiezan a aparecer en los libros de texto, pero descontextualizadas. Por ejemplo, se habla de la Generación del 27, y aparte, en una columna, se nombra a las mujeres. No se las incluye dentro. Lo mismo con Carmen de Burgos y la Generación del 98. Hay que contextualizarlas, ponerlas donde deben estar. La novela también aporta eso: contexto histórico, desde principios del siglo XX hasta la dictadura. Ahí estaban ellas.

Sigue la entrevista en Spotify y Youtube.

Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega

Editor de sonido: Manuel Muñoz

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