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«La novela terminó con escritores que actúan como espías y espías que actúan como escritores»

«La novela terminó con escritores que actúan como espías y espías que actúan como escritores»

"El escritor y la espía" Jorge Corrales (Planeta)

jueves 29 de mayo de 2025, 20:32h
"No puedes huir de ti mismo. Es imposible escribir sin que algo de uno mismo aparezca."

En esta entrevista, el escritor Jorge Corrales, autor de El escritor y la espía, nos invita a adentrarnos en los complejos procesos creativos detrás de su última novela. Corrales reflexiona sobre la dificultad de encontrar las primeras palabras que atraparán al lector, la dicotomía entre escritores y espías que atraviesa la trama, y la importancia de la memoria y la escritura como vehículos para revelar secretos ocultos. Además, comparte sus impresiones sobre la ciudad de Berlín, un personaje más en la historia, y revela cómo los personajes a veces cobran vida propia, desafiando incluso al propio autor. Con una mirada honesta y profunda, Corrales nos muestra que el control sobre lo que el lector descubre es limitado y que la literatura es, ante todo, una ventana abierta hacia el alma del escritor y del lector.

“Las primeras palabras de un libro son las más difíciles de escribir. Su objetivo es atraparnos y transportarnos a otro lugar, a otro tiempo. Por eso es crucial elegir una buena frase para comenzar un libro.

P.—Quizás lo más complicado, lo que más impacte sea precisamente cómo se empieza. ¿Por qué decides empezar por aquí?

R.—Pues esto es muy divertido, porque esas son las últimas palabras que escribí. Ya sé que ahora no están muy de moda las novelas cíclicas, esta no lo es en ese sentido, pero sin embargo, en cuanto a su escritura, lo fue. Teníamos este momento en el cual ya estaba el manuscrito, estaba todo terminado y a mí me seguía sin convencer al principio. Ya estábamos buscando un comienzo y entonces dije, bueno, ya que esta novela trata sobre escritura y sobre los procesos creativos, que mejor que poner en pie lo que me está sucediendo a mí, que es que no soy capaz de encontrar estas primeras palabras, que tengo un problema, así que voy a ir directo al grano e intentar que el lector llegue cuanto antes a la historia.

P.—Esta historia, es parte del hallazgo de un manuscrito al que tú le añades parte de espionaje, además de historia. ¿Cómo lo has manejado?

R.—Mi idea desde el principio fue que existiera una dicotomía en toda la novela. Los personajes y el narrador son contradictorios. Incluso la ciudad, Berlín, refleja esa división con el muro. Crear ese equilibrio fue complicado y requirió reescrituras. Lo que realmente me interesaba era la parte de escritura y memoria. Así, incluí las memorias de Alexander Steinbach, quien guía hacia la literatura. Lo más interesante es que la novela terminó con escritores que actúan como espías y espías que actúan como escritores, una dicotomía que me pareció muy bonita. La novela es casi un juego, un reto. Me gusta pensar en ella como una falsa novela de espías.

P.— ¿Qué contiene el manuscrito?

R.—Ese manuscrito contiene literatura, y lo curioso es de dónde proviene. El cuadernillo con tapas rojas, fue escrito por agentes y trabajadores de la Stasi. Cuando lo descubrí en un artículo de un periódico alemán, me fascinó pensar que personas que pasaban el día vigilando decidían, durante un par de ratos a la semana, abrirse a través de la literatura y dejar que ellos mismos fueran observados, pasando de espías a espiados. Me pareció bonito trabajar ese concepto porque la literatura, al final, trata de eso: de la dedicatoria. En las citas aparece una frase de Leila Guerriero que dice que primero somos lectores espías y luego nos dejamos espiar. Ese es el espíritu de toda la novela.

P.—¿Quién es Sara?

R.—Bueno, Sara... Voy a contarte un poco sobre el proceso de creación. Yo, como buen guionista, tenía la novela escaletada y, aunque luego hubo muchos cambios, Sara no estaba inicialmente. Apareció simplemente como una herramienta: necesitaba un personaje que viviera con este editor, un viejo lobo de mar muy peculiar que necesitaba ayuda para mantenerse en la realidad.

Sara nació como una mera herramienta, pero en cuanto apareció, fue uno de esos personajes que te roban el corazón. Empecé a desarrollarla más y poco a poco se convirtió en un personaje principal, hasta llegar a ser parte del título de la novela.

Justo el otro día, en la Escuela de Escritores, Carmen Riera dijo que ya no da voz a los personajes secundarios porque muchos intentan comerse la trama y a los protagonistas, y a veces hay que callarlos. Me pareció muy interesante porque mi forma de verlo es totalmente contraria: cuando un personaje quiere tomar la voz en mis narraciones, se la doy, porque entiendo que hay algo dentro de ese personaje que me interesa y por eso le doy más presencia.

P.—Por lo tanto, digamos que afianzas eso que siempre decís que los personajes tienen vida propia.

R.—Para mí sí, yo eso lo digo siempre. Cuando sé que he creado un buen personaje o cuando puedo escribir a gusto sobre un personaje, es cuando le puedo oír. O sea, sé perfectamente de qué manera habla, sé perfectamente qué es lo que va a decir y lo tengo en mi cabeza. Lo puedo escuchar, literalmente, con un tono de voz. Por eso me hace mucha gracia, ahora que va a salir el audiolibro, escuchar otras voces.

Esa no es mi voz. Es como tener un actor, ¿no? Ya te han puesto cara a un personaje al que tú ya le habías puesto cara, pues yo a mis personajes les escucho. Y claro que tienen vida propia. Si no, sonarían vacíos, sonarían lineales.

Sin embargo, cuando cada uno tiene su personalidad, le tienes que dejar que la saque.

P.—¿Qué es el círculo de Escritores Chequistas?

R.—El Círculo de Escritores Chequistas es una de las cosas más peculiares que he conocido en el mundo de la literatura. Es una especie de asociación de escritura formada únicamente por trabajadores y agentes de la Stasi. En la Alemania del Este se consideraba que la cultura debía pertenecer a todos los estratos de la sociedad, incluido el mundo del espionaje. Por eso instauraron este círculo, que al principio estaba tutelado por militares.

En la novela, esa tutela la representa una mujer, pero en la realidad fue un hombre quien decidió introducir un literato dentro de ese mundo militarizado. Eso rompió todo pensamiento y raciocinio para la gente que estaba dando clase, porque estaban acostumbrados a trabajar himnos a la patria y cosas por el estilo, y de repente comenzaron a trabajar con literatura de verdad.

P.—¿Era una mezcla de amantes de literatura y torturadores?

R.—Sí, sí. Como te decía antes, esta es la principal dicotomía que encontré en aquel artículo. Es como alguien que es totalmente abominable para la sociedad, cuyo comportamiento moral es reprobable, pero que puede estar interesado en la literatura. Esto es algo normal; muchos dictadores son muy cultos. Pero más allá de ese interés, me parece mucho más interesante que quieran dejarse ver, mostrarse, abrirse a otras personas.

Porque ya no es solo leer ni ser una persona oculta, sino tener el mismo ansia que tenemos todos los escritores de sentirnos conectados con otros, de establecer una comunicación con lectores o, en ese caso, con sus propios compañeros.

P.—¿Daniel se resiste a investigar precisamente ese círculo?

R.—Esto tiene mucho que ver con la idiosincrasia de Daniel. Él es un personaje que rehúye aquello que le puede generar interés o que está dentro de él, pero que intenta evitar mostrar su vulnerabilidad ante los demás, que es realmente un problema.

En estos cuadernillos, Daniel encuentra un párrafo idéntico a uno que él ha escrito, lo que le provoca una desazón terrible, porque descubre que una persona que siente, piensa y escribe como él está dentro de lo peor de la historia europea.

Entonces, se resiste a intentar entenderlo.

P.—La reconstrucción de la memoria creo que es uno de los papeles más importantes de la literatura.

R.—Sí, sí. Además, es curioso, el otro día estaba con Manuel Villas y David Ucles en una entrevista, y le comentaba a David que tiene una idea muy bonita: las capas de ficción, como digo también en el libro, no enmascaran la realidad, sino que cuanta más ficción hay, más fácil es comprender la realidad. Muchas veces, por ejemplo con el tema de la Stasi, todo lo que sucedió es increíble y difícil de entender. Sin embargo, cuando le ponemos una capa de ficción y lo estructuramos de alguna forma en nuestro cerebro, somos capaces de entender cosas que de otro modo serían inentendibles.

P.—Dentro de lo que es el mundo de la Stasi, todo el mundo vigila en todas partes. Creo que es muy difícil establecer o conseguir que haya confianza entre los propios personajes. No sé cómo has elaborado eso.

R.—Sí, claro. Ellos viven precisamente, eso era lo bonito y el reto. Todos los personajes viven en un continuo... En una continua coraza, para que nadie sepa lo que está pasando ahí dentro. Sin embargo, hay algunos personajes que consiguen rasgar ese telón de acero que se impone cada uno de ellos y consiguen abrir una mirilla por la que ver lo que sucede realmente dentro de sus personajes. Entonces, claro, era un reto tener a unos personajes que no muestran quiénes son y a la vez, de vez en cuando, dejar ver quiénes son realmente. Era complicado, no sé si lo he conseguido, pero... Complicado además para cada uno de ellos. O sea, dentro de lo que es escribir tus sentimientos, te puede llevar a un acto de conciencia, de tomar conciencia de lo que estás haciendo. Es muy interesante.

P.—¿Cómo puedes, a través de esa escritura, llegar al alma de una persona que se dedica a torturar, crear conciencia.

R.— Sí, esto yo lo hablo mucho con mis alumnos aquí en la escuela, que una de las cosas más maravillosas que sucede con la escritura es que tú piensas que estás escribiendo algo muy externo, muy alejado, y cuando te analizan, porque generalmente tú no eres capaz de verlo, de repente encuentras que hay un montón de huellas de quién eres tú y de tu alma, como decías tú. Entonces, ese proceso me parecía apasionante.

P.—Mencionas el tema de la herencia, la herencia de tus padres. Creo que también es una cosa que has manejado muy bien y que es complicada, ¿no? Porque esos secretos familiares, esos lazos, también se desvelan de alguna manera a través de la letra, de la escritura.

R:--Sí, creo que esto tiene que ver también con mi propia familia y mi forma de comunicarnos. Para mí siempre ha sido mucho más sencillo que me entiendan con mi trabajo escrito que comunicarme con ellos directamente. Y esto está un poco en la novela: para lo que escribimos es mucho más fácil desnudarse ante cientos o miles de personas que hablar cara a cara con nuestros seres queridos. Por esa coraza que solo sabemos mostrar de vez en cuando.

Entonces se produce otra de estas dicotomías interesantes en la que casi todos los personajes de la novela llevan su coraza puesta y ocultan secretos, pero poco a poco esos secretos se van desvelando a través de la escritura, porque no son capaces de controlar lo que ponen en letra.

Al final no puedes huir de ti mismo. Es imposible escribir sin que algo de uno mismo aparezca. Sé que hay escritores que logran separar perfectamente, pero a mí me parece muy difícil.

Lo hablo mucho con mis amigos: aquí no vais a ver nada mío directamente, lo he consultado bien, no me vais a conocer. Y sin embargo, es imposible no dejarse ver.

Me parece bien, porque esto es una especie de thriller, y sin embargo creo que retrata mucho de mi mundo, de mi psicología, de mis pensamientos. No hace falta ponernos muy intelectuales para hablar de uno mismo. Se puede hablar desde cualquier género.

P.—No me quiero olvidar de Laura. ¿Qué significa para ti?

R.—Laura es mi personaje favorito. Es la profesora de estos agentes de la Stasi, que entra como un huracán en su mundo, y fue el primer impulso para escribir esta novela. Cuando los escritores decimos que hemos hallado algo que no se nos va de la cabeza, Laura estuvo conmigo seis años. Desde que conocí esta historia hasta que pude escribirla, pasé mucho tiempo encajando tramas y personajes, pero Laura siempre estuvo ahí. Era el personaje que realmente me interesaba. Me parece la mayor contradicción de todas y a la vez la que mejor puedo entender.

Me apasionaba trabajar en ese personaje, que además es de los pocos a través de quien la novela es vista por los demás. Casi todos los personajes alzan la voz en algún momento para explicarse y desarrollar su personalidad, pero Laura no. Ella está vista desde fuera, y eso me interesaba mucho porque yo la veo desde afuera. Es el único personaje tan real que no puedo haber creado yo; realmente algo en ella debió ser así en el Círculo de Escritores Chequistas./p>

P.--Berlín es un personaje más, como suele ocurrir cuando la ciudad en la que se ambienta la historia tiene mucho poder. En este caso creo que se mezclan el amor, el engaño, la identidad, las emociones humanas… todo está ahí y esa dicotomía también, de la que hablabas antes.

R.--Por ponerte en contexto, Berlín siempre digo que es mi ciudad porque me he desarrollado allí. Viví once años en Berlín, llegué muy joven, sin trabajo, sin hablar alemán y sin saber muy bien qué hacía allí. Ahí nacieron mis hijos, allí me hice escritor, allí ocurrieron muchas cosas importantes para mí. Aunque ya no vivo allí, para mí sigue siendo la ciudad sobre la que es más fácil escribir .

Conozco las calles, las personas, conozco la esencia de la ciudad. Si tuviera que escribir sobre Madrid, donde vivo ahora, me gustaría muchísimo porque realmente trabajo, vuelvo, estoy con mis hijos, ceno con mi mujer y se acaba el día. No tengo una vida madrileña como tal. Sin embargo, en Berlín conozco... no todos los locales de cada calle, claro, pero entiendo perfectamente qué me puede dar la ciudad y qué puede contar para ayudar a los personajes.

Tenía muy claro al escribir la novela que los lugares nos cuentan cosas. Hay muchas estaciones de tren en la historia, y para mí las estaciones son el lugar más bipolar que existe en una ciudad: un lugar de alegrías y tristezas, donde se despide a la gente y donde se reencuentra. La estación donde ocurren muchas escenas es un lugar terrible para algunos y muy feliz para otros.

Todo esto sólo podía contarse desde Berlín, porque es el único lugar que controlo tan bien como para agregar esa información. Además, Berlín en cada esquina tiene una historia.

P.—¿Hasta qué punto, el escritor puede controlar lo que el lector descubre o entiende?

R.—Yo creo que el escritor, lamentablemente para nosotros, no tiene casi ningún control sobre lo que puede mostrar, ni sobre lo que puede mostrar a los demás. Y no me refiero a un tipo específico de literatura, sino a que la buena literatura es aquella que, tanto para quien escribe como para quien lee, abre una ventanita: una ventanita que permite ver al autor, emocionarse, encontrar una ciudad…

Eso se genera en el proceso, no en el resultado final. Si un escritor es capaz de descubrir cosas en lo que está escribiendo, en ese proceso, que no conocía antes de empezar, ya ha ganado mucho. Para lograr eso, tienes que soltar amarras y dejarse llevar, porque si vas con el freno de mano puesto, no va a funcionar; no vas a encontrar todo eso que tienes que encontrar.

El trabajo del lector es otro. Me interesa que, en esta novela, el lector siempre tire, que intente saber más de lo que hay en las páginas, que quiera ahondar más allá. Entonces, es el autor quien tiene que saber hasta dónde dejarle ver, hasta dónde dejarle tirar, y controlar un poco sin estar en la acción, solo previendo cómo va a ser la lectura del lector. Es complicado.

Yo no soy escritor de thriller; esto es lo más parecido que voy a escribir en ese género en mi vida, creo. Y sin embargo, he aprendido que el trabajo de un escritor de thriller es muy complicado. Tienen que medir mucho hasta dónde contar, para que el lector tenga cierta información y no otra.

El otro día me preguntaban por Agatha Christie, una escritora a la que no tenía especial estima. Después de escribir esta novela, me parece una auténtica maestra. Mantener la atención durante tanto tiempo es muy complicado, muy, muy complicado. La dosificación de información que hace me parece muy interesante, limpia y clara, aunque sigo sin entrar del todo en sus novelas. Pero eso no me impide reconocer la calidad técnica que utiliza.

Entrevista: Rosa Sánchez de la Vega

Editor de sonido: Manuel Muñoz

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