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«Cuando alguien te ha erizado la piel, puede seguir haciéndolo veinte años después. Pero tú decides hacia dónde giras el volante»

«Cuando alguien te ha erizado la piel, puede seguir haciéndolo veinte años después. Pero tú decides hacia dónde giras el volante»

"La segunda" Mamen Monsoriu (Espasa)

jueves 19 de junio de 2025, 19:53h
"La figura de la amante tiene connotaciones esporádicas. Pero ‘la segunda’ permanece. Y duele más"

"La segunda": una historia íntima sobre la espera, el deseo y la dignidad

La segunda, de Mamen Monsoriu, es una novela que conmueve por su verdad. Con una voz íntima y descarnada, narra la historia de Célia, una mujer que durante dos décadas fue amante, amiga y refugio de un hombre que nunca la eligió por completo. No es solo una historia de amor no correspondido, sino un retrato honesto de la espera silenciosa, del deseo postergado y de la fuerza —a veces tardía— de aprender a elegirse.

En esta conversación con Rosa, Monsoriu reflexiona sobre el duelo por lo que nunca fue, el silencio como forma de violencia emocional y la falsa dignidad que muchas veces sostenemos por amor. Una entrevista lúcida, incómoda y profundamente humana.

"Hay libros que duelen porque dicen lo que callamos", escribe la autora. La segunda es uno de ellos.

P.— Un matrimonio puede apagarse cuando todo se vuelve rutina, incluso el aburrimiento. Pero, ¿no es también una forma de rutina estar veinte años en el lugar de “la segunda”? ¿No hay en esa espera una forma distinta —y quizás más cruel— de estancamiento?



R.—Bueno, al final es una novela que está llevada al límite. Quiero pensar que a día de hoy esto no pasaría porque existen los amigos, las amigas, que en esta novela, como ves, no he he podido meter ninguna porque sería prácticamente imposible. ¿Qué amiga te va a dejar estar ahí durante tanto tiempo? Pero eso es lo que pensaba yo, que 20 años era algo llevado al límite, sin embargo me he encontrado testimonios a raíz de su publicación en los que me cuentan que 20 años es poco. Hay casos de mujeres, mujeres en círculos más cercanos, menos cercanos, que han estado en esta posición, están en esta posición 40, 50, 60 años. Yo creo que 20 son suficientes para ilustrar esta falsa posición de privilegio, este lugar que lo que es un no lugar, que alguien te da de una forma completamente egoísta y en el que tú te mantienes.



P.—¿Qué te interesaba mostrar más, el deseo o la frustración de Celia?

R.—Mira, me gusta mucho esta pregunta porque para mí era fundamental. Yo he querido ponerme en esta novela del lado de la segunda, porque el principal motivo por el que escribo este libro, es porque me encanta el tema de los amantes en la literatura. Siempre me pongo de parte del amante, o de la amante, igual que en una novela negra a veces te pones de parte del malo, en una novela de intriga, quieres que pase lo peor, la literatura tiene ese poder, esa belleza. Para mí era importantísimo mostrar lo malo, señalar lo malo, pero también enseñar lo bueno, porque al final cuando estamos en una relación tóxica, muy metidos en ella, tú te justificas continuamente con los momentos buenos. Y tú lees esta novela y ves claramente que es algo malo, algo negativo, algo tóxico, sin embargo está plagado de momentos felices. Era mi manera de decir, no, si es que lo tóxico precisamente te hace estar ahí, te hace quedarte ahí, porque tiene repuestos positivos continuamente. Porque llevan entre sí el amor. Y entonces me interesaba mostrar ambas cosas. El deseo, además, el deseo satisfecho, cuando lo has buscado, lo has anhelado, has esperado ese momento continuamente. Pero también todo lo malo, que por desgracia, en este caso y en tantos casos similares, van en paralelo.

P.—¿Qué tipo de poder crees que tiene él sobre Celia?

R.—En este caso, es claramente una relación vertical donde él está por encima de ella desde el principio. Yo creo que el poder que ejerce sobre ella es el de haber sido conquistado desde el principio. Hay un momento en el que él prácticamente no es nadie, no es atractivo, no es ni siquiera alto, ni grande, ni se ha desarrollado emocionalmente hablando, no tiene trabajo, nada. Sin embargo, ella pone su fijación en él. Entonces eso es lo que a él le llena de poder. Él en ese momento no es nadie sin la mirada y la implicación emocional de ella.

Sin embargo, van pasando los años y él sí que va consiguiendo otras mujeres, un buen puesto de trabajo, etcétera. Pero realmente lo que tiene, lo que lo que le hace estar por encima de ella es que ella le haya perseguido durante tanto tiempo.


Y que encima lo haya conseguido pero él siempre haya acabado eligiendo a otra persona. Y luego vuelve a buscarla y luego vuelve a elegir a otra persona.


P.—¿Pero hasta qué punto es una posición elegida o está impuesta por los silencios de él?


R.— En este libro el silencio, como en la vida, como en una relación de maltrato, el silencio es un elemento de maltrato absoluto. Qué es peor que te digan, algo que no quieres oír, o que no te lo digan, entonces tú no puedes acogerte a nada para salir de ahí. Es así. A veces necesitamos respuestas.


Yo creo que en cualquier relación descompensada hay una persona que es la enamorada, que es como dice Roland Barthes, la que espera. Por eso he elegido esa cita que está al inicio de la novela. El enamorado es el que espera porque siempre está esperando algo de la otra persona. Tú no te quedas ahí porque hayas aceptado esa posición, ¿no? Tú te quedas ahí porque esperas que esa posición vaya a cambiar, se vaya a dar la vuelta, ¿no? O sea, irse a poner a la misma altura. Esperas que cambie, esperas que abra los ojos, esperas que por fin te valore, esperas que deje a la persona de la que evidentemente no está enamorado y se quede contigo y te elija a ti por primera vez. Y por un no, tienes un no claramente. Pero cuando no tienes nada, tienes lo que tu cabeza quiera poner. Cuando no tienes nada, tienes la posibilidad de un sí.

P.—Hay una frase que leí hace unos días que decía: “te he amado tanto que hasta cuando me hacías daño, te justificaba”.

R.--Yo eso a día de hoy todavía lo vivo continuamente a mi alrededor, gente justificando lo injustificable, que ya llegará a la línea en la que abran los ojos, como bien sabes, a veces no nos podemos meter ahí porque salimos mal parados nosotros.

Pero, bueno, esa frase me parece que ilustra perfectamente el libro. Y hay otra que escuché, porque durante la escritura de esta novela he vivido una experiencia con las canciones tremenda. Todas las canciones que yo escuchaba me recordaban a los protagonistas y conforme se iba acercando el lanzamiento empezaron a salir.

Bueno, salió la canción de Nunca la primera de Despistados pero también sale una canción de Nena de Aconte con otro artista que se llama Sueño. Esta canción dice una frase, me la mandó la escritora Carmen Amoraga, que dice: sueño que voy a desaparecer si te olvidas de mí. O sea, cómo nuestra existencia se puede reducir a que alguien nos piense. Porque esa es una dependencia emocional brutal.


P.—Creo que es el mayor poder de una persona sobre otra.

R.—Correcto. Sí, tal cual. Estamos continuamente esperando el momento de ese encuentro, de volver a tener un intercambio, una razón para que la vida te motive. Y que esas razones no estén a tu alcance, dependen de otra persona. La cuestión es llegar a entender que lo que tienes que hacer es amarte a ti.

P.—¿Cómo entendiste como narradora el dolor de no poder ser nombrada? Porque hablabas del silencio, pero además del silencio también de alguien al que no ves, alguien invisible.


R.—Pues invisible porque ella como amante durante tanto tiempo podría ser perfectamente la pareja de él, sin embargo está ahí de forma invisible, ella quiere estar ahí pero no puede.

Un lujo completamente entrecomillado que es que la amante la segunda, en este caso, que es como un estadio más, tiene algo que no tiene la primera, que es la verdad. Y esto es completamente engañoso porque tú piensas que teniendo la verdad eres tú la aventajada, porque tú sabes lo que está pasando cuando tú lo miras, pero la otra persona no sabe lo que está pasando cuando ella no mira. Entonces tú te agarras a esa verdad. Sin embargo, esa verdad tiene muchísima letra pequeña, por ejemplo, la invisibilidad. De cara al mundo, tú sí que no eres nada. O sea, no es que no existas de cara al mundo, es que no existes a secas, porque no tienes ninguna etiqueta, me parece que había que reivindicarlo.

“La figura de?‘la otra’ tiene una connotación más esporádica: una noche, diez minutos, dos semanas. Pero?‘la segunda’ es diferente; es alguien que permanece en su vida, casi de forma continua. Aunque ella intente alejarse, él vuelve a buscarla. La necesita. Necesita contarle una por una todas sus aventuras, porque si no se lo cuenta, parece que no tiene sentido.

Y realmente la valora, pero no sabe por qué. Piensa que la valora como amiga o que lo suyo es solo una conexión sexual, pero es mentira. No puedes acostarte veinte años con alguien solo por deseo. Ni veinte años ni veinte veces. El sexo engloba muchas más cosas: personalidad, caricias, miradas, maneras de estar, frases oportunas o inoportunas. Aunque él crea que es solo sexo, en realidad es complicidad. Es muchísimo más.

En el libro, hay un momento clave en el que ella, después de dejar a su pareja, le pide a él que haga lo mismo. Y él le responde: ‘Tú y yo tenemos presente, tenemos intercambios, pero no tenemos futuro’. Y esa idea viene de todo lo que le han inculcado sobre lo que debe ser una familia, sobre con quién hay que quedarse. Pero eso también es mentira.

Porque lo difícil, lo que sucede muy pocas veces, es encontrar esa complicidad. Y a partir de ahí es desde donde se debería construir una casa, una familia, los hijos… si es que tienen que venir. No al revés. No puedes decir: ‘tengo esta conexión y la dejo aparcada para cuando me aburra, mientras tanto construyo mi vida perfecta con otra persona’. Pero cuántos hombres hacen justo eso: dicen que es solo sexo y siguen con su vida montada.

Lo más duro es soltar lo que no es nuestro. Cuando rompes una amistad o dejas un trabajo, hay un duelo enorme. Pero hay un duelo todavía más fuerte cuando te das cuenta de que nunca tuviste un lugar ahí. Ese es un duelo tremendo. Y duele más aún porque no es solo con el otro, es contigo misma. Has vivido una realidad que no era real, y eso te rompe. Y claro, el ser humano tiende a agarrarse a lo que le hace sentirse bien. Por eso muchas veces, simplemente, no queremos mirar.”


P.—¿Celia habla para sanar o para hacer justicia?

R.—Ella no habla para hacer justicia, habla para sanar. O más bien, para reescribir su propia historia. Cuando algo queda abierto o mal cerrado, contarlo con honestidad —sin vergüenza, sin saltarse nada— te permite poner el final. Solo así puedes decidir desde dónde reconstruir.

Por eso, cuando él le pide una página más, ella se niega. Le ha costado mucho escribir y cerrar esa historia. No va a añadir ni una palabra más. Ese es el momento en el que elige quererse y ser ella.

Hay una escena al final que no pensaba incluir y que salió sola: ella baja la ventanilla del coche, le llega su olor… y sonríe. Porque alguien que te eriza la piel hoy, te la va a seguir erizando dentro de veinte años. Pero tú puedes elegir hacia dónde giras el volante. No se trata de que deje de doler: es como una adicción. Siempre estará ahí, pero puedes elegir irte.

La cuestión es cómo te reconstruyes sin que la otra persona entienda nada. Porque ella vuelve esperando un enfado, incluso queriendo disculparse. Pero él solo quiere seguir como siempre. Le da igual todo lo que ha pasado. ¿Entonces en qué lugar queda ella? ¿En qué lugar se pone uno cuando el otro no cambia nada?


P.—¿Cómo se puede tener una relación donde el sexo, sobre todo por parte de él, tiene tanta importancia, sin perder la dignidad?


R.— Una de las cosas que yo he querido dejar claras es que, en este caso, la segunda no adopta un papel de sumisa. No. Es ella quien lo busca, quien se deja conquistar, haciendo creer que es él quien la conquista, pero en realidad es ella quien lo está conquistando. Siempre elige lo que quiere hacer. Ese es el problema de esta protagonista y de tantas otras mujeres: que por cabezonería, por orgullo, piensan “si he aguantado cinco años, diez, quince, aguanto veinte porque voy a conseguir esto”.

Ella no lo hace por debilidad, lo hace por fortaleza. Y eso es muy potente, porque ahí es donde ella cree conservar su dignidad. Pero es una falsa dignidad, porque en realidad está cayendo en sus trampas una y otra vez. La única dignidad verdadera llega cuando de verdad logras borrarlo de la piel, cuando se va el tatuaje.


P.—¿Crees que se romantiza demasiado el sufrimiento amoroso en este tipo de historias?

R.— Cuando empecé a escribir esta novela, hice un personaje increíble, alguien admirable, de quien yo misma podría enamorarme. No el prototipo de hombre guapo o extrovertido, sino alguien interesante por otras razones. Pero me di cuenta del peligro de romantizar la toxicidad, y decidí señalar desde el principio: primero como raro, luego como narcisista, luego egoísta, maltratador… Le puse todas las red flags posibles porque no quería romantizarlo.

Hay cosas buenas que salen del sufrimiento. Siempre digo: los mejores aprendizajes vienen de ahí. Hoy no podría tener la relación sana que tengo si no hubiera pasado por todo lo anterior, en el amor y en la vida. El sufrimiento es clave, y tiene una parte muy creativa: te lleva a pozos donde normalmente no entras, y ahí están las grandes historias, canciones, libros… Es un lugar en el que te puedes revolver como en el barro, pero no puede convertirse en un medio de vida.

Y veo tanta gente que se queda ahí, que hace del sufrimiento su medio de vida. De ser la segunda. Aunque es cierto que en el sufrimiento, en las relaciones tóxicas, hay un grado de pasión que no siempre existe en las relaciones equilibradas.



P.—¿Una adrenalina diferente?

R.—Una adrenalina, no saber qué va a pasar, no saber cuándo va a ser la última vez, todas esas cosas le dan un añadido. Hay una escritora que cuando leyó la novela me dijo algo que a mí me encantó, que es que el mejor ingrediente que tiene el libro es el miedo, porque ella se enfrenta al amor siempre con un poco de miedo, al sexo con un poco de miedo. Y yo me quedé pensando, y digo, ostras, todas las cosas que a mí me genera adrenalina o que me escalopean, me hacen sentir muy feliz, me dan miedo. Yo antes de esta entrevista he sentido el miedo. Pero es que me parece un ingrediente clave, o sea, no hay que alejarse del miedo. Yo creo que en una pareja estable tú no vas a tener miedo a que... a que se pueda terminar en cualquier momento. Eso sería inhumano. Pero tener ese pequeño índice de miedo de no dar por hecho siempre a la otra persona, pensar que tienes que crecer a la vez que crece ella, que tienes que estar a la altura. Porque si no, se va a ir. O sea, como que es un ingrediente... Bueno, en la novela está exagerado porque es una relación tóxica, evidentemente.

Pero es un ingrediente que me gusta para la vida. El miedo es alerta y defensa. Entonces, el cuerpo se prepara y te protege y al mismo tiempo necesitas sentir ese miedo, necesitas que el cuerpo responda que no sea una balsa de aceite que sea que tenga un poquito de movimiento.

P.—"La segunda" está generando reflexión, curiosidad, replanteamientos... ¿Qué más estás recibiendo? ¿Qué crees que está despertando?


R.— Yo he hecho un mix entre lo que a mí me gusta —el monólogo interior, la reflexión— y escenas muy concretas, muy explícitas, en las que cualquiera pueda verse reflejado. Al principio pensaba que algunas situaciones eran muy específicas, pero resulta que la ha vivido media población. Por ejemplo, ese momento en el que están ellos dos en la intimidad, y él, justo después, habla de otra. O cuando ella acaba de hacer el amor, sale a pasear y siente frío. Todo eso lo puse para que el libro fuera más empático, para que llegara más, y al parecer ha funcionado.

Pero para mí lo más potente del libro no son esas escenas, sino lo que viene después: las rupturas internas, las reflexiones, lo aprendido. Se pueden pasar muchos duelos por la misma persona. Puedes romper muchas veces, sobre todo en tu cabeza. Y cuando algo te duele de verdad, todo lo demás deja de doler. Ahí está la fuerza del libro.

A mí me gusta reflexionar, contar, pensar. Lo otro —las escenas más narrativas— me cuesta más. Y además no me gusta que los libros tengan paja, necesito ir al grano. Por eso hice fichas de personajes, pero luego les fui quitando la familia, los amigos, incluso las profesiones están apenas esbozadas. No quería justificar a nadie con contextos externos. Él actúa como actúa por él mismo. Y quería centrarme solo en la relación entre ellos. Si ponía más cosas, la gente se me iba a despistar.

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Entrevista: Rosa Sáanchez de la Vega

Editor de sonido e imagen: Manuel Muñoz

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